sábado, 24 de enero de 2009

¿MIEDO a la enmienda?


Por: Francisco Alarcón - Los partidos de oposición reaccionan tímidamente frente a la “enmienda”, sin levantar las protestas contundentes que merece. Una enmienda que es más que eso, violadora de todas las normas democráticas, siendo el mayor adefesio que pretende cometer Chávez en estos diez años. La han tomado como si tratara de algo ordinario dentro del marco constitucional, o de una nueva votación sin mayores consecuencias. No se hizo nada para evitar que el CNE y la Asamblea nacional inventaran lo que les vino en ganas, redactaron una pregunta oblicua, aprobaron su realización con el mayor desparpajo en la fecha establecida por Chávez y se “aceptó”. Ya estamos plantados frente a ella, y en plena campaña electoral, casi desmovilizados, cavilando y opinando como si tratara de algo común. La enmienda de aprobarse, cambiará aún más el rumbo de Venezuela hacia una autocracia, y se recibe pusilánimemente. Dejándola a disposición del oficialismo. Todo lo hacen con la mayor arbitrariedad; en este proceso se alargó el tiempo de votación y seguramente las mesas se mantendrán abiertas hasta que ellos cuadren sus votos. Hemos sostenido, que los partidos políticos no “existen”, son franquicias que solamente se asoman para votar y para postular candidatos en elecciones, por ello, Chávez se burla de esa “dirigencia” políticamente inofensiva e incapaz de asumir una resistencia. Él, les conoce cabalmente y con llamarles, fascistas, pitiyanqui o cualquier otro vocablo “desmerecedor” los desarma. Por eso, la oposición casi siempre está a la defensiva, calcula a muy largo plazo y no da reales esperanzas a la sociedad civil. El miedo es un factor determinante en esta oposición que, no logra trazar una línea política contundente y de alcance indestructible, no sabe como comunicarse con el pueblo. La oposición recibe respaldo de la sociedad civil por resignación y por la necesidad de hacerle la contra a Chávez, quizá sea la razón por la cual tanto se queja esa sociedad civil ante la falta de un líder. El “legendario” Carlos Ortega, parece ser el único que asumió con honestidad y valentía ese rol durante el paro. Convocaba a la gente y ésta, estaba pendiente de sus partes, después de él nadie ha logrado capitalizar la opinión popular; contrariamente, la diáspora se acentúa. De forma espontánea hemos venidos uniéndonos ante objetivos comunes, y no hay otra salida frente a la enmienda, solo salir a votar masivamente en contra de ella. Ojalá los partidos políticos logren organizarse para la convocatoria y custodia de los votos, ojalá se den cuenta que la democracia se gana en las calles y no en ruedas de prensa esporádicas para certificar, o tratar de fingir rumbos compartidos, ojala los jóvenes estudiantes, los que están vigentes, se mantengan en sus tareas que plantea esta nueva convocatoria electoral, ojalá el país democrático tome en serio y sin apatía que no votar contra la “enmienda” significaría entregárselo para siempre a los “camaradas” y a sus adeptos. Acentuándose la segregación, y aprobando complacidamente la ruina de Venezuela. Sería un suicidio real y no sólo político dejar que Chávez nos imponga su “fuerza”. Los partidos políticos de la oposición, si quieren mantenerse en sintonía con la sociedad civil, deberán actuar sesudamente y en el momento de los acontecimientos comportarse como “perros de raza”. Por naturaleza la enmienda debe ser derrotada, ya Chávez ha tenido dos periodos ordinarios en el poder, demostrando su incapacidad, nada justifica su permanencia en él; esto lo sienten sus propios seguidores, sin embargo, el miedo y el aventurerismo, en algunos casos, los mantienen juntos, quieren más del botín, quieren un país únicamente para ellos, donde no haya convivencia sino un grupo privilegiado y el resto seamos esclavos, deambulando por las calles, viviendo de la limosna y existiendo en el mayor sobresalto, sin organizaciones políticas serias, ni nadie quien guíe la nación. Como estamos es un paraíso para el oficialismo, por ello, hay que asumir la enmienda sin miedo y derrotarla categóricamente.

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