martes, 3 de febrero de 2009

Una mirada en el tiempo


Por: Pedro Mejías - Hace hoy 87 años se hizo la primera edición del Ulises de James Joyce. Una novela intensa y abstrusa a la que he tenido oportunidad de referirme en otra nota durante esta serie. Ulises es una alegoría de la lucha interior yuxtapuesta a un yo social que pugnan por mantenerse a flote en el precario equilibrio que constituye la vida humana, bajo este matiz de humanidad bifronte, Stephen Dedalus se expone a un Leopold Bloom un día cualquiera. Veinticuatro horas de intensa lucha son el eje temporal de una historia definitivamente farragosa, poblada de ideas luminosas pero minúsculas, de largos e intrascendentes diálogos, de decadencia humana, de pensamientos sublimes a los que siguen precarias epifanías que no logran colocar sobre las almas atormentadas una tan anhelada paz que como en el suplicio de Tántalo se aleja cuando más cerca la tenemos, en fin, un reflejo de parte de ese todo del que estamos constituidos como hombres y como sociedad. Ha sido calificada como la mejor novela en lengua inglesa del siglo pasado, comparte elementos con la épica clásica griega que se hicieran evidentes con esquemas interpretativos como el de Linati, que puede verse al final de edición de Tusquets traducida al español por José María Valverde. En la odisea, los compañeros de Ulises deben cuidarse de los lotófagos que les adormecían con sus flores para que olvidaran sus penas, sus alegrías, su tiempo y sus metas, el todo sería substituido por el ahora y el aquí absolutos y extraídos de toda relación con cualquier otra región del universo y el tiempo. Stephen Dedalus se esconde tras los libros de la biblioteca, evadiendo de un modo similar cualquier contacto con la naturaleza humana, y mientras más pretende hurgar en su conocimiento más lejos se va ubicando de ella, más lejana se la va haciendo. El proceso que describe Joyce es el de la formación de ese capullo que termina absorbiendo al hombre restándole la esencia de su propia naturaleza. El humano temor a lo desconocido que habita en nuestros semejantes, a sus reacciones para con nosotros, a su posición, a su opinión sobre nuestra naturaleza hilvana en ocasiones estas conductas desde muy temprano en nuestras vidas. Niños quedos reducidos a observar pueden, si su sensibilidad los encauza hacia ello, dar lugar a asociaciones ilícitas, a conductas aislacionistas, investigativas de la naturaleza humana, pero que como las de Dedalus, en realidad son evasiones de una realidad que les resulta incongruente, incómoda, extraña. Lotófagos que se van encantando en la droga de su propia búsqueda, rodeándose de esa aura de prestancia, de saber, o del abuso absoluto del poder como en el caso en que hoy nos desenvolvemos. En el esquema interpretativo que Joyce hace llegar a Carlo Linati aparece la referencia al capítulo homérico de los lotófagos y Joyce lo relaciona con la Química, la razón de ello es, evidentemente, que hay algo fundamental en esta ciencia que desea reflejar en esta conducta, ello no puede ser otra cosa más que el equilibrio, que mantiene en primer lugar, bajo los ropajes de una quieta contemplación la batalla interna por entender la partes que van a conformar este todo y en segundo el límite que va a definir el camino que puede ser seguido sin riesgo para la estabilidad física y emocional de la persona. Acorde con sus panegiristas el mayor mérito del "Ulysses" es hacer del transcurso de un día de tres vidas intrascendentes y sus actos una odisea épica que nada tiene que envidiar a los acontecimientos cantados por Homero, recordándonos que cada hombre en sus circunstancias tiene en si, en cada uno de sus períodos, de sus años o de sus días una completa odisea que nos pasa desapercibida por cotidiana. De acuerdo con la etimología Ulises es el camino que hace camino, una acepción que conlleva en si misma la complejidad del todo inmerso en la parte, como se autocontienen las geometrías fractales. Así el ser humano refleja una realidad mucho más compleja que se percibe a simple vista. Se traza un gran arco dentro del cielo que somos, se atraviesan más allá de esas veinticuatro horas y se conmemoran los hechos, publicaciones y palabras que nos han hecho como seres lo que ahora somos, también los acontecimientos que no debieron ocurrir. Y se decide qué celebrar, que loas elevar o hacia donde dirigir la mirada en el tiempo. En el último recurso de la libertad, la elección personal, miro también en el tiempo como hace también hoy 73 meses aquellos veintitrés mil hombres y mujeres de esta tierra dieron el paso al frente de enfrentar al régimen poniendo sus cargos en el asador de la historia. En fin, en el último reducto de la libertad escogemos hacia donde dirigir nuestra mirada en la cronología que nos ha precedido, y están allí las alegrías, y las penurias, las desgracias, si, pero también las glorias del espíritu que nos han permitido evolucionar desde Atila y Hitler hasta San Juan de la Cruz y Ghandi. Animales nacemos pero personas humanas nos hacemos. Elijamos.

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