martes, 16 de junio de 2009

¿El fin de la familia numerosa?


Para Ti - En 1798, el economista y pastor anglicano inglés Thomas Malthus publicó Ensayo sobre el principio de la población, una obra que escandalizó porque dejaba la puerta abierta a la “restricción voluntaria de la humanidad”. Según la teoría malthusiana, mientras la población estaba aumentando en progresión geométrica, la producción de alimentos lo hacía sólo de manera aritmética y, por esa razón, se debía interrumpir el ritmo del crecimiento demográfico a través de la llegada al mundo de menos hijos. De lo contrario, el economista vaticinaba graves conflictos a futuro, como guerras, epidemias y una situación insostenible a nivel global. Dos siglos después, la cuestión propone un debate idéntico, pero desde una perspectiva nueva: la urgencia. ¿Es la superpoblación la clave para explicar la destrucción del planeta? Esa pregunta se ha transformado en la del millón para las organizaciones ecológicas, y genera las mil y una respuestas, algunas muy severas –quienes dicen que habría que reducir considerablemente la cantidad de hijos por parejas– y otras extremas, quienes conminan a abandonar la reproducción humana. “Estamos pidiendo de forma voluntaria a todas las parejas que piensen acerca del impacto que el tamaño de sus familias tendrá sobre el medio ambiente. Y esperamos que aquellos que vean el crecimiento poblacional como un problema decidan no tener más de dos, o tal vez sólo uno, para ayudar a estabilizar la población mundial –plantea Rosamund McDougall, directora de Optimum Population Trust, una organización británica creada en 1991 para reducir la población a través de la iniciativa Stop at two, una cruzada que alienta a “parar de procrear” al segundo hijo–. Nos parece extremo sugerirle a una persona que no tenga ningún hijo, sería muy triste. Yo creo que, además, no es necesario y, de hecho, ¡generaría la extinción de la especie humana! Pero no veo mal que si algunos individuos realmente no quieren tener hijos propios, decidan no hacerlo o adoptar chicos”, explica McDougall en diálogo con Para Ti. La idea de tener como máximo dos hijos no es nueva: en 1968, el movimiento Zero Population Growth establecía que la población se iría estabilizando si una pareja sólo traía al mundo tantas personas como las de reemplazo. En la práctica, su legado no se cumplió: los adultos comenzaron a superar las expectativas de vida, muchas familias siguieron apostando a los núcleos numerosos y la pobreza y la falta de educación de los países menos favorecidos desestabilizó el ya de por sí débil equilibrio de la balanza de nacimientos. “Ahora bien: aquellos padres que ya tengan dos o más hijos y quieran hacer algo por el planeta también pueden tomar decisiones ‘verdes’. Hay muchas opciones y cosas para hacer, como por ejemplo desarticular el consumismo”, propone la directora de OPT. El reconocido ecologista norteamericano John Feeney, impulsor de la campaña Global Population Speakout, una convocatoria para discutir públicamente el tema de la superpoblación, advierte: “Nuestro crecimiento demográfico e impacto descontrolado sobre el ambiente natural nos está llevando inexorablemente hacia calamidades de magnitudes impensables. Y están de acuerdo en la necesidad urgente de abordar el tema poblacional. Nos estamos enfrentando a graves problemas por la escasez de recursos y no somos capaces de desarrollar fuentes de energía renovables lo suficientemente rápido como para hacerle frente a esa situación”, sostiene. Para Feeney, el tamaño y el crecimiento de la población son la causa fundamental de todos los problemas ecológicos. “Estamos creciendo y propagándonos hacia nuevas zonas, alterando el hábitat de la fauna y la flora. Por eso, tener o no hijos o ver cuántos debe ser parte de una discusión global. La planificación de la familia forma parte de los recursos más amplia y fácilmente disponibles. Tenemos que educar a mujeres y niñas al respecto y enseñarles que tienen más opciones sociales que la de convertirse en madres”, responde y su planteo ya ganó un foro especial en el portal en la cadena BBC Mundo, en donde eleva voces a favor y en contra. Desde mitad del siglo XX, varios países implementaron políticas de control demográfico. En China, la política del hijo único rige desde 1979 y, aunque en 2008 hubo un intento de revisión y debate, todavía sigue fijando una multa para quienes tengan el segundo, algo que sólo permite volver numerosas a las familias de los ricos. En India el gobierno también ejerce controles, pero al no existir un sistema de aplicación de multas, la política no es tan efectiva. DERECHO HUMANO. ¿Acaso traer hijos a este mundo y la decisión de cuántos cada uno quiera no es un derecho? Según el abogado norteamericano Carter Dillard, especialista en leyes reproductivas internacionales, la cuestión es más compleja que contestar sí o no. “La idea de un derecho brindado por ley es difícil de pensar. Por eso hablamos más bien de un derecho moral que nos rige a la hora de delinear qué tipo de familia queremos. Lo más habitual es que la gente tenga hijos en las circunstancias que quiera, pero si alguien no puede hacerse cargo de ellos la moral indica que no debería tenerlos. La ley no prohíbe tener hijos, pero eso no necesariamente significa que tenerlos sea un derecho humano. El tema es que generalmente se toma el hecho de tener hijos como algo personal y privado, y, sin embargo, traer seres humanos a un mundo en donde viven otros seres es un hecho social que influye en los demás. La política del hijo único no viola leyes internacionales sobre derechos humanos; sí lo sería una política de esterilización”, explica Dillard vía telefónica desde Nueva Orleáns. Sin embargo, el padre Alberto Bochatey, director del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina, advierte: “Hay muchos intereses económicos, políticos e ideológicos detrás de los mensajes de control demográfico. Al Gore manifestó que se debe educar sobre temas ecológicos disminuyendo el numero de gente, con campañas antinatales. Pero no es casual que no sean los países más desarrollados los que tengan el problema, sino regiones pobres como Africa y Asia”, destaca Bochatey y agrega: “¿Qué criterio educativo es enseñarle a los chicos que no tienen que tener hijos? Se debe aprender a cuidar la ecología del mundo empezando por cuidar la humana. Es de una tiranía enorme que se le obligue a una pareja que se ama a tener un sólo hijo. Es antihumano y además peligroso. Se debe cuidar la supervivencia sin violar el derecho personalísimo de tener hijos. Que exista escasez de alimentos no quiere decir que falten recursos, sino que existen políticas hegemónicas que los administran mal”. El doctor Roberto Castellano, presidente de la ONG Pro-Vida, apunta a ciertos intereses detrás de estas campañas. “La posición de estas organizaciones que plantean tener dos o menos hijos no es una posición inocente, sino de dominio colonial. Desde Herodes, los chicos fueron el problema. Centros de poder internacional enmascaran políticas a través de acciones de interés común, como la ecología, y sus aparentes buenas iniciativas maniatan los estados más pobres. La consigna es que seamos pocos, pobres y débiles para beneficiar a las grandes potencias. El problema de la superpoblación es un mito: la Argentina sola produce alimentos para diez veces su población. Como decía Juan Pablo II, el tema es que los grandes y los poderosos quieren eliminar comensales de la mesa para no repartir la comida”, opina Castellano. DESDE LOS EXTREMOS. Les Knight, líder del Movimiento de Extinción Humana Voluntaria, con sede en Estados Unidos y cientos de seguidores por todo el mundo, expresó en diálogo con Para Ti que su planteo no es broma: “No somos sólo un puñado de misántropos e inadaptados malthusianos y antisociales que se deleitan morbosamente cuando el desastre golpea a los humanos. Nada más lejos de la verdad. La extinción humana voluntaria es la alternativa humanitaria para los desastres humanos –considera Knight quien, como es de esperar, no tiene hijos–. Cada vez que uno de nosotros decide no agregar otro más a los miles de millones ya apretujados y en crecimiento en este desolado planeta, otro rayo de esperanza brilla a través de las tinieblas. Debido a las decenas de miles de niños que mueren cada día por causas prevenibles, la creación intencional de uno más de nosotros en cualquier lugar del mundo no puede ser justificada. Nuestra especie se reproduce en detrimento de la biosfera de la Tierra, así que deberíamos dejar de reproducirnos voluntariamente. Parir está promovido como un beneficio incuestionable para todos, sin reparar en los costos. Aquellas mujeres que se resisten a dar a luz tienen que soportar una fuerte presión por parte de familiares, amigos y de la sociedad en general. Existe una especie de obligación moral que indica que la maternidad es la manera de dejar atrás el egoísmo”, lamenta Knight y explica: “No odio a los niños. Tengo el privilegio de tratar diariamente con ellos en calidad de profesor de varios colegios”, dice aunque reconoce haberse practicado una vasectomía. En el mismo sentido, un grupo de mujeres inglesas decidieron que la mejor manera de “pensar en verde” era ligarse definitivamente las trompas. “Lo egoísta es traer hijos a este mundo. Es sólo un cuestión de mantener la genética a expensas del planeta. Cada persona que nace necesita más comida, más agua, más petróleo… Y a la vez produce más polución y daña la biosfera”, considera Toni Vernelli, quien se esterilizó a los 27 años. En la misma sintonía, Sarah Irving (31) concluye: “Yo no necesito hijos para sentirme completa. Lo único que quiero es ser ecofriendly”. Mientras tanto, en el sitio de Optimum Population Trust un reloj corre mostrando cuán veloz es el agregado de seres humanos a este mundo. Al momento de terminar este artículo la cifra es 6.836.518.300, pero es imposible que quede fija: aumenta rapidísimo con cada bebé que llega a este planeta abriendo sus ojos de par en par.

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