domingo, 22 de febrero de 2009

El ajedrez y las damas


Por: Eugenio Montoro - montoroe@yahoo.es - Convencidos que existían sólidos argumentos de todo tipo para que no fuese aprobada la enmienda a la Constitución sobre la reelección, tuvimos que enfrentar la realidad de que la mayor parte de Venezuela votó que sí. Esto será interpretado por Chávez como un apoyo a su proyecto socialista cuyo líder será, por siempre, él. No dejamos de tener esa sensación del padre que le advierte a su hija que el tipo no le conviene pero la hija, en la locura de su enamoramiento, no escucha razones y se casa. De forma similar una gran parte de Venezuela eligió casarse con Chávez a pesar de los muchos alertas que se le hicieron. No hay más que decir. Solo desearles entonces que sean felices. Las sociedades humanas han venido a ser cada vez más complejas. Aquellos pueblos rurales de la edad media donde cada día repetía el anterior, donde todos se conocían y donde calcar el oficio paterno era lo usual, se transformaron en sociedades enormes, con infinitas interrelaciones, ideas, inventos y cultura que se reproducen a gran velocidad. Las sociedades de hoy son como el juego de Ajedrez. Piezas distintas que se mueven de manera particular. Todas son importantes y se apoyan para dar el combate a la vida. Los Alfiles apuntan lejos, los Caballos saltan briosos, los Peones compactan la estrategia, las sobrias Torres esperan a desplegar su poder y la Reina protege a su Rey hasta el fin. Miles de millones de movimientos posibles convierten al juego en pasión. Los líderes para el juego no pueden improvisarse. La experiencia para jugar el complejísimo Ajedrez social de nuestros días es necesaria. Muchas partidas, muchas lecciones, mucha lectura, antes de mover las piezas que, en el mundo real, son ellas mismas las que, al final, deciden moverse y hacia donde. Posiblemente agobiado por ese enredado y vigoroso mundo que apareció de repente y no podía entender, Karl Marx propuso unas nuevas reglas para hacer sencillo el complejo juego del Ajedrez. Dijo que no debía haber Reyes, ni Reinas, ni Torres y que todas las piezas deberían ser iguales. Propuso unas fichas idénticas, como monedas aplastadas y unas nuevas reglas de juego. Todas las fichas deberían tener el mismo poder. Había transformado el Ajedrez en el juego de Damas y la aceptación de ese nuevo juego, llamado luego comunismo, fue rápida y floreció en muchos Países. Hoy, después del referéndum, se instalará también en Venezuela pues la sencillez de los conceptos comunistas hace que no se requieran grandes jugadores para mover las piezas. Chávez se ha empeñado en cambiar la exigente necesidad de diálogo social del mundo moderno por la sencillez del grito del sargento. Hasta ahora ha tenido un relativo éxito. El mareo de las Misiones, las promesas, las becas, las ayudas, los contratos, los préstamos y las amenazas le han dado los votos necesarios. Su empeño, ahora, será ir destruyendo el Ajedrez democrático y a la misma República hasta que no queden Reina, ni Caballos, ni tablero, ni nada. Solo piezas igualadas que moverá a gritos y sin reglas. Pero cuídese Presidente, las piezas aplastadas del juego de Damas a veces se transforman otra vez en Torres, Alfiles y piezas poderosas. La inmensa exigencia social de nuestros días no tolera a los dirigentes aficionados cuando le empiezan a faltar los cobres. El juego de hoy no es de Damas, es Ajedrez del nivel de Capablanca.

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