jueves, 9 de octubre de 2008

Ley versus Caudillos


Por: Franklin Santaella Isaac - Carapa44@hotmail.com - Opina Gente - Los caudillos venezolanos han pasado abultadas facturas al pueblo por sus servicios o para ser más exactos han catalogado los bienes de la nación que se salvan de sus andanzas como botín de guerra. Los haberes militares no resultaron suficientes para satisfacer la voracidad de nuestros "benefactores" , salvo honradas excepciones, Páez, los Monagas, Falcón, Guzmán, Crespo, Gómez han sufrido de ese mal que tiende a confundir su patrimonio particular con el patrimonio de la nación, sin embargo en un momento dado se pretende poner orden en el asunto, cuando en 1.912 El Benemérito encarga al ingeniero Román Cárdenas de organizar la hacienda pública a fin de evitar que los caudillos locales administraran y dispusieran del erario a sus libres albedríos. Este ilustre venezolano solicita, cosa insólita y sin precedentes, que se le enviara al exterior a estudiar la materia y empaparse de las experiencias de otros países y ya para el 03 de enero de 1913 se crea la Hacienda Pública Nacional y el cuerpo legal que regirá su funcionamiento. A partir de esa fecha la Hacienda Pública forma parte de la materia constitucional en todas las cartas magnas que hemos promulgado acompañada de una Ley de Hacienda que regula la materia y dispone en forma diáfana la secuencia que deben seguir los recaudos e ingresos de la Nación para alcanzar una repartición justa y equitativa de los recursos entre las entidades federales, vale decir Estados y Municipalidades. Posteriormente aparece el llamado Situado Constitucional que no es otra cosa que el establecimiento de porcentajes que deben, por mandato constitucional, llegar a los estados y municipios del país para el desarrollo de sus planes y el desenvolvimiento de sus respectivas funciones (articulo 165 y siguientes de la Constitución vigente). Pero el avance legislativo parece no ir acompañado de la praxis, ni mucho menos de la mentalidad primitiva de nuestros caudillos, un ejemplo pretérito lo constituye el hecho de que Eustoquio Gómez, primo del Benemérito, presidente del Estado Lara para 1.935 y muerto en circunstancias, aun no aclaradas, cuatro días después de la desaparición del general Juan Vicente, tenía en su casa, según lo declara posteriormente su hijo, del mismo nombre, cuatro millones de bolívares que eran del Estado, porque el personaje en cuestión desconfiaba de los bancos y de los administradores de hacienda. Pudiera ser comprensible, más no justificable que aquel hombre proveniente de las serranías tachirenses, formado en la lucha constante por la supervivencia, donde se imponía el más fuerte y astuto en un país rural, de pocas luces y a más de de setenta años de distancia en el tiempo pensara de esas manera y desdeñara la ley y las instituciones. Pero hoy en pleno siglo XXI, un caudillo, extremadamente culto, capaz de poner en jaque al mismísimo imperio, planificando su debilitamiento económico, con años de antelación; capaz de resucitar la guerra fría entre dos potencias mundiales; capaz de marcar la agenda de 26 millones de seres para mantenerlos hablando del tema que él elija por pueril e intrascendente que sea durante diez años; capaz de burundanguear a "ilustres y bien informados" funcionarios poniéndolos a defender, con la vida, sus dislates, salga diciendo que no le enviará ni una locha a los gobernadores y alcaldes opositores que resulten electos porque no confía en ellos, no me deja otra que parafrasear Ar Conde: ¡Es arrecho! ¡Viva la falta de ignorancia!

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