La XVIII Cumbre Iberoamericana de jefes de estado y gobierno de América Latina, España y Portugal, que se realiza en San Salvador, se ha visto avasallada por los acontecimientos de la crisis financiera mundial, dejando en un segundo plano el tema de ‘Juventud y desarrollo’, que era el eje central de la agenda. Hasta ahora han sido más importantes las negociaciones para llegar a una posición común, que sería presentada en la conferencia anual del G20 a mediados de noviembre en Washington y a la cual asistirán, entre otros, México, Brasil, Argentina y España. La delegación española, encabezada por su presidente José Luis Rodríguez Zapatero, ha trabajado duramente para lograr un respaldo del bloque latinoamericano en esa conferencia mundial, sin que haya recibido más que un tímido espaldarazo de México. Como es de esperar, la región está dividida, pues países situados más a la izquierda del espectro político como Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador, han señalado su oposición a las vocerías de bloque, afirmando que todos deben ser escuchados, sin importar su tamaño o relevancia en la economía mundial. Esta discrepancia, previsible desde un comienzo, parece explicar la ausencia de Hugo Chávez, la más notable de la Cumbre de acuerdo con algunos analistas venezolanos, quienes la consideran una medida de precaución para evitar enfrentamientos externos antes de las próximas elecciones regionales en Venezuela, en las que el chavismo se juega buena parte de su futuro en la conducción del país. La ciudadanía venezolana, según las encuestas, no ve con buenos ojos las bravatas internacionales de su folclórico Presidente. Pero las negociaciones han seguido, en parte lideradas por Enrique Iglesias, anterior presidente del BID, quien ha insistido en que el diseño de la “nueva arquitectura financiera mundial”, debe “contar con la plena participación de los países que hoy inciden significativamente en la economía internacional, como es el caso de Iberoamérica”. Asimismo ha pedido un consenso para solicitar “medidas urgentes para garantizar líneas de crédito tanto para las grandes como las medianas y pequeñas empresas”. De alguna manera esta preocupación dominante se ha ligado con el propósito inicial de la Cumbre cuando se llama a evitar el “desplome social” de la región y se pide que no haya limitación en la cooperación internacional, lo mismo que la culminación de la ronda de Doha para liberalizar el comercio mundial. Tal vez este sea el camino para que el tema de ‘Juventud y desarrollo’ pueda encontrar espacio en la Cumbre. 110 millones de jóvenes entre los 15 y 24 años, esperan un compromiso alrededor de la educación y el aumento de oportunidades de inserción laboral, que se verían frustrados si la crisis financiera disminuye los flujos de capital del Norte al Sur. Encontrar una posición unificada de Iberoamérica es el reto principal de esta XVIII Cumbre, que puede volverse importante en la misma medida en que encuentre una voz común para enfrentar los enormes retos que plantea la difícil situación financiera del mundo.
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