martes, 16 de septiembre de 2008

El Cuento de la Gallinita Escuálida


Por: Ernesto García Mac Gregor - garciamacgregor@gmail.com - Una gallinita escuálida encontró unos granos de trigo y dijo a sus vecinos chavistas: “si sembramos este trigo, tendremos pan endógeno para comer. ¿Alguien me quiere ayudar? ¡Yo no! replicó la foca aplaudidora comunista, estoy en la Misión Robinson, ni que fuera una analfabestia, no tengo tiempo para esas tonterías. ¡Ni yo!, aseveró el bachiller zorro socialista, la Misión Sucre no me deja tiempo ni para pensar”. ¡Yo tampoco!, replicó la culebra del Psuv, estoy en los círculos bolivarianos y la consigna “patria, socialismo o muerte” es más importante. ¡Mucho menos yo, que soy líder del Comando Maisanta!”, completó el cochino tupamaro. ¡Entonces sola lo sembraré! dijo la gallinita patriota. Y así lo hizo. El trigo creció y maduró. ¿Quién me ayudará a recogerlo? quiso saber la de la cuarta. Pero cada uno de los componentes del bestiario revolucionario rehusó participar, aduciendo que les podían sonsacar la beca, el cambur, el terreno invadido, la tajada del reparto en el Concejo Comunal o la mordida de la cooperativa. Entonces, yo misma la recogeré, dijo la pitiyanqui. Finalmente, llegó la hora de hornear el pan. ¿Quién me ayudará? Pero al unísono la respuesta de los revolucionarios fue: ¿cuánto hay pa´ eso? ¡Entonces, yo misma lo haré! Exclamó de nuevo la cívica gallina. Cocinó cinco panes y se dispuso a comerlos junto a su familia. De repente, el Consejo Comunal reunió a las bestias de la comuna y armó una manifestación que portaba pancartas con la frase escrita “hambreadora del pueblo”. Llamaron a los Círculos Bolivarianos del terror, a un Fiscal, y al Defensor del Puesto y le dijeron a la pobre gallina: “usted tiene demasiado pan y debe compartirlo o le será expropiado”. Los trabajadores más productivos tienen que compensar a los que laboramos para la revolución. Además debe pagar los impuestos para así poder sostener a todos los programas sociales tan necesitados por nosotros los vagos de oficio. Y así, todos vivieron pusilánimemente felices para siempre, inclusive la pobre gallina, quien temblorosa se adoptó a la situación. Ahora, todos se preguntan. ¿Por qué será que esta escuálida, fascista, golpista, gallina, jamás en su cacareada vida ha vuelto a hornear un pan? (modificado de Eliodoro Niklaus). Que oiga quien tiene oídos...

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