Los kabbalistas, a lo largo de la historia, han buscado despertar en sus estudiantes la habilidad de liberarse de la búsqueda de la aprobación. A menudo les empujaban tanto como podían para liberarles de su adicción. El mismo Moisés fue un modelo de autocontención y confianza en el Creador. Hay una historia que se cuenta a menudo sobre él y que tiene lugar en el tiempo de la construcción del Tabernáculo, el cual iba a ser el primer lugar en el que el mundo pudiera tener acceso a la Luz. Moisés había recibido órdenes de Dios de recolectar todo el oro, la plata y la madera que estuviera en posesión de la comunidad y esperar instrucciones sobre el siguiente paso a seguir. La comunidad estaba entusiasmada por el prospecto de participar en una petición tan divina, y todo el mundo donó y dio tanto como pudo. Se pasaron semanas recolectando y reuniendo, y muchos de ellos entregaron sus posesiones más valiosas. Todas las horas de vigilia y la energía se dedicaban a tejer, fundir, construir y medir. Pronto pasaron dos meses, y no llegaba ningún mensaje. Luego pasaron tres, y la gente empezó a dudar y a disentir. Un espíritu de juicio fermentó entre los miembros del grupo, quienes empezaron a plantar semillas de miedo y a insinuar que Moisés había gastado su tiempo y su dinero. Uno tras otro, sus seguidores le voltearon la espalda y le señalaron con el dedo acusador por el vasto almacén de posesiones que se encontraba en sus manos. Moisés no dijo nada. He estado escuchando esta historia desde mi infancia, y siempre que la oigo acude el mismo pensamiento a mi mente: ¿Por qué Moisés no le pide a Dios una programación de los sucesos para poder tranquilizar a la comunidad? ¿Acaso era pedir demasiado? Y sin embargo, cada vez que leo la historia, la respuesta de Moisés es la misma: ninguna. Él lo absorbe todo: las habladurías, las acusaciones y la traición. Y no dice nada. Finalmente, en el primer día de Aries, el Creador acude a él y le dice: “¡Ahora es el momento!”. Y entonces empieza la creación del Tabernáculo, que se acaba convirtiendo en el centro espiritual más asombroso del mundo. La lección es la no-reacción de Moisés durante estos tres meses. Él sabía que necesitar la aprobación de los demás es uno de los venenos más peligrosos para el crecimiento espiritual. A lo largo de su vida, tal como prueba esta historia, él nunca necesitó la aprobación. De hecho, el disfrutaba con la oposición porque sabía que significaba que estaba acercándose más al Creador. Los kabbalistas explican que estos tres meses de restricción, convicción y perseverancia fueron lo que le permitió a Moisés canalizar la construcción del Tabernáculo. ¿Podemos decir lo mismo de nosotros mismos? ¿Crecemos de experiencias como estas? ¿O nos aislamos y nos deprimimos? Cuando permitimos que nuestro trabajo dependa del sello de aprobación de otra persona, se vuelve más difícil alcanzar la satisfacción. Y cuando llegamos a un cierto punto, se convierte en un picor que nunca podemos rascar. Leo es una oportunidad asombrosa para vacunarnos contra el veneno de la aprobación. Este mes, encuentra situaciones en las que seas adicto a ella y deja que el ejemplo de Moisés sea tu inspiración.
Publicado por @mozartme en twitter. Link: http://tinypaste.com/4dbb1
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