lunes, 6 de octubre de 2008

El pecado y las religiones


CRISTIANISMO - Dijo el joven al Sacerdote: "Me gustaría entrar en el Monasterio, pero nada de lo que he aprendido es importante. Todo lo que mi padre me enseñó es a jugar ajedrez, algo que no sirve para alcanzar la iluminación". El Sacerdote pidió que le trajeran un tablero, llamó a un fraile y le ordenó que jugara con el muchacho, añadiendo "el que pierda, morirá". El joven se dio cuenta de que estaba luchando por su vida, y el tablero se convirtió en el centro del mundo. Sin embargo, como conocía todas las estrategias, enseguida vio que el fraile iba a perder. Se preparaba para el golpe final, cuando observó la mirada de santidad de su adversario. Comenzó a cometer errores a propósito; prefería morir, pues el fraile podría ser más útil a la humanidad. De repente el Sacerdote tiró el tablero al suelo. "Has aprendido más de lo que te enseñaron" dijo. "Sabes que el camino de la Luz no está hecho solo de concentración e inteligencia, sino también de compasión. Te acepto como mi discípulo".

JUDAISMO - El Rabino Nahum de Chernobyl vivía siendo ofendido constantemente por un comerciante. Un día los negocios de éste comenzaron a andar muy mal. "Debe ser el Rabino que está pidiendo venganza a Dios" pensó. Y fue a dar disculpas a Nahum. Yo te perdono con el mismo espíritu que tú me has perdonado, respondió el Rabino. Pero las pérdidas de aquel hombre continuaron creciendo cada vez más, hasta quedar completamente arruinado. Los discípulos de Nahum, horrorizados, fueron a preguntarle sobre lo ocurrido. Yo lo perdoné, pero él siguió odiándome desde el fondo de su corazón, dijo el Rabino. Por eso su odio fue contaminando todo lo que hacía.

ISLAM - En una pequeña aldea de Marruecos, un hombre contemplaba el único pozo de la región. Se acercó un niño: ¿Qué hay dentro?, quiso saber. Dios, le respondió. ¿Dios está escondido dentro de este pozo?. Sí. Quiero verlo, dijo el niño, desconfiado. El viejo lo levantó y le ayudó a apoyarse sobre el borde del pozo. Reflejado en el agua, el niño pudo ver su propio rostro. Pero si soy yo, gritó. Eso mismo, dijo el hombre, volviendo a colocar delicadamente al niño en el suelo. Ahora ya sabes dónde está escondido Dios.

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