Por: Richard J. Vargas O. - Un Ciudadano Discriminado de Venezuela - Número de lista negra: V-10.477.804 (Pronto éste volverá a ser sólo mi número de cédula y no mi marca de “Enemigo del Régimen”) - Presidente de la ONG “Observatorio de la Democracia” - Ser testigo y ciudadano de un país en donde una sola persona maneja a su antojo el Poder Ejecutivo ya es una aberración contemporánea, toda vez que ese Poder debe ser administrado bajo un principio de institucionalidad basado en funciones, delegaciones y controles que tienen como fin la constitucionalidad. La aberración se convierte en “Tragedia y Delito” cuando esa misma persona maneja no sólo a su antojo el Poder Ejecutivo sino también el Judicial, el Legislativo, el Electoral, el Militar, el Mediático (del Estado), la Contraloría, la Fiscalía, la Defensoría, el Banco Central, el Sistema Tributario y la Banca del Estado, las Empresas Públicas, las Reservas Internacionales y los Fondos de Ahorros Estatales, por mencionar algunos de los frentes más importantes. Cómo una persona logró apoderarse de tanto Poder frente a nuestras narices, ¿seremos tan culpables como él?, ¿qué hicimos?, ¿qué dejamos de hacer?, ¿qué nos toca hacer? Esta enfermedad del Poder se penaliza con cárcel según la legislación internacional, por las tergiversaciones que suponen y aplican; ésta le toca no sólo al infractor mayor, sino a todos sus cómplices: ¿Seremos también cómplices de esto? ¿Ó sólo somos víctimas? El único Poder que no puede manejar a su antojo es el Poder de la gente inconforme en la calle, el Poder de la denuncia bien sustentada (que esperará paciente su turno), el Poder de decidir qué sistema de vida queremos, cómo queremos criar a nuestros hijos y cómo mejorar lo que teníamos avanzado hace una década, corrigiendo y reconociendo los evidentes e injustificables errores cometidos, paralelo a fortalecer los aciertos alcanzados. Esperamos salidas pacíficas, institucionales, electorales y democráticas a esta crisis.
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