martes, 28 de octubre de 2008

El 23-N el régimen militar chocara con el legado de Betancourt


Por: Germán Carrera Damas - Al cumplirse 63 años de la Revolución de Octubre, el historiador hace un balance de la gesta del fundador de AD y advierte que el gran obstáculo que se le presenta a este gobierno para su propósito de “concentración absoluta del poder” no es, propiamente, el ejercicio de la democracia, sino algo que es consustancial con la República : la soberanía popular. Germán Carrera Damas coloca frutas a los pájaros que revolotean en la terraza de su apartamento y luego clava la mirada en los animales con la curiosidad de un zoólogo. “Mire, están comiendo”, dice, mientras se apresta a sumergirse en el reino de la historia. Su reino. La Fundación Rómulo Betancourt acaba de publicarle una joya titulada La primera república liberal democrática (1945-1948). Nada más la portada del libro conmueve. Se muestra allí una foto de El País (diario de AD editado en los años cuarenta)en la que aparece una mujer, con su pequeña hija en brazos, depositando su voto en una urna que tiene un aspecto artesanal. Es una imagen en sepia, lo que ya inspira una cierta melancolía. Pero lo otro que toca las fibras íntimas de quien la observa es que esa gráfica recoge un momento estelar de la historia de Venezuela. Fue tomada el 27 de octubre de 1946, es decir, cuando se celebraron las elecciones para designar a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente, y las mujeres ˆtambién los analfabetos y los jóvenesˆ se estrenaban en el acto de consignar una papeleta para decidir el destino del país. De todo esto ˆy másˆ habla el autor de El culto a Bolí var, y miembro del Movimiento 2D, en esta entrevista. ¿Por qué sostiene con tanta convicción que el 18 de Octubre no fue un mero golpe de Estado sino que produjo una revolución? ˆLa aparición de la primera república liberal democrática fue el resultado de una confabulación de fuerzas militares y civiles para derrocar a un gobierno que estaba establecido en función de una determinada constitucionalidad o legalidad. No podemos disminuir la significación de ese hecho. Pero lo que llega a ser definitivo es el saldo histórico. Nunca he dejado de admitir que aquello fue una conspiración. Sin embargo, los actos iniciales de aquella conspiración ya revelaban un propósito que la diferenciaba de todo lo anterior. Uno de los primeros decretos de la Junta Revolucionaria de Gobierno establecía que ninguno de sus miembros podía postularse para las elecciones presidenciales que habrían de celebrarse posteriormente. Betancourt era un joven político que se venía preparando desde hacía muchos años para llegar al poder. ¿Cómo es posible que este hombre, que de pronto se encuentra en la condición de presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, tuviera conciencia de que su condición era de facto? Es sólo después de que se reúne la Asamblea Nacional Constituyente cuando se le designa presidente provisional. Pero, apenas se instala el Congreso, depone el mando ante él. No intenta perpetuarse en el poder.¿Qué otra cosa rescataría del trienio? Aquel movimiento comienza por replantear en sus raíces el proceso de formación del poder. El poder deja de ser una atribución de un pequeño grupo social y pasa a manos de la totalidad social. Lo esencial de lo actuado entre 1945 y 1948 es que se rescata la soberanía popular, que estaba secuestrada desde que Bolívar estableció la dictadura comisoria en 1828 y que había sido sustituida por un aparato legal, constitucional, es cierto, pero que la limitaba a un reducido club electoral. Ahora votan las mujeres, los analfabetos y los menores de 21 años, es decir, aquel 90% de la sociedad venezolana que estaba al margen de las decisiones. Y ese paso indica que lo que había de tradicional en la forma de acceso al poder es un hecho anecdótico porque lo fundamental es lo que se está sembrando. Ninguno de los cambios introducidos por la primera república liberal democrática ha podido ser derogado hasta el día de hoy. Falseado, adulterado, violado sí. Pero no derogado. La primera república liberal democrática, sin embargo, sufre un eclipse desde 1948 hasta 1958, cuando nace lo que usted llama la segunda república liberal democrática. Planteo lo de la segunda república liberal democrática por una conveniencia de periodificació n histórica. Pero hay una continuidad notable entre ellas. La primera república liberal democrática no desapareció: estaba en la cárcel, estaba en el exilio, la mataron en San Agustín, pero estaba presente. La primera república liberal democrática no sólo no había muerto: rebrota el 23 de Enero. ¿Pero cómo lo hace? En medio de un movimiento militar continuista. La idea era un gobierno militar sin Pérez Jiménez, sin Pedro Estrada, pero con una junta militar. Es la irrupción sorpresiva de la sociedad, donde estaba sembrado el principio de la democracia, lo que altera aquello. Alguna gente dice que el Pacto de Puntofijo tuvo un efecto negativo. No, el Pacto de Puntofijo tenía dos caras. Por un lado, impedir el retorno de la dictadura militar y, por el otro, fortalecer el frente de la democracia ante los movimientos que de alguna manera buscaban subvertirla. La democracia es una forma sociopolítica recién nacida, que encierra dos peligros.¿Cuáles son esos peligros?Uno es la demagogia. Por eso la democracia, para sobrevivir, necesita de dirigentes muy lúcidos, muy firmes. El segundo riesgo es que la democracia estimula el surgimiento y la expansión de demandas sociales. La demanda social generada por el ejercicio de la democracia conspira contra su consolidación. Porque esa demanda social, al expresarse libremente, y al estar en la base de la formación del poder, puede influir o determinar el curso mismo de la democracia. Después de tres décadas de ejercicio de la democracia plena en Venezuela, vimos agigantarse la demanda social. Entonces entró a operar allí ese atavismo que tenemos escondido en nuestro ser íntimo, que es aquello que heredamos de tres siglos de monarquía: la idea de que es la voluntad de un hombre la que puede hacer frente a las necesidades de la sociedad. Y surge la figura de un líder, de un redentor, es decir, Fernando VIII. Una sociedad agobiada por sus necesidades, que han sido exacerbadas por el mismo desarrollo democrático, tiende a pensar en una solución salvacionista. La que vivimos. Esa tendencia salvacionista llega al poder después de un intento de recurrir al procedimiento tradicional del golpe, ése sí militar, porque el continuismo militarista no ha cesado todavía. Y no sólo es la concentración del poder en los militares, sino que es la apropiación de la administració n pública por los militares. Por eso digo que éste es un gobierno militar militarista. Este régimen ha descubierto que el gran obstáculo para su propósito de concentración absoluta y autoritaria del poder no es, propiamente, el ejercicio de la democracia, sino su más absoluta fundamentació n: la soberanía popular. Pero la soberanía popular es consustancial con la República. La monarquía emanaba de la voluntad divina; la República emana de la soberanía nacional. De manera que si no se suprime la soberanía popular no se puede llegar a una concentración absoluta del poder. Lo que nosotros vamos a vivir el 23 de noviembre es un intento de demolición de la República, no ya de la democracia. Para tú abolir la soberanía popular ya no basta con que combatas la democracia. Tienes que combatir la estructura institucional dentro de la cual la soberanía popular es determinante: la República. ¿Y cómo se puede hacer eso? Tú no puedes decir: voy a restaurar la monarquía, pero sí puedes montar un aparato de control, como el que se ha montado ahora con las regiones militares, que permita colocar al poder civil en una posición subordinada. Ese futuro Estado secuestraría la soberanía popular y la sustituiría por una nueva ficción. Esa ficción ˆlo de nueva es relativoˆ es que se interpreta la voluntad del pueblo. ¿Quién la interpreta? Aquella persona que está ungida por no sé sabe qué poder para ser el intérprete de la voluntad del pueblo. Esto no es nuevo. Esto fue Hitler. Esto fue Mussolini. Esto fue Franco. Esto fue Stalin. Esto es Fidel Castro. ¿Elecciones para qué? Yo interpreto la voluntad del pueblo. ¿Por qué la interpreto? Porque yo soy el pueblo. Nosotros somos todavía, en un gran sector de la sociedad, ciudadanos en formación, históricamente en formación. Tenemos el súbdito allí. ¿Cuándo se reconoce la Independencia de Venezuela? En 1845. Y justamente un siglo después se inaugura la primera república liberal democrática. Es decir que, en definitiva, no estamos nada lejos de nuestro pasado monárquico. ¿Y quién va a triunfar en la Venezuela que viene a partir del 23-N: la sombra de Fernando VIII, la conciencia monárquica o el legado de Rómulo Betancourt, la democracia? El gobierno militar militarista no sólo no ha logrado incorporar a nuevos sectores sociales, sino que ni siquiera ha logrado amedrentar a aquellos que desde el primer momento le han dicho No. El 2 de diciembre eso quedó bien claro. En este caso, la situación se plantea en mejores condiciones que nunca. Lo que está en liza es el poder descentralizado. Y hasta en el aparato autocrático hay gente contaminada de democracia. De tal manera que el fracaso de este régimen en crear ese partido monolítico, que daba por seguro, lo que nos está diciendo es que ese virus democrático está mucho más expandido de lo que habíamos pensado. Hemos visto la rebeldía interna. Quieren obedecer, pero no tanto. Todo intento de ir contra la conciencia democrática arraigada en la sociedad venezolana está condenado al fracaso. ¿Que puede ser costoso y doloroso? Eso es possible. Pero el desenlace, para mí, ya está dado. El 23 de noviembre próximo el régimen militar militarista chocará contra el legado histórico democrático de Rómulo Betancourt. Entrevista realizada por Gloria M. Bastidas
El Nacional. Caracas, 19 de Octubre de 2008

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