miércoles, 15 de octubre de 2008

A un año de la muerte del Cardenal Castillo Lara


Por: Macky Arenas - mackyar@gmail.com - El próximo jueves 16 se cumple un año de la muerte del cardenal Castillo Lara. Sus memorias póstumas serán presentadas ese mismo día, en un acto abierto al público a las 6 de la tarde en el Colegio Don Bosco, la casa de la orden religiosa a la cual tanto se enorgulleció de pertenecer. Ha sido un año frío este 2008 durante el cual quienes lo quisimos pasamos por el ventisquero de su ausencia. Pero ese frío nuestro, tropical, se diferencia del que sufren otras latitudes por poseer la humedad que nos libra de males mayores. Desde otra perspectiva, ha sido un período hasta caliente que pareciera mostrarnos cómo su partida, perceptiblemente, ha ido acelerando los acontecimientos que de manera inevitable tienen que sucederse para abrir paso a los cambios que este país demanda. Un día le participé que me proponía escribir su biografía y que esperaba contar con su aprobación. Me comentó: "¿Sabes qué? Roberto Giusti anda en eso porque ha venido ya un par de veces a grabar conversaciones conmigo". Entonces le dije: "¿Roberto? ¡Ah! Eso ya son palabras mayores. Él es excelente, admiro mucho su pluma y sé que será lo mejor". La cosa quedó así. Roberto publicó en diciembre del año pasado sus envidiables conversaciones con el cardenal. Ellas hicieron posible el que, de una manera fresca y muy directa, nos enteráramos de muchas cosas que el gran público ignoraba acerca de este irrepetible personaje. Días después de aquel breve diálogo, en su casa de Güiripa, de repente me dijo: "Te cuento lo que resolví: voy a escribir mis Memorias". Independientemente de lo que pudiera quedar escrito por otras personas, obviamente él sentía la urgencia de dejar su propio testimonio, lo cual me sonó impecable. Puso manos a la obra y de su puño y letra dejó constancia de su vida. No había manera de que congeniara con la computadora. Poco a poco, asistido por el trabajo arduo y amoroso de sus colaboradoras, Teresita y Luzmarina, fue dando forma a todo aquello, sistematizando, ordenando, hasta que armaron la historia. La muerte lo dejó llegar hasta su regreso a Venezuela. El resto del periplo corresponde a estos diez años, los últimos de su vida. Transcurridos en Güiripa hacen el vacío menos grave pues estando entre nosotros la reconstrucción del tramo es perfectamente abordable. Eso nos convierte, a quienes le rondamos cerca, en deudores para con él, para con la historia y para con ese país que anhelamos y que sigue viviendo en su recuerdo. Es normal que cuando se piense y se hable del cardenal Castillo Lara, venga a la mente un venezolano eminente, un religioso prominente y un patriota fuera de serie. Pero resulta que ésta década que pasó entre nosotros, en su Venezuela amada, tal vez fue el período en que pudo ser más plenamente humano, más sencillo, más cercano, más él y más de uno. Hay aspectos de su personalidad, de su obra, de su lado más gentil y compasivo que son sencillamente desconocidos. El jamás lo habría contado. Eso queda para quienes tenemos una parte de nuestra memoria comprometida con él. Y hoy comienzo a rescatar esa memoria, mi memoria con mi querido cardenal.

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