jueves, 27 de agosto de 2009

Con Ciencia - Reinaldo Di Polo


Por: Jaime Requena - conciencia.talcual@ gmail.com - El pasado jueves 6 de agosto, el Doctor Reinaldo DiPolo se enteró de la existencia de una orden que prohibía su acceso a su laboratorio de investigación en el IVIC. Su despido no fue el resultado de una averiguación administrativa como lo exige su condición de empleado público, tampoco se le concedió el derecho a la defensa que le garantiza la Constitución. La instrucción fue alegremente girada sin que ni siquiera mediara una gentil copia de cortesía al investigador más productivo del IVIC y Premio Nacional de Ciencia. DiPolo nació en Caracas y es hijo de nuestra diva Fedora Alemán. Músico de a ratos, arrasó con todos los premios otorgables al mejor estudiante de cualquier curso en la Facultad de Medicina de la UCV. Desde su primer día allí, Reinaldo sabía que lo de él no era la practica hospitalaria; lo suyo era investigar. Ingreso al Centro de Biofísica del IVIC en 1966 bajo la tutoría de Raimundo Villegas. Poco después sale becado a la Universidad de Harvard, de donde pasa a la Universidad de John Hopkins, preámbulo a su asistencia al celebérrimo Laboratorio de Investigaciones en Biología Marina de Woods Hole. Allí se dedicó a perfeccionar la técnica de diálisis intracelular, que recién venía de ser inventada por Lorin Mullins. Desde el año 1974 hasta el presente y junto al científico argentino Luis Beauge, Reinaldo se ha batido con la naturaleza para arrancarle los secretos de lo que es su más significativo descubrimiento; la Bomba de Calcio. DiPolo es el científico criollo más citado por los investigadores del globo. Algo más de cuatro mil citas bibliográficas reflejan una centena de trabajos publicados en las mejores revistas del mundo durante 43 años ininterrumpidos de trabajo en el IVIC. Aplicando lo que junto a colegas, asociados y estudiantes había logrado descubrir sobre los mecanismos de regulación del calcio intracelular y su sensibilidad por lo social, lo llevaron durante los últimos años a volcar su atención sobre el Mal de Chagas, logrando importantes avances en el control del parasito. Aducen los directivos del IVIC que la medida de dejar cesante a DiPolo la motiva la necesidad de eliminar unos privilegios que como investigador disfruta, algo considerado contrario al espíritu revolucionario. Uno de esos supuestos privilegios está relacionado con el horario laboral; de acuerdo al credo bolivariano, los trabajadores intelectuales deben cumplir un estricto horario de oficina de 8 a 4. Si bien es difícil imaginar cómo será ahora el laboro de los astrónomos ­dada su predisposició n al trabajo nocturno­ a todos los demás nos complacería ver a los directivos de nuestra ciencia deshacerse realmente de los privilegios que ellos sí disfrutan; primas por jerarquía o gastos de representació n, carro o celular oficial, para no mencionar la legiones de asesores, asistentes, secretarias y hasta guardaespaldas disfrazados de chóferes. En todo caso, el leguleyismo empleado para justificar el despido de DiPolo ­incumplimiento del horario laboral­ revela el pase de factura por su conocida disidencia ideológica, junto a una buena dosis de la más vil envidia. En efecto, sólo un mujiquita, enseñoreado por un cargo y prestado de ropaje de una ideología que ni entiende, se atreve a despachar a un gigante académico sin mediar palabra para tirar al cesto, valiosos proyectos que ahora quedaran inconclusos. Hay que repudiar la falta de sensatez, valor, decencia e hidalguía del impuesto Director del IVIC, quien no se cansa de mancillar y llevar a su ruina académica al que solía ser nuestro mejor centro de investigaciones científicas.

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