domingo, 8 de febrero de 2009

La infamia tendrá un precio


Por: Octavio Dilewis Ibarra-Tamayo - Hemos dicho en reiteradas ocasiones que no podemos construir para Cuba una estructura institucional respetuosa de la ley, un genuino y permanente estado de derecho, tomando como base la impunidad para los canallas que han apaleado los derechos de nuestros compatriotas cubanos. El ajusticiamiento, no venganza, debe abarcar no solo a la gentuza que por desgracia nació en nuestra isla, también a todos los extranjeros entre los que se destaca una sustancial cantidad de españoles. No estamos entre los que le dicen a los españoles "gachupines", la última porquería de Europa, o castristas a todos los nacionalistas catalanes y vascos, entre otras cosas porque las generalizaciones nunca son justas e inteligentes. Pero el grupo que consideramos más traidor a nuestra causa, después de los traidores cubanos, es el de los españoles castristas o asociados en negocios con la cúpula gangsteril castrista, por ser en alguna medida sangre de nuestra sangre y haber estado sometidos a una tiranía similar a la que hemos padecido nosotros, no por su origen celta sino por el atropello de los derechos, incluido el derecho a la vida y a la libertad. La élite que hoy controla España a vuelto a dar la espalda a la esclavitud de los cubanos atrapados intramuros. Se acabó por el momento el sueño de un consenso bipartito PP-PSOE en favor de la democratizació n de Cuba. Frente a la actitud decente y solidaria con nuestra causa por ejemplo de Jorge Moragas del PP y Luz Modroño del PSOE, hemos padecido la complicidad con la tiranía castrista del franquista y hoy PP Fraga, dictador institucional de Galicia, el propio Zapatero y una larga lista de indeseables e infames especímenes. Es minoritaria la actuación de personas magníficas y honestas como Luz y Jorge, y sustancial la cantidad de infamia que desde España nos ha llegado a los cubanos en actitudes y actos durante el último medio siglo. Después de los crímenes de Weyler contra nuestra patria muchos cubanos hemos tratado de aprender a querer de nuevo a España. La actitud de Zapateros y Fragas nos hace cada vez más difícil la labor - Hay una enorme carga de demagogia y desfachatez en pretender, extraterritorialmen te, encausar a ex dictadores y violadores latinoamericanos de los derechos humanos, y al mismo tiempo negarse a llevar ante los tribunales al tirano coma-ex-andante Castro y su hermano, o a Santiago Carrillo en la propia España. En el caso del tirano Castro incluso abofeteando a los promotores del encausamiento con un trato indecentemente ceremonioso hacia el secuestrador de la isla caribeña. Los responsables de tales canalladas, de algún modo, tendrán que recibir la mordida ajusticiadora de la futura Cuba libre. Porque si hay algo que ofende y humilla es la impunidad. Las actitudes carentes de presentación por parte de algunos españoles, como también nos ha sucedido con los norteamericanos, son las que terminan por matar nuestra fe en ciertos discursos. Para nuestro disgusto al final entendemos a los que quieren poseer la bomba atómica porque no confían en el sentido de justicia de los que ya la tienen. Al carnicero norkoreano le dan todo lo que pide porque tiene capacidad de morder. Al exilio cubano lo apalean porque ha ido perdiendo los dientes. Mucho cubanos queremos a España en general, pero a los negociantes que se han aprovechado de la esclavitud en la isla, incluidos los españoles, en la futura Cuba libre se le debe confiscar su inversión además de imponérsele una compensación en favor de la mano de obra explotada y multas equivalentes a diez veces la cantidad del lucro que hayan obtenido en Cuba, las cuales tendrán que pagar por adelantado si quieren participar en las enormes oportunidades de negocios que se abrirán cuando la isla sea libre. "Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en si el decoro de muchos hombres". Unámonos a la campaña de presión pública para que el presidente se vea obligado a encausar la cúpula gangsteril castrista, por asesinato y tráfico de drogas en gran escala, y a ordenar su captura. Exija que el presidente haga que se cumpla la ley de Estados Unidos. Tiene que hacerlo o no podremos seguir creyendo que en Estados Unidos nadie puede estar por encima de la ley.

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