Un Ramo de Flores

Por: Magda Mascioli G. - Hace unos días pasaba por la oficina de una compañera. Tenía un hermosísimo ramo de rosas amarillas sobre su escritorio. Le dije que estaban hermosas, y de hecho era así. Mi sorpresa fue cuando me respondió con cierto grado de desdén que su novio acostumbra enviarle una vez al mes un ramo de flores. Le dije -Pero eso es hermoso. A lo que me respondió -Si, pero la verdad, me gustaría más otra cosa. Guardé un prudente silencio y luego de tratar el asunto laboral, me retiré a mi oficina. Allí no pude menos que dejar de pensar que no solo es una lástima que el evidente amor con el que las flores son enviadas no esté siendo apreciado en justa medida por la novia. Probablemente el novio no se enterará. Lo que me dio tristeza, como mujer, fue el darme cuenta que una mujer, joven por demás, no supiera entender lo sublime de un ramo de flores, ya sea enviado por el esposo, el novio, el amigo o los amigos. De un paseo, se van alejando los recuerdos; un anillo, puede o no usarse o extraviarse; un objeto, se coloca en un sitio y allí muere. Me dirán "Pero las flores se marchitan", y es cierto, las flores se marchitan y terminan en un cesto de basura; pero la alegría que uno siente al verlo, al tocarlo, al leer la tarjeta, al colocarlas en el florero y luego contemplarlas con una sonrisa, jamás se marchitará. Cualquier otro recuerdo se incrementará, se fijará; cualquier desencuentro se olvidará hundido en los pétalos de esas flores. El recuerdo de un ramo de flores recibido, tiene un lugar especial en el corazón de uno como mujer, y trasciende en el tiempo con el mismo brillo. Siempre se puede visitar ese recuerdo y se revivirá la misma felicidad del momento. Ojalá que todas las mujeres hayan sentido en sus vidas, aunque haya sido por una vez, la maravillosa felicidad que se siente en el alma, en el corazón y en la piel, cuando una flor la tiene a una como destinataria. A fin de cuentas es algo hermoso exclusivo para nosotras.