Por Carlos E Méndez - cem_publicidad@hotmail.com - La principal arma defensiva del cristiano militante contra el impío, es la oración. Por lo tanto, no me imagino ver a los cristianos del primer siglo orando para que, por ejemplo, Dios le otorgara más poder al emperador Nerón, hombre cruel y sanguinario que asesinó a su propia madre, a sus esposas, a sus hermanos, a sus colaboradores, e incendió la ciudad de Roma, lo cual le sirvió de excusa para inculpar a los cristianos y acallar la voz del apóstol Pedro y de Pablo a quienes decapitó y crucificó. En tal sentido, les hablo a los protestantes y a los católicos que andan confundidos o engolosinados con las migajas que reciben del aspirante a emperador del siglo XXI. La justicia divina seguida de la terrenal, pareciera que tardara, pero ella nunca olvida. Recuerden que la sangre de Abel clamaba a Dios por justicia desde la tierra. Tan responsable es el delincuente como el que le da el arma para cometer el crimen, así como, en menor grado, el religioso indiferente que se hace de la vista gorda con el cuento de que Dios es quien pone y destrona reyes. Ciertamente Dios tiene potestad para hacerlo, pero en una sociedad democrática no contraviene las decisiones del colectivo. Si así fuese, no habría razón para ir a votar. De allí el refrán de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Por supuesto, esto aplica cuando no hay fraudes. “Orar por los gobernantes [de turno] para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” significa que debemos pedir para que los servidores públicos se ocupen de administrar justicia. Gobernar es también garantizar la paz ciudadana y procurar el bienestar integral de los gobernados. En tal sentido, no debemos pedir ni votar a favor de aquellos gobernantes que insisten y persisten en copiar los mismos errores de aquellos que dieron al traste con las esperanzas de libertad de sus pueblos. ¿Alguien piensa que los cristianos perseguidos y los judíos conducidos a los campos de exterminio por el psicópata y genocida de Adolfo Hítler oraban para que Dios mantuviera en el poder a semejante monstruo? Eso es engañarse voluntariamente y tomar a Dios por injusto, amén de que se estaría contribuyendo con la pérdida de las propias libertades religiosas. Por favor, cristianos católicos y evangélicos, despierten! Es hora de poner los pies sobre la tierra y el voto conciente en las urnas, sin perder, por supuesto, las perspectiva espiritual de las cosas. Hay que diferenciar entre un hombre bien intencionado y otro que no lo es. Alguien que insulta, amenaza y miente a diario; que hace burla y blasfema, que siembra odio entre hermanos y regala lo que no es suyo, que lanza bombas, asalta, destroza y profana templos e instalaciones religiosas, es digno de que se le juzgue y condene por su vil acción. Si alguien piensa que Dios debe perdonar al diablo y reinsertarlo en el cielo con su legión de demonios, pues, que arranque a orar. Los apóstoles Pedro y Juan, ante casos perdidos como este de Luzbel, recomendaban a la iglesia “No orar mas por esa persona” “dejadlo al diablo para castigo del cuerpo a fin de que se salve su alma”. No seguir lloviendo sobre mojado, sino separarlo para que quizás se arrepienta más adelante, fue lo que quisieron decir los apóstoles. “… Dios conoce el camino de los justos, más la senda de los impíos perecerá”. ¿Queréis perecer con ellos?
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