martes, 30 de junio de 2009

Un país pobre, con ilusiones de rico


Por: Alberto Rodríguez Barrera - Se puede afirmar, con todo énfasis, que en ningún país de la América Latina, en cualquier época de esta región del mundo, se ha dado un impulso más acelerado a la educación integral del pueblo como el recibido en Venezuela en los primeros tres años del Gobierno de Coalición transcurridos entre 1959 y 1961. De 69%, se llevó al 86% a la población escolar inscrita en las escuelas, alcanzando las plazas disponibles en educación el 97%. Partiendo de la tremenda batida dada a la ignorancia, la reducción del analfabetismo llegó a la cifra récord del 30% (la tasa de analfabetismo en 1958 estaba en 56,6% y se llevó al 26% en 1961), en educación media se duplicó (de 11.000 concurrentes en 1958 se pasó a 202.000, un incremento del 85%). En resumen, más de millón y medio de niños, adolescentes y jóvenes estaban inscritos en todos los planteles del país. Y en cuanto a educación superior, se creó la Universidad de Oriente con sus escuelas ubicadas en los Estados Sucre, Anzoátegui, Monagas, Nueva Esparta y Bolívar. Se elevó a 25 mil alumnos inscritos en las universidades nacionales. La labor educativa se desarrollaba pese a la excesiva politización que promulgaban los partidos obnubilados por la violencia de Cuba, con brigadas de choque declarando guerra a muerte contra las instituciones democráticas, fabricando artefactos explosivos y manipulando armas de fuego en liceos y universidades. La lucha del Gobierno de Coalición era también para que el esfuerzo hecho por llevar la educación a todas las capas sociales del país no se desfigurara o frustrara por la obstinada y antivenezolana conducta de pequeños cenáculos de organizaciones políticas que se iban asimilando a grupos terroristas. Por otra parte, se continuó ejecutando el plan de vialidad formulado en 1947, incrementándose con la inversión de 932 millones, con lo cual en tres años se habían pavimentado 1.743 kilómetros de carreteras (Guatire-Caucagua, El Guapo –Barcelona, Bejuma-Nirgua- Chivacoa, Carora-Lagunillas, Dos Caminos-El Pao), construyéndose en el mismo período 885 kilómetros, mejorándose 2.924 kilómetros y repavimentándose 511 kilómetros, además de adelantarse la construcción de otras, como Barinas-Pedraza y Temblador-Los Barrancos. De la misma manera, se concluyó el puente sobre el río Apure, se intensificaban los trabajos del puente sobre el Lago de Maracaibo (a concluirse en 1962), comenzaba la construcción del puente sobre el Caroní, se licitaba el puente sobre el Orinoco, garantizando la comunicación permanente entre Ciudad Bolívar, el complejo industrial de Santo Tomé y el resto del país. La autopista Coche-Valles del Tuy-Tejerías y la de Valencia a Puerto Cabello se pondrían en servicio en 1963. Las telecomunicaciones eran igualmente aceleradas: se aumentó en 341 canales telefónicos y telegráficos, la construcción de 3.421 kilómetros de líneas físicas, nuevos circuitos con el exterior, la nueva central semiautomática de Caracas, el aumento y mejora de la calidad entre la capital, los Andes y el oriente del país, previéndose la red troncal de microondas en el oriente y el cable submarino que nos uniría con Estados Unidos. La red radioeléctrica de costas y ríos fue aumentada en 14 unidades de ayuda y salvamento marítimo. Adecuándonos a la era del jet, la política de aeropuertos implicaba las ampliaciones de las pistas de Maiquetía, Barquisimeto, La Fría; se construía y ampliaba el aeropuerto de Barcelona, se comenzó el de Maracaibo, se ponía en servicio el auxiliar de Trujillo; se instalaron radares en 4 aeropuertos, se actualizaron 5 torres de control. El servicio postal fue combinado con la empresa privada y se redujo en 50% la demora en entregas (habiéndose suprimido la lectura de correspondencia que rigió durante la dictadura). Fue creada la Venezolana Internacional de Aviación S. A. (VIASA), la Compañía Venezolana de Navegación dejó de tener pérdidas y se le agregó el transporte del mineral de hierro de Guayana y el de productos que ya había comenzado a fabricar la Siderúrgica de Matanzas. La salud mejoró considerablemente, gracias a campañas de medicina preventiva, saneamiento ambiental, vacunación, la intensificació n del programa de construcción de letrinas, acueductos rurales, la habilitación de camas hospitalarias (19.000 en 1958, y 23.575 en 1961, 20% de incremento en 3 años), incremento de 500 camas en el Hospital Militar para asegurados, dotación del servicio de traumatología del Seguro Social, y se preveía la integración de los servicios de salud en un comando único, en concordancia con la capacitación puesta en marcha para remediar el problema de escasez de personal técnico, especialmente de médicos y enfermeras. En 1959 había 334 comedores escolares, para 56.495 plazas. La cifra se elevó a 442, se aumentó el cupo a 70.565 plazas, atendiéndose en los 776 comedores a 127.000 niños diariamente. Más de 120 menores fueron atendidos por el Consejo Venezolano del Niño, que extendieron los campos de recreación dirigida hacia buena parte del país. En acueductos, cloacas y otras obras de saneamiento ambiental se cubrió el servicio en 59 ciudades, construyéndose más de 200 acueductos en la zona rural, se continuó la construcción del dique Lagartijo (ocho veces mayor que La Mariposa) cubriendo la necesidad de agua de Caracas para los próximos 8 años. Se aumentó en 44% la población servida; se realizaron cuantiosas inversiones en los acueductos de Margarita y Cabimas, se trabajaba para cubrir 99 ciudades de más de 5.000 habitantes, además de 300 poblados rurales); 300 años después de construida la ciudad de Mérida, finalmente llegó el servicio de agua potable. Además de satisfacer necesidades humanas, los acueductos y cloacas eran la base del saneamiento ambiental, con menos enfermos en la medida en que todo el país dispusiera de servicios públicos de agua potable y eliminación de aguas negras. El Gobierno de Coalición no pagaba dividendos de publicidad. Enterrar tubos para distribuir agua y recoger excretas no es de las empresas que seducen a los gobernantes embelesados por la idea de construir sobre la superficie para que se vieran (como lo había demostrado nuestra historia de carencias), pero los pueblos sí sienten y agradecen una obra encaminada a satisfacer sus necesidades primarias. Una nación moderna se construye en sus cimientos, no en abalorios ornamentales. La nación moderna se estaba forjando en Venezuela al dotar a sus ciudades, pueblos y caseríos de adecuados servicios de acueductos y de cloacas. El agudo y crítico problema de la vivienda se atacó con construcción propia y con una recio programa de créditos y asistencia técnica hacia los privados. Durante los primeros tres años se construyeron –por parte del gobierno constitucional- 18.400 viviendas y se otorgaron créditos para la construcción de 11.000 otras viviendas. En 1961 se creó, además, la Comisión de Ahorro y Préstamo, se lograron préstamos internacionales para la construcción de 12.500 viviendas en 1962 para las clases de más bajos recursos y otras 4.500 unidades en Guayana, Coche y Morón. Se previó la creación del Instituto Nacional de la Vivienda (INAVI), además de habilitarse el programa de remodelación de barrios por vía de la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y el Fomento Muncipal (FUNDACOMUN). La creación paralela de la Fundación de la Vivienda Popular, organización no lucrativa y de servicio social, movió la habilitación de recursos privados y financiamiento externo para un problema que se afrontaba con franqueza, ya que también tomaba en cuenta los 700.000 ranchos de techo de paja en el ámbito rural, plagados del chipo o chupón, vector del terrible mal de chagas, que después de haber sido erradicado el paludismo constituía el nuevo reto endémico planteado a la nación. La movilización de voluntades e inversiones, públicas y privadas, en obras que se no consideraban reproductivas, buscaba respaldar la política de medicaturas, acueductos y cloacas y el saneamiento ambiental –de salud y bienestar- que no podían ser asumidas en su totalidad por el Estado. Había conciencia de que, paralelo al desarrollo urbano que avanzaba aceleradamente en las ciudades, no podía dejarse por fuera a millares de familias venezolanas que estaban al margen de la higiene y huérfanas de comodidad, sin casas confortables. Pero habían prioridades como el agua, su disposición, salud, educación. Porque el desarrollo es un problema de tiempo, especialmente en un país pobre que vivía la ilusión de ser rico.

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