lunes, 4 de mayo de 2009

Fríos de Mayo


Por: Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - La decisión estaba tomada con anterioridad. La decisión era previa. La marcha del 1 de mayo sería atacada. La hipocondría rondaba en forma de escalofríos y de toma constante de la tensión. La hipocondría es una gran sensibilidad del sistema nervioso con una preocupación constante y angustiosa. El propio dictador lo había confesado en cadena nacional de radio y televisión: había sentido frío, en el propio avión presidencial le habían tomado la tensión, pero todo confirmaba que estaba perfecto, de manera que los “oligarcas” no tenían motivo para alegrarse. La hipocondría política, lo que debe ser leído como miedo aterrador, se manifiesta en la toma anticipada de medicinas, como la de ordenar “gas del bueno” para tranquilizar las neuronas en desbandada. “Mandaron delante a una muchacha de pelo claro”, alegó el inefable general que justificaba la arremetida. Si la paloma blanca de la paz hubiese pasado por encima de la fortaleza montada por las fuerzas represivas, eso hubiere bastado para que el general considerase que la manifestación se había transformado en violenta. No podemos pensar que “una muchacha de pelo claro” basta para que un glorioso general se la haga en los pantalones. Eso resulta inadmisible. Como resulta inadmisible que un estornudo de alguna de las ancianas que cayeron asfixiadas hubiese alarmado al general que, pensando que la oposición llevaba la gripe porcina a Palacio, se hubiese apresurado a impedir que la contaminación alcanzase a su Comandante en Jefe. El Día del Trabajador pasó a ser en la Caracas martirizada la prueba fehaciente de una dictadura represiva sin escrúpulos. Al menos, y algo es algo, hemos escuchado un eco diferente en la voz de los declarantes oposicionistas. No escuchamos torceduras de lenguaje, aunque sí, en unos pocos, algunas extrañas expresiones sobre el “diálogo”. Las dictaduras no dialogan, a menos que se sientan al borde de la catástrofe. Uno de los errores claves de la llamada “Coordinadora Democrática” fue, teniendo un millón de personas en la calle, sentarse a firmar un Pacto de Buenas Intenciones bajo el auspicio de Carter y de Gaviria. En tales condiciones las dictaduras firman para después violar lo firmado. Ahora la dictadura se siente fuerte y por eso proclama que no conversará con la “oligarquía”. Si llegase a plantearse una situación de ingobernabilidad proclamaría que es necesario “un diálogo fecundo para unir al país”. Así son las cosas en la realidad, en el pragmatismo de las situaciones políticas. Por ello, cuando algún vocero oposicionista sigue clamando por diálogo hace el ridículo; yo lo he definido como expresión propia de algún aprendiz preso de sus viejos planteamientos. En verdad, el único diálogo posible es con la base popular no contaminada por la corrupción que aún apoya al dictador. No se va a la Asamblea Nacional a entregar documentos, a ayudar a los “Pedro Estrada” aposentados en los curules a solventar la escasez de papel higiénico. Debe recordarse la agenda de ese amontonamiento de galfarros que nos atosigarán de “leyes” espurias en las próximas semanas, la persecución desatada desde allí, la conversión del Parlamento en un violador impúdico del texto constitucional. A la Asamblea Nacional la única manifestación que puede convocarse es una para pedirle la renuncia a unas focas que mueven las aletas al compás de las órdenes de su dueño. Esa Asamblea Nacional es ilegítima, es peor que el Congreso Nacional perezjimenista, es no más que un simple instrumento de la dictadura para el mantenimiento de las apariencias. La manifestación es para exigirle que se vayan o la manifestación carece absolutamente de sentido. La manifestación hacia la Asamblea Nacional es para pedir elecciones parlamentarias anticipadas o carece de un objetivo válido. No obstante, hay que admitir que el Día del Trabajador comenzó a hablarse otro lenguaje y hay que estar a la altura del nuevo lenguaje que comenzó a hablarse. En medio de la trifulca el diputado Ismael García soltó, frente a la pregunta de una reportera sobre lo que había que hacer: “Coño, que el pueblo se arreche y salga a la calle”. No me estoy refiriendo a que desde ahora en adelante soltemos groserías, me estoy refiriendo a que hay que hacer buenas las palabras, esto es, ya estamos claros que hay que resistir la dictadura. Les costó años entenderlo, pero nunca es tarde para iniciar la liberación. El gobierno hipocondríaco, dirigido en el terreno callejero por generales que buscan hacer méritos de guerra, debe entender que, desde ahora en adelante, va a tener una resistencia civil constante, fuerte, perdurable y decidida. A la dictadura se le resiste con inteligencia. El poder de fuego de las dictaduras militares es infinitamente superior al de los civiles desarmados. Yo no recuerdo, por ejemplo, que Leonardo Ruiz Pineda o Alberto Carnevalli marchasen a reunirse con el Pedro Estrada de la penúltima dictadura militar que tuvimos para “coordinar” las movilizaciones de “protección” o que la Junta Patriótica que dio al traste con la penúltima dictadura militar que tuvimos tuviese contactos con el general Llovera Páez para “regular” las movilizaciones represivas. Van al Ministerio, como “buenos demócratas” a “ponerse de acuerdo” sobre la “protección de la marcha” y el día de la marcha lo que se encuentran es una movilización militar, con tanquetas de todo tipo, como si una potencia extranjera estuviese a punto de tomar la capital de la república. Esa es una “práctica democrática” risible en tiempos de dictadura. Es el afán de seguir apareciendo como “demócratas”, es el afán para evitar que el verbo hipocondríaco suelte la catajarria de epítetos, cuando los epítetos, como la agenda, deben ser impuestos del lado de los demócratas. Hay que usar la inteligencia y buscar las docenas y docenas de medios de resistencia que no hay que inventar porque ya están todos inventados. Desde “Radio Francia Libre” el general De Gaulle llamaba a sus compatriotas a no salir a las calles en determinadas horas en protesta por la ocupación nazi y nadie salía y el que se atreviese era mirado muy feo por los franceses que sabían que en la resistencia había un líder plenamente consciente de lo que pedía. Un día de estos podemos dejar con las calles vacías al enfermo de Moliére mientras hace un strip tease antiimperialista y suelta sus palabrotas en cadena nacional. Reitero, además, mi llamado a una “Operación bicentenario”, a impedir que las dos fechas claves de nuestra historia sean celebrados con misiles rusos, con la utilización impúdica de los militares como siervos del señor feudal. Esos bicentenarios deben comenzar a organizarse desde ya, en un entrevero de actos políticos aparentemente inofensivos y una movilización de instituciones como las universidades y las organizaciones culturales y académicas. No cobro royalties porque nada pretendo, a no ser la libertad, la paz y la construcción de una democracia del siglo XXI.
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García... García. Veremos Teo. Veremos.

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