lunes, 22 de septiembre de 2008

Posturas desesperadas



“El gobierno de Chávez ha aplicado sistemáticamente políticas discriminatorias que han limitado el ejercicio de la libertad de expresión de los periodistas, el derecho a la libertad sindical de los trabajadores y la capacidad de la sociedad civil de promover los derechos humanos en Venezuela”, sostiene Human Rights Watch en el informe sobre la situación de los derechos humanos en ese país. Esta afirmación, que muchos venezolanos consideran tímida, dio para otra actuación salida de madre del Gobierno venezolano. En un acto sin precedentes, expulsó del país a los delegados de HRW, alegando que ese análisis es “una intromisión en los asuntos internos”. Se trata tan solo del informe anual acostumbrado por esta polémica organización que afirma defender la vigencia de los derechos humanos en el mundo y que, como es usual en materia tan sensible, si acaso da para controversias, pero no para actuaciones como la del régimen de Chávez. De allí que el vicecanciller chileno Alberto van Klaveren saliera en defensa de su compatriota José Luis Vivanco, delegado de HRW para las Américas y calificara su expulsión de Venezuela como un acto “desproporcionado”, anunciando que Chile pedirá explicaciones “por vía diplomática”. A ello el canciller venezolano, Nicolás Maduro, ha reaccionado con vehemencia, afirmando que la postura chilena es “escandalosa”, al defender la actuación de una “organización que recibe financiamiento del Gobierno estadounidense”. Se trata, claro está, de una calumnia. HRW se caracteriza por no recibir donaciones de ningún gobierno, menos del norteamericano al que ha criticado a lo largo de los últimos años, en especial en torno a la guerra de Iraq y a la situación de los prisioneros de guerra en sitios como Guantánamo. Pero es el estilo de Chávez en Venezuela: cada vez que sucede algo que contraría sus propósitos de hegemonía en América Latina, o cada vez que se acerca una elección interna, responsabiliza “al imperio” por lo sucedido, con ánimo de fanatizar a sus militantes y enardecer el ambiente de su país. Así sucedió con los problemas de Bolivia. No bien Evo Morales expulsó al Embajador estadounidense, Venezuela hizo lo mismo, agregándole el lenguaje de sargento que acostumbra Hugo Chávez cada vez que quiere bajar a las alcantarillas, lo que sucede con frecuencia. Es una estratagema para crear un enemigo externo, de tal forma que quien se oponga puede ser acusado de “traidor” y “enemigo de la Patria”. Exactamente la atmósfera de “intolerancia política” denunciada por HRW para, en este caso, evitar la derrota en la elecciones regionales previstas para noviembre, en las que el chavismo puede perder un buen número de gobiernos locales y regionales. Este tipo de reacciones desproporcionadas y contrarias a las maneras que rigen las relaciones internacionales revelan el desespero de quien se siente débil, sabe que ha cometido errores costosos y no puede mirar al futuro con tranquilidad. Por otro lado, en Colombia no hay embajador de Venezuela hace meses. ¿Acaso será mejor así?

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