viernes, 19 de septiembre de 2008

El Tiempo de Dios


Por: Vinicio Guerrero Méndez - vinguerrero@hotmail.com - Y en el undécimo año, en el mes de Bul, (noviembre) que es el mes octavo, fue acabada la casa con todas sus dependencias, y con todo lo necesario. La edificó, pues, en siete años. (1Reyes 6:38). No sé, ni entiendo mucho sobre estas cosas pero siento que el hombre jamás, ha debido alterar el tiempo desde su creación. Dios no se equivoca el hombre si. Los romanos para darle honor a sus ídolos, agregaron al calendario el mes de junio, julio y agosto pero en verdad y a mi extrema ignorancia en estas cosas, consideré antes de escribir documentarme incluso entre calendarios hebreos, gregorianos, cristianos, etc., sentía miedo de continuar ya que el hombre, desde siempre, ha querido jugar con los tiempos, - incluso hace poco, por capricho, en nuestro propio país-, nos cambiaron un horario como si esto fuera más importante que Dios. Como si Dios se hubiera equivocado. Después de mucho hurgar hasta cansarme, comprendí que Dios atañe la verdad de la creación, que solo él creó el mundo y es su Señor. Un año a la medida de Dios, está compuesto por nueve meses y no por doce. Es así como puedo explicar, que el mes de noviembre en realidad, es el mes octavo del año. Hace miles de años en este mismo mes sucedió el diluvio, Mabul, palabra que tiene la misma raíz que bul, por esto mismo se decretó sobre él un mes de rocío y lluvias. De lo que puedo expresar ya que no soy un erudito, ni poseo ese maravilloso don de la predicción, solo visualizo los detalles que dan lugar a los hechos. Vaya el caso de si noviembre es el mes ocho, entonces las elecciones de nuestro país serán en un día denominado veintitrés (23) pero no solamente es eso, sino que la suma total también da la misma cantidad (2+3+8+2+8=23). Cada vez que buscaba, pedía sabiduría y conocimientos a Dios y a medida que leía y hurgaba, mayor era la información que recibía. Ciertamente comprendía que el tiempo de Dios es perfecto. Visualicé el salmo que consideré apropiado a ese número veintitrés, es una breve aclamación al Creador, al cual le pertenece la tierra, y sus habitantes, que ahora trato de profundizar, y que se refiere al juicio al que somete a sus criaturas, condicionadas por la nada y por el mal. Lo detallé con sumo cuidado. En cada palabra que pronunciaba encontraba elementos de justicia; una confianza como venida del cielo visualicé al Rey David clamando por su pueblo de esta manera:… “Señor eres mi pastor. Nada contigo me falta. En lugares de delicados pastos nos harás descansar y junto a aguas de reposo, nos pastorearás. Confortarás nuestras almas. Nos guiarás por sendas de justicia por amor de tu nombre. Aunque andemos en estos valles de sombra de muerte no temeremos mal alguno porque tu estás con nosotros. Tu vara y tu callado nos infundirán aliento. Aderezarás la mesa delante de nosotros y en presencia de nuestros angustiadores. Ungirás nuestros cabellos con aceite hasta que nuestra copa se reboce. Ciertamente tu bien y tu misericordia nos sigue y seguirá todos los días que resten de nuestras vidas, morando con nosotros por dilatados y continuados días. Amén….”. Siento que nos esperan momentos de sano juicio y de acontecimientos inesperados. Seguro estoy que nada será tan sangriento como lo imaginamos muchos. Es preciso que confiemos en el Señor y pidamos mucho. Sobretodo a Jesús, la Virgen María y José. Gracias a que muchos hombres y mujeres sumamente piadosos de nuestro país están orando con mucha fuerza. Ayudémosle también con este salmo. Dios una vez más aun en medio de calamidades por venir en el mundo concederá perdón a Venezuela. Solo puedo decirles que Dios a través de los tiempos ha sido misericordioso con esos hombres que han clamado a él por la humanidad y por sus hermanos cabe el ejemplo como miles hasta hoy: “Entonces Moisés clamó a Jehová diciendo: Te ruego, Oh Dios, que la sanes ahora” (Números 12:13), “Y clamó Samuel a Jehová por Israel y Jehová lo oyó” (1samuel 7:9b), “Perdónalos Señor porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34) por eso me tomo la libertad de llamar el año que comenzará, no el dos mil nueve sino el dos mil nuevo. Afectuosamente, Imperfecto.

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