miércoles, 18 de febrero de 2009

Por su propio bien


Por: Carlos Castillo Cardona - Me cuesta respirar. Con gran esfuerzo he sacado las manos por debajo de la lápida (psicológica o real) que el Presidente nos ha impuesto a los demócratas que creemos que las diferencias no se resuelven con las armas ni con la fuerza ni con la violencia. No es fácil escribir bajo ese peso. Nunca es fácil escribir. Y, más engorroso es escribir sobre lo que ya nos parece aburrido o sobre lo que nada de lo que digamos influirá en el pensar de las gentes. Me había propuesto no escribir sobre el presidente Uribe, porque ya da tedio leer sobre sus acciones, imaginar sus intenciones y fijarse en sus particularidades personales. Los temas sobre su movimiento, forma y contenido son insoportables. El presidente Uribe se ha vuelto predecible. Hace tiempo que cabalga sobre el mismo tipo de caballo; usa la misma ruanita de tela; sus consejos comunitarios son todos iguales, con el mismo resultado y el mismo amaño; sus arranques de ira ya no asustan, producen bostezos; la sonrisita, la volteada de ojos y el índice levantado ya no tienen gracia alguna; su exagerado acento antioqueño, lleno de diminutivos, parece de Sábados felices. Las órdenes que da a militares reacios ya son cantaleta insulsa. Nos han aburrido seis años y nos quieren dar otra taza de caldo. Por lo tanto, y aunque sea por última vez, escribo sobre nuestro Presidente para hacer algo que será ocioso: darle un consejo. Que no siga los pasos de Chávez. Las razones son sencillas y no sólo tienen que ver con los daños que se le hace a la democracia cuando alguien se perpetúa en el poder. También es por su propio bien. Lo que estamos viendo nos hace pensar que ya llegó el momento de suspender todo intento de nuevas reelecciones. Por el bien de este terruño maltratado y en favor del propio Presidente. Por su equilibrio emocional y mental y por su propio bienestar político. Si Uribe termina este período presidencial haciendo su tarea de gobernar y quitándose la preocupación de ser reelegido, va a salir con buen nombre entre la mayoría de los que lo han idolatrado hasta ahora. Pero si reinsiste, va a perder mucha de la buena fama que tiene entre sus seguidores y, más aún, la gran mayoría de ellos caerá en el mismo tedio, desilusión y desesperanza que a muchos de nosotros nos embarga. Ya nada es igual. Han cambiado los condicionantes políticos y el presidente Uribe está llegado a su nivel de incompetencia. Por eso se lo nota tan errático. No ha soportado la última entrega de los secuestrados. Ha tenido que pedir cacao a Restrepo. Trabajar, trabajar y trabajar es ahora voltear. Va y vuelve. Parece estar en bajada. Y se pondrá peor. La situación social será cada vez más difícil. El país sufrirá el coletazo de la crisis de la economía mundial, haciendo más precario el empleo y la protección social. La desigualdad aumentará. Las relaciones internacionales están en difícil momento, ensombrecidas por las acusaciones de violación de los derechos humanos. No son casuales las voces de ciertos políticos uribistas, empresarios y de gran parte de los gremios que expresan descontento ante una nueva reelección. Pero, Uribe insiste. Los patos que se lanzan al agua de las candidaturas son empujados por él. Para ver qué pasa. Y todos hacen caso al jefecito. Su ego, no la realidad del país, le impide pensar que ha llegado el momento de salir por el foro. Sí. Me cansa hablar de Uribe. Trataré de no hacerlo de nuevo. Finalmente, la indiferencia es más grave. Pero quiero advertir que sus pataletas de hoy o de mañana no lograrán que cambie mi posición democrática, contraria a los tiros y las bravuconadas. No pertenezco al bloque intelectual de las Farc. Nunca estaré de acuerdo con los que secuestran, matan, siembran bombas y minas antipersona y reclutan niños para la guerra. A los maniqueos les gustaría, pero yo, como muchos, quiero la paz por las buenas.

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