martes, 2 de marzo de 2010

Un empujoncito y se cae


Por: Enrique Pereira - Despierten de una vez por todas. Un país manejado por la inercia de lo que fue, no va a ningún lugar. Esta fracasada y fantoche revolución, generada por mentirosos de oficio con oscuros intereses personales, estará en desbandada en muy corto tiempo. El Banco de Venezuela, no tiene libretas para registrar los movimientos de las cuentas de ahorro, el sábado no había gasolina de noventa y un octanos en la estación de gasolina, no encontré queso tipo paisa en la panadería, así como tampoco aire acondicionado en el centro comercial. Un conocido buscaba como comprar diez sacos de cemento que está desaparecido de los negocios de materiales. A esta copia de sociedad en vías de convertirse en otra Cuba no se le puede llamar país. La única tecnología que maneja muy bien este gobierno es la de la conversión de plástico en propaganda. Son unos artistas para hacer vallas, avisos, afiches y cuanto material se les ocurre para vendernos esta revolución. Se mueven muy rápido para generar calcomanías de las que usan para cerrar negocios, condenar, reprochar y sancionar. El problema eléctrico, que generó su ineficiencia, ahora se usa como un elemento de represión contra los “grandes consumidores”. Qué gran contradicción, los grandes empleadores, ahora son grandes consumidores de energía, perseguidos por este estado represor. Estos son los mismos que entregan dinero en impuestos y contribuciones a cuanta nueva ley se les ha ocurrido y los mismos que la nación necesita para sostener la poca producción que hoy tenemos. Haga un ejercicio de imaginación y piense que sucedería en Venezuela si mañana encontraran una fuente alterna de energía, sustitutiva del petróleo –lo cual no está muy lejos- . No existe una sola fuente alterna de ingresos en este país. No desarrollamos la industria petroquímica para convertir petróleo en productos exportables. Acabamos con la industria del aluminio y el hierro, no hay energía suficiente para levantar de nuevo esas fábricas, no producimos nada exportable en el campo. No desarrollamos la industria del papel, que podía haber tenido un futuro promisor con la gran siembra de pinos al sur de Monagas. Una activa industria del plástico hoy luce atrasada por la falta de inversión de los últimos años. La construcción nueva se convertirá en un animal en extinción al ritmo de las invasiones, expropiaciones, falta de energía y criterios socialistas de aplicación de los correctivos de precios. Atacamos a los agroindustriales nacionales y ahora no queda otro remedio que importar cuánto necesitamos, al tiempo que un ministro nos señala que existen unas “bandas” de treinta personas que entran a los supermercados para acabar con el azúcar, creando un desabastecimiento ficticio. Hace tiempo que este gobierno trabaja para producir su propio final. Protestas en las cuatro esquinas del país nos demuestran solamente el grado de deterioro en que nos encontramos. Un empujoncito y esto se viene abajo.


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