Por: José Manuel Vidal - Otro misterio en el que se cree es el de los poseídos por el diablo. El sacerdote Fortea se ha convertido en la mayor eminencia - Oficialmente, en España sólo hay dos exorcistas. El padre Fortea (foto) en Madrid y el padre Queralt en Barcelona. «Si hay más en España, designados por su obispo, les rogaría que se pusiesen en contacto conmigo», suplica Fortea. La escasez española contrasta con la abundancia italiana: uno en cada diócesis y varios en Roma.Tiene un físico frágil e inquietante, pero es capaz de echarle un pulso, siempre vencedor, al mismísimo «Príncipe de este mundo». A sus 33 años (la edad de Cristo), José Antonio Fortea, párroco de Nuestra Señora de Zulema de la diócesis de Alcalá de Henares, se ha convertido en uno de los más brillantes exorcistas del mundo. Capaz de conjugar la teoría (tiene una tesis doctoral sobre el diablo) con la práctica del exorcismo, de descubrir a los posesos incluso por teléfono y de echar al diablo en unas cuantas sesiones. El padre Fortea viste sotana rigurosa («salvo cuando vengo a Madrid, para no llamar la atención») por la admiración que siente hacia otro sacerdote exorcista: el santo cura de Ars. Considerado uno de los mejores demonólogos del momento, ha realizado ya más de una veintena de exorcismos y, desde la publicación de su libro Demoniacum (Belacqva), los casos que le llegan «se han multiplicado por 1.000». Y eso que muchos de ellos los atiende telefónicamente.«Me llama mucha gente diariamente. Les escucho, les hago unas cuantas preguntas y detecto si se trata de una auténtica posesión.Como en la mayoría de los casos no se trata de posesos, les doy por teléfono los consejos adecuados». Para echar demonios no vale cualquier cura. El Derecho Canónico prescribe que «el ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida». Fortea achaca la falta de colegas al «cuestionamiento de algunos dogmas, en los años 70, por parte de algunos teólogos» y al hecho de que «en muchas diócesis, los obispos dicen que no quieren saber nada de ese tema». Por eso, «España es una auténtico desierto de exorcistas, cuando hacen falta mas que nunca». Y eso que tan sólo el 30% de los propios católicos practicantes cree en el infierno y en el diablo. «El demonio ha experimentado suma alegría al ver que, en los últimos años, su existencia no era creída ni por los mismos creyentes, en contra de la doctrina de los Evangelios, de San Pablo, de la Biblia, de los Santos Padres, de los Doctores de la Iglesia». Y en contra de la doctrina y la praxis del propio Papa, que ha efectuado al menos cuatro exorcismos personalmente. Juan Pablo II está tan convencido de la presencia de Satanás que, en su reciente Carta a los sacerdotes, adjudica al poder del misterium iniquitatis, es decir al Maligno, la «traición» cometida por sacerdotes que abusan sexualmente de menores y extienden la «sospecha» sobre el colectivo clerical. La presencia del Maligno es hoy más activa que nunca, «porque la sociedad se ha paganizado y cada vez se practica más la brujería, la adivinación y el espiritismo, puerta de entrada de la posesión diabólica», advierte Fortea. A su juicio, «la telequinesia, la levitación, los viajes astrales, toda adivinación de lo oculto son fenómenos provocados por la intervención oculta de los demonios.Estas prácticas son invitaciones tácitas a la posesión». Lucifer sigue muy presente en nuestra sociedad fundamentalmente a través del culto que le profesan sus adeptos o mediante la posesión diabólica que presentan ciertas personas. Según Fortea, proliferan las sectas satánicas en nuestro país: sólo en Madrid hay unas 30, en España más de 100 y en Estados Unidos 450. No tienen muchos adeptos y mueren con la misma facilidad con la que nacen. La zona más proclive a las sectas satánicas es el Levante español, desde Barcelona a Valencia pasando por las provincias mediterráneas costeras, como Murcia, Almería, Málaga y Granada. Algunas de estas sectas ofrecen a Satán sacrificios humanos en misas negras, «sobre todo de niños de padres inmigrantes ilegales, cuyos cuerpos hacen desaparecer con ácido». Además el diablo reafirma su presencia en este mundo por medio de la posesión. «Se trata de un fenómeno sorprendente en virtud del cual el demonio invade el cuerpo de un hombre vivo y mueve sus órganos en su nombre y a su gusto, como si se tratase de su propio cuerpo, reside realmente en su interior, habla y lo trata como propiedad suya». Fortea está ya tan acostumbrado a tratar con posesos que los puede distinguir por signos: ponerse furioso por una oración o ante el agua bendita o el crucifijo; hablar o entender lenguas desconocidas; conocer cosas ocultas o distantes y mostrar fuerzas físicas más allá de la edad o condición. Las causas de la posesión pueden ser: el pacto con el diablo, asistir a sesiones espiritistas o a cultos satánicos, que un hijo haya sido ofrecido por su madre a Satanás, un maleficio... El exorcismo es un combate a muerte contra el diablo en nombre de Dios, en el que Satán siempre termina derrotado. Aunque éste consiga hacer cosas prodigiosas, como girar la cabeza del poseso 360 grados o hacerle reptar por el suelo como una serpiente.«Recuerdo una vez que le hice una pregunta sin mover los labios y la contestó a la perfección», dice Fortea. El exorcismo puede durar horas y horas, durante días o sólo un par de sesiones.Depende del diablo que haya que expulsar. El rito consiste en conjuros y oraciones a Dios. Los peores gritos y convulsiones se producen al inicio de la oración de conjuro. Durante el ritual, el exorcista es ayudado por cuatro o seis personas que sujetan al poseso. Éste escupe, grita y lanza terribles alaridos y risas malignas. A veces hay que atarlos. Algunos posesos muerden. Una vez liberado, el poseso queda normal, no recuerda el exorcismo para nada y suele preguntar: «¿Qué hago en el suelo?». Eso sí, «siente un cansancio enorme, como si le hubieran dado una paliza».
EL RITUAL, PASO A PASO
1. El exorcista coloca un crucifijo ante el poseso.
2. Ordena al diablo que se limite a contestar.
3. No debe creer nada de lo que oiga o vea hacer al poseso
4. Le pregunta el número y el nombre de los «entes malignos» que lo poseen y la fecha de la posesión.
5. Hace la señal de la cruz o aprieta la estola en las partes del cuerpo donde más se acuse una alteración.
6. Rocía con agua bendita el cuerpo poseído.
7. Repite las oraciones que más atormenten al poseso.
8. Pregunta al diablo por el móvil de la posesión y la zona del cuerpo donde se encuentra.
9. Impone las manos sobre su cabeza.
10. Conjura al demonio:
«Te conjuro, Satán, enemigo de la salvación humana,
reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre,
que con justo juicio condenó tu soberbia y envidia.
Aléjate de este siervo de Dios [dice el nombre],
que el Señor hizo a su imagen,
lo adornó con sus dones y lo adoptó como hijo de su misericordia.
Te conjuro, Satán, príncipe de este mundo,
reconoce el poder y la fuerza de Cristo,
que te venció en el desierto,
prevaleció en el huerto,
te despojó en la cruz y volviéndose a levantar del sepulcro
tu victoria llevó al reino de la luz.
Retrocede de esta criatura,
que al nacer lo hizo hermano suyo
y muriendo lo adquirió con su sangre.
Amén».
1. El exorcista coloca un crucifijo ante el poseso.
2. Ordena al diablo que se limite a contestar.
3. No debe creer nada de lo que oiga o vea hacer al poseso
4. Le pregunta el número y el nombre de los «entes malignos» que lo poseen y la fecha de la posesión.
5. Hace la señal de la cruz o aprieta la estola en las partes del cuerpo donde más se acuse una alteración.
6. Rocía con agua bendita el cuerpo poseído.
7. Repite las oraciones que más atormenten al poseso.
8. Pregunta al diablo por el móvil de la posesión y la zona del cuerpo donde se encuentra.
9. Impone las manos sobre su cabeza.
10. Conjura al demonio:
«Te conjuro, Satán, enemigo de la salvación humana,
reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre,
que con justo juicio condenó tu soberbia y envidia.
Aléjate de este siervo de Dios [dice el nombre],
que el Señor hizo a su imagen,
lo adornó con sus dones y lo adoptó como hijo de su misericordia.
Te conjuro, Satán, príncipe de este mundo,
reconoce el poder y la fuerza de Cristo,
que te venció en el desierto,
prevaleció en el huerto,
te despojó en la cruz y volviéndose a levantar del sepulcro
tu victoria llevó al reino de la luz.
Retrocede de esta criatura,
que al nacer lo hizo hermano suyo
y muriendo lo adquirió con su sangre.
Amén».
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