Por: Ernesto García Mac Gregor - garciamacgregor@gmail.com - Recientemente Fidel Castro expresó que el futuro de la revolución cubana dependía de los resultados del referendo venezolano. Se refería por supuesto al triste caso de la Isla de la Felicidad que representa el fracaso socialista más patético que queda en el mundo y que sólo subsiste por los petrodólares venezolanos. En los otros dos países, las ideologías están siendo sustituidas por la sabrosa y cochina macroeconomía imperialista. En la Isla, sólo quedan los empobrecidos campesinos de siempre, los comunistas trasnochados revoloteando en sus doctrinas descontinuadas por obsoletas y los pobres diablos, quienes atrapados en el igualitarismo retrógrado jamás pudieron largarse a tiempo del paraíso socialista. Ya no hay revueltas pasionales que estremezcan o nuevos compendios de vacías estupideces que leer, ni sangrientas boberías como aquella de ir a liberar hermanos oprimidos. Y es que los ideales no siempre resultan verdades y éstas no necesariamente tienen que ser verdaderas por el sólo hecho de que alguien muera por ellas. Así lo comprendieron hace más de una década los países comunistas que pusieron fin a su sueño socialista el cual durante más de 80 años embarcó a media humanidad. Pero en 1990, Fidel, Lula, la Farc, el Eln, el Frente Sandinista y otros, termocefálicos melancólicos tropicales, fundaron el Foro de Sao Paulo, cuya finalidad es redimir a la humanidad (cobardemente abandonada por Moscú) y renacer el marxismo por lo menos en el ámbito latinoamericano. Allí, nuestro aspirante a la perpetuidad, con nuestra petrochequera ha aportado lo que faltaba para arrastrar a millones de ignorantes que poco saben lo que es una democracia. Ya no cabe la menor duda que el proyecto bolivariano es un calco de la constitución cubana con poder popular, comunas y todo lo demás. Chávez nos está encaminando hacia su comunismo del siglo XXI que va siendo lo que a él se le antoja que sea, según las circunstancia del momento. Lo peor del caso es que cada vez logra más apoyo de esos vendepatrias que por un bozal de arepas negocian su dignidad y sus principios sin importarle un bledo el futuro de la patria o de su descendencia. Que oiga quien tiene oídos
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