jueves, 27 de agosto de 2009

La marcha descomunal


Por Nelson Bocaranda Sardi - Rabieta. Malestar. Molestia. Reconcomio. Gritos. Órdenes de represión, como aquí escribimos la semana pasada. Uso de gases prohibidos, perdigones y hasta agua contaminada de heces en La Ballena y El Rinoceronte, los dos vehículos acorazados con los que reprimieron a los manifestantes. De inmediato salió la orden de un discurso ya preparado -con más rapidez para evitar el giro de 180º que dieron el Gobierno y su partido en menos de 48 horas tras la golpiza rojita contra los periodistas de la Cadena Capriles- en el que los violentos eran los agredidos y los agresores los ofendidos y maltratados por los manifestantes desarmados, entre los que había familias enteras con niños y adultos mezclados entre la enorme masa humana que volvió a recordar aquellas grandes marchas que no se habían vuelto a ver. Demostración mejor de que ya la mayoría del país no es la que sigue al mentiroso y fantasioso caudillo que ya tiene una década vendiendo ilusiones que no se cumplen y destruyendo todas las estructuras productivas del país. Ya las encuestas, la última de Alfredo Keller por citar sólo una, indican que la culpa de todos los males está identificada en 59% con Chávez y su gobierno. Por otra parte, la pérdida de credibilidad y frenesí por los otrora seguidores clientelares, pagados, transportados, emborrachados y devueltos a sus ciudades tras pasar unas horas en la capital, para poder ganarse unos reales, hace que cada vez les sea más difícil conseguirlos, como era hasta hace sólo dos años. Hoy en el seno rojo hay insatisfacción, desapego y críticas cada vez más abiertas al "proceso". La "escuálida" presencia de los rojitos en su "concentración por la paz, contra las bases militares en Colombia"& y en último lugar "a favor de la Ley de Educación" estuvo tan esmirriada y falta de entusiasmo que ni siquiera con los conjuntos musicales, la cerveza y el ron repartidos en las seis tarimas rodeando los accesos a la Asamblea lograron mover al caudillo de su búnker #3 para arengar a tan pocos asistentes. Las cerradas tomas televisivas del canal rojo indicaban que había escasez de asistencia. Más aun, el golpe recibido en lo más íntimo del hinchado cuerpo del líder único al ver la enorme masa pacífica que se desplazaba por varios kilómetros (y cuya extensión la captaban desde un helicóptero oficial del que sólo atinaron a decir "es completa y descomunal y va desde Chacaíto hasta la Cantv) quedó confirmado cuando a través del canal de la coprofagia pasaron dos días, incluidas noches y madrugadas, justificando la violencia oficial porque lo que buscaban los marchistas era otro "golpe pitiyanqui". No se da cuenta el teniente coronel que hay un hartazgo en la gente, incluyendo -primordialmente- la suya. La revolución ya aburre. Nada de paso de vencedores. Un graffiti que se repite en varias zonas de Caracas es demoledor: "¡Chávez, ya estás ladilla!". Lo importante es que el miedo del que quieren contagiar a la población fue vencido, en vacaciones y sin recursos económicos, por valientes venezolanos de todos los sectores que sienten su futuro y el de sus hijos amenazado por una copia al carbón, chimba, corrupta y destructiva, del régimen dictatorial cubano. Por eso la preocupación aumenta con el retorno a clases y el encuentro con las escuelas abandonadas, saqueadas y deterioradas; con maestros molestos y con la dura realidad del altísimo costo de los útiles escolares, los libros y los uniformes. Sin hablar del inflacionario costo de la canasta alimentaria. Hoy el miedo, y cada día que pase será mayor, está definitivamente -y sin retorno- del lado del Gobierno y sus secuaces. Recordemos, sin embargo, que el miedo no es buen consejero. ¡A tener las alarmas encendidas!

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