Por: Leandro Area - El gobierno de Chávez hace tiempo ya que fracasó en la calle pero no quiere, no puede, aceptar esa cruda realidad que en democracia se paga, normalmente, perdiendo elecciones a consecuencia del voto castigo. Faltando apenas dos meses para que el 23 de noviembre se escojan gobernadores, alcaldes y autoridades municipales en elecciones que esperamos limpias, en Venezuela el gobierno de Hugo Chávez impone sus atrabiliarias reglas de juego sin control alguno apoyado en una gradería mediática, inmediática y mediatizada, que refleja el pánico que provoca, en él y en los que lo rodean, la avisada derrota. Para quienes no lo saben pero lo imaginan, este evento es un pulso de fuerza que Chávez requiere para tantear sus posibilidades de perpetuarse en el poder a través de una factible reforma constitucional apurada en el delirio de ese Chimborazo que provocaría una victoria holgada. Por ello este evento electoral próximo resulta decisivo para estimar el futuro previsible de la nación. Invasivo el personaje de marras, exagera su propensión histriónica en momentos en que se siente inseguro o acorralado, y no es para menos si tomamos en consideración dos hechos notorios, a saber, el primero, que el resultado de "la encuesta de las evidencias", es de números exitosos y apoyos crecientes para candidatos de la oposición, mientras que los ungidos por el líder se desinflan o desguañangan entre sí. El segundo, es que el gobierno de Chávez hace tiempo ya que fracasó en la calle pero no quiere, no puede, aceptar esa cruda realidad que en democracia se paga, normalmente, perdiendo elecciones a consecuencia del voto castigo que es la expresión íntima, legítima y vinculante de la voluntad popular que ya el 2 de diciembre de 2007 se pronunció diciéndole que "no" a una bravata voluntarista, que incluso sus asesores más cercanos le desaconsejaron, para imponer un dizque "socialismo del siglo XXI". Pero como si no fuera con él. Ahora me detengo y me percato de que en estos días de efervescencia callejera aparecen tres "mosquiteros" del Presidente, cada uno más locuaz y agresivo que el otro, como para que el padre los vea, compare y escoja. "Uno" brama: "cuidado si me lo tocan"; "Dos" esputa: "y el control de cambios se lo van a tener que calar"; y "Tres" rebuzna para no quedar por debajo, ya en decibeles inaudibles e impertérrito, "los vamos a quemar vivos para que respeten". Los tres, guapos y apoyados con risotadas sardónicas y espalderas, nos apuntaban con la uña que es una forma poco educada de recordarnos lo frágiles que somos frente al puño, la hojilla, la bomba lacrimógena, el revólver o el fusil. ¿Te acuerdas, García Lorca? Frente a tanto terror de película sordo-muda es mejor tomárselos con soda y valerse de las siguientes indicaciones: 1) No comer casquillo; 2) Luchar contra la abstención; 3) Arroparse con la Constitución Nacional ; 4) Convencer a tus semejantes de las bondades del candidato en el que se cree; 5) Cuidar los votos frente al fraude consentido y arbitral; y, 6) Pelear con coraje, fervor, mística y honestidad, palabras empantanadas en la realidad de hoy que es posible cambiar por y para bien.
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