jueves, 19 de febrero de 2009

Sin pretextos para la espera


Por: Vicente Echerri - El triunfo del ''Sí'', en el plebiscito sobre la reelección definitiva celebrado en Venezuela el pasado domingo no es, necesariamente, una opción antidemocrática como muchos afirman. En algunas democracias, tan prestigiosas y antiguas como Gran Bretaña, eso es posible; en otras lo fue por mucho tiempo. En Estados Unidos se mantuvo por más de siglo y medio, hasta que el Congreso decidió reducir el mandato presidencial a dos períodos luego de que Franklin D. Roosevelt ganara cuatro elecciones consecutivas. Si el pueblo quiere elegir indefinidamente a sus gobernantes, en consultas periódicas y conforme a la ley, podría ser un aburrido desacierto, pero no constituye, per se, una práctica que menoscabe la democracia. En el caso particular de Venezuela, el peligro para la democracia --de suyo muy menoscabada en estos diez años que dura la gestión de Hugo Chávez-- no está en el resultado de este plebiscito cuanto en la persona a quien más directamente beneficia. El problema no estriba en que el presidente de Venezuela pueda reelegirse, sino en que el presidente es un matón de barrio que lleva un decenio acrecentando en ese país la corrupción y la grosera manipulación de los poderes públicos. El problema grave no es que Chávez pueda ser reelecto en 2012, sino en que siga gobernando hasta esa fecha. A diferencia del plebiscito del 2 de diciembre de 2007, cuando la oposición se impuso por un pequeño margen y se cuestionaron los resultados de ambas partes; esta vez el chavismo resultó triunfador por unos nueve puntos y todas las partes aceptaron, al menos públicamente, el anuncio de las autoridades electorales. Nadie ha gritado ''fraude'', y es posible que, en verdad, no lo haya habido. Sin embargo, eso no mejora el panorama político de Venezuela, sino que sirve para resaltar la estupidez y la ceguera de la mayoría de los venezolanos que, al votar por el ''sí'', no lo han hecho por un principio, sino porque Chávez siga mangoneando desde esa grotesca instancia en que él ha convertido el gobierno. Si Chávez es un facineroso impresentable --calificació n objetiva conforme a cualquier criterio de decoro-- sus electores son cómplices de un gigantesco acto de barbarie. Por otra parte, como tanto se ha dicho, el gobierno de la mayoría no es garante de la democracia si sirve para pervertir las instituciones públicas e imponer una agenda que menoscabe abiertamente los derechos de las minorías --que en Venezuela es casi la mitad de la población donde, además, se cuentan los miembros más profesionalmente productivos, socialmente activos, solventes e ilustrados de la sociedad, sin la participación de los cuales la gestión de gobernar se reduce al mandato de la canalla. Pasada esta campaña por el plebiscito, con los resultados que sabemos, los venezolanos más comprometidos con la democracia institucional se enfrentan con un problema que habían querido aplazar confiados en el plebiscito de diciembre del 2007: la remoción de Hugo Chávez. La reciente consulta sirve, o debe servir, pienso yo, para hacerles perder la pereza a los que se dieron cuatro años de plazo y cifraron todas sus esperanzas en el 2012 como si fuera una fecha mágica que, de por sí, les iba a borrar a Chávez del mapa político. Ahora saben que eso fue un espejismo y que la desaparición de este grotesco vociferante, que manda a Venezuela como entidad a medias entre circo y corral, necesita de un esfuerzo mayor que recurra a todos los métodos que exige la emergencia de las circunstancias, sin excluir acaso la violencia. En mi opinión, la reelección indefinida es inocua para la salud de la democracia de un país, siempre y cuando las instituciones prevalezcan; mucho más peligroso es el sistema presidencialista que le ha dado tribuna por dos siglos a toda suerte de caudillos y hombres ''fuertes'' o ''providenciales' ' que, con el pretexto de ser portavoces del pueblo, han sido responsables del hundimiento de la región. Con su victoria del pasado domingo --resultado de su orquestación mediática y de su campaña de amedrentaciones y coimas-- Hugo Chávez ha acentuado las contradicciones y ha puesto a las claras otro instrumento de la democracia al servicio de un designio ideológico y personal. Los venezolanos más responsables con su país deben agradecerle al presidente el que les haya quitado pretextos para la espera.

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