EDITORIAL DE EL NACIONAL - Si algo bueno tienen las marchas de la oposición más allá de lademostración de coraje que ellas en sí mismas significan es que le infundenmucho miedo al Gobierno. Obsérvese, por ejemplo, como luego de que se anuncia una movilización contrauno de los tantos atropellos del fascismo bolivariano, de inmediato elpartido del Presidente convoca a una manifestación paralela. Pero no sólo convoca a sus militantes y seguidores, sino que le asigna a esta primordial tarea bolivariana todos los recursos del tesoro público que estén disponibles para que "la marcha" quede a la altura de aquella que organiza la oposición. Y si hace falta algo más, se le requiere a los amigos boliburgueses que "colaboren". La Disip coloca a su gente en los sitios más estratégicos y también desde un helicóptero, para sacar la suma aproximada de los opositores que han acudido voluntariamente al llamado democrático. Estas cifras de la Disip son, de inmediato, comunicadas al Presidente, que desde Miraflores se muerde las uñas y gira instrucciones a sus contactos de confianza en la marcha oficialista para que redoblen sus esfuerzos. Tratándose, en estos casos, de una prueba de fuerza tan importante para el Gobierno, se apela a todos los trucos, desde pasar la lista a los empleados y obreros, funcionarios y ministros, hasta ordenar a los alcald es ygobernadores del oficialismo que envíen a Caracas un número de determina dode "esforzados seguidores", es decir, una cuota obligatoria de autobuses con sus respectivos pasajeros, un kit con un sándwich, una franela y una gorra roja, una botella de agua y viáticos en bolívares fuertes. En Caracas, los obligados manifestantes oficialistas son recibidos por quienes tienen la responsabilidad de ubicarlos en trechos específicos de lam archa. Les está prohibido mezclarse con el resto porque luego, como no conocen Caracas, se pierden, se emborrachan y terminan durmiendo en la calle. Por lo general se les ubica detrás de los grupos de empleados de la Cancillería, de Finanzas o del Banco Central, que son los primeros en desertar fastidiados y molestos en las primeras cuadras, para que cubran esos vacíos que se ven desde los edificios más altos. A los más afortunados se les da cerveza y ron, pero sólo al final. La ruta es cuadriculada metro a metro: por eso el ministro de Interior, Tarek El Aissami, sabe que no puede permitir que las dos manifesta ciones secrucen y se midan de tú a tú. Su papel es obligar a que la oposición se concentre en las partes de la ciudad donde los sectores populares no sientan la influencia y las exigencias de los demócratas. El ministro Tarek El Aissami, insistió en exigir a los manifestantes que "cumplan" las rutas obligadas por el Gobierno "para garantizar la paz y el orden". Es que a Chávez no le cabe en la cabeza que la oposición quiere marchar en paz, sin que le paguen ni la obliguen a rendirle pleitesía nadie, sin colocarse obligatoriamente franelas y gorras rojas. Esa es la libertad.
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