Por: Julio César Arreaza B. - El haber secuestrado los poderes públicos al margen de la ley, envileciéndolos y colocándolos de rodillas al servicio exclusivo de su poder insaciable, personalista, autoritario, impune, neo comunista, propinándole de paso un palo cochinero a un auténtico proceso histórico de superación nacional, que acerca la democracia al ciudadano como es la descentralización; y haberse hecho la vista gorda con respecto al incremento record del trafico de drogas en el país, nunca visto jamás, define perfectamente al teniente coronel en un hombre sin patria, un alma vacía de grandeza. El control del poder personalista sobre los estados y municipios es cada día mayor y el Gacetazo de las 26 leyes inconsultas refuerza la híper centralización, conllevando nuevos estrangulamientos a las posibilidades de acción de gobernadores y alcaldes, para resolver los problemas reales de la población a la que deben atender. La juventud es el tesoro de la patria y hacia ella deben dirigirse los principales esfuerzos y políticas públicas de cualquier Estado democrático, pero éste no existe aquí, sino un régimen que acabó con el principio de separación de poderes. Lo único que le interesa es la absoluta concentración del poder para hacerse del mando perpetuo. El principal enemigo de la juventud y de la soberanía nacional es la droga aniquiladora de la salud y la moral publica. En los jóvenes puede llegar a causar efectos irreversibles en sus vidas. El régimen por razones ideológicas resumidas en un pensamiento único y obtuso alrededor de la permanencia en el poder, ha mostrado complacencia con los terroristas de las FARC, vaciados de ideología de redención social y devenida en asesinos y narcotraficantes. No pocos señalan que han sido provistos de cedula de identidad venezolana y se les ha brindado refugio y atención médica en el país. El crimen de la droga se compone de varios eslabones, tales como la siembra, procesamiento, rutas de exportación y mercados de consumo. Estos elementos le dan una dimensión de delito internacional que afecta no solamente a un país sino a un conjunto de ellos. Su combate es por tanto mundial y obliga a su erradicación, a una coordinación y colaboración entre los diferentes gobiernos y policías. Para ello existen tratados y acciones multilaterales porque se trata de combatir un gravísimo flagelo que sobrepasa la frontera de un país. La acción conjunta de los países constituye la única vía efectiva para enfrentar eficazmente este crimen de lesa humanidad, que arruina la juventud y vulnera la soberanía nacional. Resulta un atentado contra la patria joven de Venezuela, cuando Chávez desatendiendo el consenso nacional decide contra el sentimiento colectivo y retira al país de uno de los mecanismos de coordinación más efectivos, en el cual participan un conjunto de naciones entre las cuales Estados Unidos es un importante actor. Solo un hombre sin patria puede excluir por su única voluntad a un mecanismo efectivo de coordinación entre naciones y policías, para reducir a la Droga aniquiladora de la juventud. Quien gana con esto es el crimen organizado que se teje alrededor de este delito de lesa humanidad. La realidad es que Venezuela se ha convertido por la suprema irresponsabilidad de quien detenta el poder en un paraíso para que los tentáculos de la droga se expandan impunemente en las diferentes fases de legitimación de capitales, tráfico de armas, terrorismo y sicariato. El número de homicidios ha crecido en más de 300% en el decenio chavista. Las bases morales de la sociedad son destruidas para que el hombre sin patria mande perpetuamente. No sólo se castiga a la disidencia sino al aparato productivo nacional con esta ola de estatizaciones ruinosas y gravosas. El hombre sin patria que masca hojas de coca, dando pésimo ejemplo a la juventud, intenta nuevamente crear el caos y montar falsos golpes de Estado y magnicidios, buscando desesperadamente una excusa para suspender las elecciones del 23N, ya que las encuestas en su poder le tienen el cólico a millón. Contra él conspiran la inseguridad, el desempleo, el alto costo de la vida, los planes fallidos de vivienda, el desastre del sector salud y la corrupción.
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