sábado, 22 de agosto de 2009

El Síndrome de Rommel


Por: Manuel Barreto Hernaiz - "Se puede perder la razón combatiendo la insensatez" - Oswald Spengler. La palabra estrategia, etimológicamente nos dice que es "el arte del general" o del "generalato". La raíz strata es el término griego para definir ejército o campo de batalla. Los generales eran llamados strategos en la antigua Grecia. Hoy, el sentido del concepto reúne una amplia gama de posibilidades referidas a todo tipo de actividad que implique competitividad. El mariscal Erwin Rommel fue considerado -tal vez con la ayuda del sacrosanto Ministro de la Propaganda, Josep Goebbels- el gran estratega de la II Guerra Mundial, al punto que su más tenaz adversario, el mariscal Bernard Montgomery, en su Cuartel General siempre tenía un cuadro del oficial alemán sobre su cabeza. Incluso Winston Churchill elogiaba la actuación de Rommel y le llamaba Gran General en plena Cámara de los Comunes. Era tal la fama del "Zorro del Desierto" que fue necesaria la ayuda psicológica a las tropas inglesas, que demostrase sus humanos desaciertos, y así, se acabase con el mito de su invencibilidad. Luego de la derrota del "Afrika Korps", y ya encargado de la defensa del Muro del Atlántico, Rommel se convenció rotundamente de las monstruosidades del Hitler y sus secuaces, y decide apoyar el atentado contra Hitler ideado por Klaus von Stauffenberg, lo que le costaría la vida.Y de esta manera, este "Síndrome de Rommel" ha venido manifestándose en nuestro país, no tan sólo por lo que tan exhaustivamente reseñó el Profesor Garrido en sus documentadas obras; o por cuanto han mantenido las encuestadoras hasta hace poco tiempo.Si los factores democráticos quieren tener vocación de poder, deben replantear su estrategia y tener un discurso que les permita que los ciudadanos les vean como opción viable. Reconocemos que el asunto de la promulgación de la Ley de Educación, o bien la Electoral; la pertinente a la Propiedad Social; así como el asunto de las 34 emisoras radiales, en fin todo este pandemónium en el cual los venezolanos estamos inmersos, y vemos cómo destruyen el ordenamiento constitucional, debe ser tratado en su justa dimensión.A partir de ahora debemos velar porque la emoción no se anteponga a la visión estratégica, que es cuando empezamos -una vez más- a cometer errores y, sin darnos cuenta, de repente nos encontramos haciendo declaraciones a la prensa sobre los temas que propone el régimen: Desde ese momento nos están marcando la agenda y perdemos el control de los temas de debate público por dejarnos llevar por las emociones. Luego de una década de impertinentes disparates, allí está la realidad ineludible, los sempiternos e irresolutos problemas sociales de salud, seguridad, vivienda, costo de la vida, corrupción; el mensaje del régimen, a pesar del tono y del despilfarro, ya se ve agotado, así como el descaro en cuanto a la obligatoriedad de asistencias a marchas y los permanentes abusos sobre los empleados públicos, los actos radicales y la ineficiencia gubernamental. El régimen es el primer responsable de conducir el país al caos. En vano se invoca la custodia de los pobres, la inclusión social o la redistribució n de las riquezas. Y estos son los temas que se imponen. Ha llegado el momento que nuestra comunicación sea proactiva, dejemos al régimen el mensaje reactivo. Pero tengamos presente que la estrategia es un proceso continuo, no es algo que hacemos una sola vez y luego cambiamos a otra cosa. Tengamos presente que el compromiso político con el país se trata no de compromiso de estrategias y tácticas de carácter coyuntural, sino del compromiso ante grandes decisiones fundamentales: adhesión a la verdad, búsqueda de la justicia, y fidelidad a los pobres y marginados. Así como los Panzers de madera trataron de evitar la caída del Alemein, mucho ruido y polvareda, así deben ser observadas y consideradas las venideras acciones de este pendenciero régimen; en tanto que por nuestra parte, se hace imprescindible que coloquemos lo social como centro de la acción política para consolidar una nueva mayoría en nuestro país.

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