Por: Moshé Yanai - Ya no es nada insignificante ni pasajero: Cataluña aparece cada vez más como una entidad política anti-israelí y antisemita; como un aliado verbal del extremismo del Hamás. Existe en los medios hispanohablantes de Israel un profundo enfado y un repudio categórico por la forma en que los medios españoles en general, y los catalanes en particular, han difamado a Israel, sin mencionar siquiera las múltiples y sangrientas provocaciones que dieron lugar al ataque contra Gaza. Reconozco con toda franqueza que anoche me sentí mal. Había quedado sumamente apesadumbrado. Estaba contemplando el principal programa de noticias de la de la TV israelí, MABAT, cuando poco después de iniciado apareció en la pantalla un reportaje sobre la actitud de Cataluña frente el ataque a Gaza. El comentarista habló ásperamente sobre la posición netamente parcial de los medios catalanes, y de las manifestaciones en masa contra Israel que tuvieron lugar en el país catalán. "No menos de ocho canales televisivos transmitieron en directo esas concentraciones, en las se desbordó el odio a Israel y, por ende, al judaísmo", anunció con voz áspera el comentarista. Luego que se sucedían las imágenes de las pancartas que llevaban los manifestantes, señaló que en las mismas se tildó una y otra vez a Israel de "genocida", y el sorprendente hecho que "en las mismas tomó parte una alta personalidad del Gobierno catalán autónomo". Habló también sobre "la protesta cursada por el Embajador de Israel en Madrid" y de su exhorto a las autoridades catalanas de velar por la seguridad de la comunidad judía local. Y como corolario de este triste panorama, se habló sobre la decisión de la Generalitat de anular parte de los actos programados para hoy, martes 27, en recuerdo del Holocausto. El hecho que el representante de Israel en Madrid se vio en la obligación de protestar contra la actitud de una (y nada más una) de las autonomías que configuran el Estado Español, es prueba fehaciente de la gravedad de la actitud que la Barcelona oficial ha adoptado con respecto a mi país. Ya sé, y se me lo ha confirmado nuevamente, que hay muchas voces disidentes; personas sensatas que no se dejan arrastrar por la desinformación palestina. Podría mencionar muchas, pero me limitaré a citar únicamente a mi buena amiga Pilar Rahola, (y que me disculpen las demás) que con su clara voz se ha convertido en una antorcha de luz en donde reina la más tenebrosa oscuridad. Que consideran que la responsabilidad de las terribles escenas que se vieron recae más bien sobre los propios palestinos. La verdad es, como ya lo he afirmado repetidamente, que los israelíes no están sedientos de sangre, y por todos los medios han intentado evitar bajas entre la población civil. No hay que olvidar que con su poderío militar, de haber querido los efectivos israelíes hubiera podido triplicar o cuadriplicar el número de víctimas civiles y militares. Todo por el contrario, los corresponsales extranjeros que llegaron a Gaza una vez finalizada la lucha, han transmitido los escalofriantes testimonios de no pocos palestinos sobre el modo inhumano como procedieron los hombres del Hamás contra su propio pueblo. Ante las protestas de muchos de ellos que los usaban como escudos frente a los israelíes, se les acusó de ser de colaboracionistas y, en no pocos casos, así nos cuentas esos informantes, fueron aniquilados sin consideración alguna. Para que de paso aumentara el número de víctimas civiles de las que, desde luego, se acusaría más tarde a Israel. Por lo tanto desde estas líneas quisiera enviar un mensaje claro a los catalanes: nosotros, los israelíes, no somos criminales; no nos domina el ansia de matar. Todo por el contrario. Hemos hecho lo indecible para que no estallara este conflicto, pero el extremismo del otro lado no nos ha dejado otra alternativa. Miren, señores, las dos caras de la moneda, y no se dejen arrastran por tergiversaciones y tendenciosos eslóganes del fundamentalismo islámico. La verdad es que si no fuera por la beligerancia del mundo árabe, hoy pudiera haber en este bendito país dos naciones, que tal vez viviesen en armonía; Israel y Palestina. Pero desde un principio, los árabes no quisieron que fuera así. Qué lástima y qué derroche de vidas humanas tan estéril.
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