Por: Luis Pedro España - lespana@ucab.edu.ve - A comprar velas, pilas, linternas, llenen pimpinas con agua, compre enlatados, desconecte el calentador, cierre el paso de agua, baje las cuchillas, coloque protectores de voltaje a los equipos y ni se le ocurra montarse en ascensores. Ahora es que vamos a conocer la oscuridad, ya no sólo de ideas y propuestas gubernamentales, sino la que proviene de no haber continuado los planes energéticos que le permitieron a la democracia la electrificación del Caroní, el desarrollo de Planta Centro y Tacoa, y que hoy, gracias a los genios de la revolución, lo que van es palo abajo. Tres apagones en un mes, junto con el anuncio de nuevos recortes de energía y una insólita propuesta para cambiar el horario industrial para mejorar la distribución del suministro eléctrico, amén de la consabida barajita repetida de la conspiración contra el Gobierno, son el augurio de lo que va a ser una crisis energética que promete cambiarnos la cotidianidad, elevarlos costos de nuestra precaria producción nacional y aumentar las pérdidasde empresas y ciudadanos. Las causas de los apagones las sabemos. No hace falta que nos den los detalles o que nos caigan a embustes. Todas lasparticularidades tienen una causa común: la falta de previsión. El país sencillamente dejó de verse en el largo plazo y es por eso que nos falta la energía eléctrica, el tránsito es infernal, no hay como resolver el problema de la basura, el déficit habitacional es gigantesco, los servicios a las viviendas son inexistentes o muy precarios, ni que hablar de los sistemas de transporte público, la vialidad interurbana, los sistemas de puertos y aeropuertos, así como la dotación de servicios sociales y ambientales. En suma, se nos viene abajo todo aquello que tenga que ver con la insustituible inversión pública.Vamos camino a la ridícula imagen de un país cuyos ciudadanos tienen problemas para asearse en las mañanas y de alumbrarse en las noches, mientras su líder grita las grandilocuencias de un futuro promisorio que década tras década no termina de llegar. Por esa vía se llega al fracasado destino de quienes creen que los bienes de la modernidad son el resultado dela inmediatez voluntarista y no, como lo demuestra cualquier experiencia de desarrollo, producto del trabajo de un lento pero continuo, concertado y racional proceso de acumulación de haberes. El futuro no se improvisa, se planifica. Es por ello que hay que volver a pensar al país en el largo plazo. Por mucho tiempo perdimos esa brújula. La crisis de los setenta nos impidió ver hacia adelante para anticiparnos a los requerimientos de infraestructura y así programar las inversiones públicas. La contabilización de los requerimientos necesarios para atender la demanda de servicios de nuestras ciudades en crecimiento no sólo dejaron de hacerse, sino que las autoridades públicas se convirtieron en los apaga fuegos de grandes consecuencias que no apuntaban asus causas. Esta práctica empeoró con la llegada del actual Gobierno, dado el despiste que tiene en cuanto a la definición de su verdadera función. Es por ello que la gran mayoría de la participación social, así como la casi totalidad de la actividad que realizan las comunidades, consejos comunales de por medio, se concentra en proyectos y tramites, cuando no en acaloradas protestas, dirigidas al Estado para que atienda los problemas de infraestructura que estas instancias sociales no pueden resolver. Las improvisaciones, omisiones y errores en estas áreas, clave para el desarrollo y la calidad de vida de los ciudadanos, le van a costar al Gobierno la pérdida de unas cuantas gobernaciones y más de un centenar de alcaldías. Así que, y mientras se hacen los cambios para enderezar los entuertos, compren velas porque el Gobierno se está apagando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario