jueves, 26 de febrero de 2009

Ex rehenes estadounidenses cuentan su historia


Entrevista AP - BOGOTA (AP) - Es una demoledora narración de dolor y perseverancia, de días con la mente entumecida del aburrimiento por permanecer en jaulas en medio de la selva, jornadas de extenuantes caminatas encadenados, bombardeos pero con un milagroso rescate al final. Lo más destacable de la crónica de los 1.967 días en que tres contratistas militares estadounidenses resistieron el cautiverio en poder de la guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es la descripción del comportamiento humano sometido al secuestro. Una de las revelaciones más polémicas en el libro "Out of Captivity" (Fuera del Cautiverio) es cómo se sentían respecto a su compañera de confinamiento Ingrid Betancourt. El libro se venderá desde el jueves en Estados Unidos. Uno de los empleados de Northrop Grumman afirma que la política colombo-francesa se mostró como una persona altiva, egocéntrica, que robaba comida, ocultaba libros e incluso acusaba frente a los rebeldes a los tres norteamericanos de ser agentes de la CIA. "La vi intentar querer asumir el control del campamento con una arrogancia que estaba fuera de control", dijo Keith Stansell a The Associated Press en una entrevista el miércoles. "Algunos de los guardias nos trataron mejor que ella", dijo el ex infante de marina de 44 años, uno de los rescatados junto con Betancourt y sus compañeros contratistas Thomas Howes y Marc Gonsalves y 11 colombianos cuando militares colombianos se hicieron pasar por una misión humanitaria que los sacó en un helicóptero de la jungla en julio. Betancourt no respondió a los intentos de AP por obtener una reacción a estas críticas y su hermana, Astrid Betancourt, declinó hacer comentarios cuando fue contactada por correo electrónico. El ex senador Luis Eladio Pérez, quien también estaba secuestrado en el campamento cuando llegaron los tres estadounidenses y fue liberado en febrero del 2008 tras seis años de cautiverio, negó que Betancourt alguna vez le dijera a las FARC que los estadounidenses fueran de la CIA. Pérez dijo que no haría más comentarios porque no había leído el libro. A lo largo de las 457 páginas de narración, los tres ex rehenes estadounidenses, relatan por turnos sus experiencias. Los otros dos coinciden con Stansell en casi todo, pero no siempre tienen la misma percepción sobre Betancourt. En el libro y en entrevistas telefónicas con AP, los dos dijeron que no tienen rencor, aún cuando los roces eran frecuentes entre los rehenes durante el cautiverio. "Eran literalmente campos de concentración", dijo Gonsalves. "Apenas había espacio para respirar", agregó. Es raro que un ex rehén critique públicamente a alguien con quien compartió una experiencia tan intensa y traumática, dijo Keron Fletcher, un psiquiatra británico que interrogó a personas retenidas por extremistas en Líbano hace dos décadas. "Que este hombre se lance a la yugular es muy inusual", dijo sobre Stansell. La gente que vive esos traumas "tiende a mantener callados los problemas que tuvieron entre sí y hacen lo que pueden por apoyarse mutuamente". Gonsalves dijo que los rehenes competían no sólo por espacio y el uso del único diccionario español-inglés del campamento, sino también por las minúsculas raciones de comida, era una suerte si en el insignificante caldo con una ración de arroz se asomaba una pierna o cabeza de pollo. Gonsalves no sólo carece de resentimientos hacia Betancourt, sino que más tarde desarrolló una relación sentimental con ella, desatando intensos celos entre los otros secuestrados. Dice que mantiene con ella contacto telefónico y por correo electrónico. "Es una mujer fuerte", dijo Gonsalves, de 36 años. "Solía hacerle la vida difícil a esos guerrilleros", añadió. Por ello, con frecuencia la ex candidata presidencial era encadenada todo el día cuando estuvieron por segunda vez en un mismo campamento entre fines del 2006 y hasta 2007, tras un frustrado intento de escape de Betancourt y Pérez, pero "nunca la vi quejarse o llorar por ello", contó Gonsalves. Un ex analista de inteligencia de la fuerza aérea, Gonsalves estaba a cargo de fotografiar cultivos de droga y laboratorios de procesamiento controlados por las FARC cuando el avión de monitoreo Cessna Grand Caravan que los transportaba se estrelló en la selva, en territorio rebelde, en febrero del 2003. El piloto del avión, Tommy Janis, y un sargento del ejército colombiano, Luis Alcedes, fueron ejecutados por las FARC tras el accidente. Ninguno de los tres sobrevivientes conoce las razones de esas muertes. Un equipo de rescate encontró los cuerpos al lado del avión. Stansell, oriundo de la Florida, era el jefe de la misión, mientras Howes, de 55 años y de Connecticut, era el copiloto. A diferencia de Gonsalves, quien sólo llevaba cuatro meses trabajando en Colombia, Stansell y Howes eran veteranos en misiones antidrogas en esta nación andina. Pero la experiencia no facilitó su cautiverio. Debieron cuidar de heridas sufridas en el accidente, algunas con efectos hasta hoy en día, resistir enfermedades parasitarias de la jungla y permanecer en movimiento en la medida que los militares colombianos, con el respaldo de Estados Unidos, hacían retroceder a las FARC hacia sus tradicionales bastiones en el corazón de la cordillera del país. Campamentos de las FARC, a pocos kilómetros de dónde se encontraban los estadounidenses, fueron bombardeados y eventualmente provocaron que los guerrilleros desplazaran a todos los rehenes hacia el este, en zonas selváticas planas. Howes dijo que con el tiempo los tres aceptaron la posibilidad de que la muerte podría llegar en cualquier momento, en virtud de que las órdenes dadas a sus custodios era de matarlos si los militares intentaban un rescate. Más doloroso era pensar en el día en que había llevado a su hijo Tommy a tomar el autobús rumbo al kínder pocos días antes del accidente del avión. "Era como estaca clavada en mi pecho", dijo Howes. "Tenía que forzarme a no pensar en ello", indicó. Eso fue a comienzos de su cautiverio. Después, "se nos encalleció el cerebro y nos volvimos unos prisioneros mentales", agregó. Se enfocaron entonces en algunos proyectos: en uno de los campamentos los tres establecieron un gimnasio, convirtiendo troncos de madera en barras de ejercicio. Gonsalves fabricó un juego de ajedrez artesanal y hacían maratones de juegos a lo largo del día. Si bien los matrimonios de Gonsalves y Howes no resistieron el largo cautiverio, Stansell vive ahora con una aeromoza colombiana con quien había tenido un amorío poco antes de ser capturado. Ella dio a luz a dos mellizos, se mantuvo fiel, enviándole con frecuencia mensajes de amor por programas de radio que llegan a ser escuchados en la selva. Los tres dijeron a AP que respaldaban totalmente la política de los gobiernos de Estados Unidos y del presidente colombiano Alvaro Uribe de no negociar con secuestradores, a pesar del costo que para las víctimas conlleva. Esa política les fue reafirmada, dijo Howes, cuando tras ser rescatados visitaron la Casa Blanca y el entonces presidente George W. Bush "pareció bastante firme cuando nos dijo que no negociarían por nosotros". Gonsalves dijo que "me encantaría ver que Estados Unidos continúe apoyando a Colombia hasta que alcancen a todos los máximos comandantes de las FARC... que sigan golpeándolos hasta que las FARC lleguen a una mesa de negociaciones".

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