Por: Eleazar Ontiveros Paolini - Utilizar adecuadamente el adjetivo “cínico” y el sustantivo “cinismo” requiere una consideración previa, de carácter distintivo, pues ellos expresan, por un lado, una doctrina filosófica, y por el otro, desvergüenza, imprudencia, descaro. Efectivamente, desde el punto de vista filosófico, el “cinismo” es una escuela que habla de la posibilidad de alcanzar la felicidad mediante la sabiduría y la ascesis o ascetismo. Se considera que el término cínico puede tener dos orígenes: uno, por aludir al lugar donde el fundador del cinismo, Antístenes, discípulo de Sócrates, solía enseńar, y al cual se denominaba Gimnasio Ciniosarges, que traduce perro blanco o perro veloz; otro, por el comportamiento de Antístenes y Diógenes, que se asemejaba al de los perros, por lo cual las gentes los apodaban kínicos, de kion, kinos, que significa perro. En nuestro idioma proviene del vocablo latino “cynicus”, derivado de las palabras griegas antes anotadas. Con el tiempo, los vocablos cínico y cinismo adquirieron una connotación peyorativa, seguramente al considerarse el estilo de vida que llevaban y pregonaban los cínicos, predominando en muchos casos la idea del que miente descaradamente a sabiendas de que está mintiendo, o el que asegura la puesta en práctica de correcciones que sabe que no se concretarán por la persistencia de los elementos que imposibilitan tales correcciones. Pues bien, aclarada la cuestión semántica, digamos que entre nosotros, la cabeza visible del gobierno y muchos de sus conmilitones, adláteres y saltimbanquis, tienen el cinismo, el descaro, de pregonar a los cuatro vientos, sin siquiera un rubor, que la austeridad prevalecerá, de ahora en adelante, en la administració n de los ingentes recursos que le ingresan al país por vía del caudaloso río negro del petróleo y por los impuestos. Eso sí, ni por casualidad se les ocurre decirlo, por lo que implica electoralmente, que se producirá la disminución de los salarios de los empleados públicos. Este gobierno se sustenta casualmente en lo contrario a la austeridad, en la antítesis de la pureza administrativa, de la continencia, lo que encuentra su máxima expresión en cohonestar la corrupción, mantener adhesiones mediante enajenantes dádivas y gastar a manos llenas para vender la imagen de una prosperidad galopante; en dilapidar nuestros recursos en el exterior en la búsqueda de un delirante liderazgo latinoamericano, para asentar, como se dice, en la fertilidad de su suelo, una praxis que llevará a la mayor suma de felicidad de nuestros pueblos. Por qué, si hubiera un dejo de sinceridad, a la solicitud de algunos ministros a la población en el sentido de que “se aprete la correa”, no se suma un llamado al “botón” al Presidente de la República, quien dilapida dinero como un obseso, y en sus gastos personales de acicalamiento y viajes no difiere de los sátrapas que han pisoteado a muchos de nuestros países. Empiecen por eso, lo que resultaría ejemplar. Hagan ese reclamo al Presidente, obligándolo a que rectifique. Entonces podrán hablar, sin que tengamos que reírnos por el histrionismo y la desfachatez, del llamado que hacen poniendo cara de angelitos. También, muestren que hay buenas intenciones, haciendo que de inmediato se reduzcan sustancialmente sueldos que, además de vulgares, son una cachetada a un pueblo con necesidades cada vez más apremiantes. Nos referimos al presidente de la CANTV, que devenga 80 millones mensuales; el de PDVSA, que recibe 43 millones; los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (ż...?), que se chupan la bicoca de 37; el Fiscal General, con la nada despreciable suma de 35 millones; los rectores del CNE, cuya incondicionalidad les permite recibir mensualmente 30 millones; el Contralor, que por su apego a los dictámenes del hegemón recibe 30 millones; el graciosamente llamado Defensor del Pueblo, que por defender su puesto recibe 25 millones; los diputados 16 millones, y de estos para arriba gozan de más de 6 meses de aguinaldo, żEsto será socialismo o expresión del más depurado y arbitrario capitalismo?
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