martes, 26 de mayo de 2009

Con el valor de los valores


Por: Alberto Rodríguez Barrera - “Pero todo esto es un error, porque los gobiernos se diferencian en tipos, como es evidente para cualquiera que considere el asunto de acuerdo al método que nos ha guiado. Como en otros departamentos de la ciencia, así en la política, el compuesto debe siempre ser disuelto/resuelto hacia los elementos simples o las menos partes del todo. Debemos por tanto mirar los elementos en que el estado está compuesto, para poder ver en qué tipos diferentes de gobierno se diferencian unos de otros, y si algún resultado científico puede ser obtenido sobre cada uno de ellos”. Aristóteles. Al trazar paralelos históricos vemos que la problemática de los valores se conoció en épocas muy tempranas (Platón, Aristóteles, Agustín, Tomás de Aquino); los clásicos la trataron en la misma dirección fundamental. Si bien se comprende que los valores y los bienes no se separan (forman un reino unitario, ordenado en sí), los hombres nunca nos pondremos de acuerdo sobre todas las cuestiones relativas a los valores, porque –en virtud de su libertad innata- no queremos reconocer una instancia superior común, motivo por el cual reina una gran incertidumbre en la filosofía. Esto no se puede “matematizar”, nunca alcanza el ideal matemático de seguridad: “Esto debe ser así, de otra manera no quedaría ningún margen para decisiones personales últimas que, sin embargo, no necesitan ser ciegas a la razón. A partir de ahí tiene lugar justificado el salto de la fe como complemento del saber humano imperfecto. El saber y la fe están a salvo en su diferencia” (H. Meyer). La indefinibilidad pertenece a la esencia del hombre, que es una transición en la corriente de la vida, “un eterno ‘salir’ de la vida por sobre sí misma” (Scheler). Pero hay más de una tabla emocional de valores, porque como bienes son a la vez emocionales y racionales. Cuando surgen del subconsciente (apreciaciones subjetivas) se determinan emocionalmente; cuando surgen de la reflexión racional resisten a menudo la prueba objetiva y empírica, haciéndose tal reflexión esencial respecto a los valores. Valor es una cualidad del ser a la que aspiramos como un bien, digno y valioso, de ser posible, en grados muy diferentes. ¿Hay valores relativos absolutos, supremos? Dios está para los deístas, y cualquier ídolo para los ateos dispuestos a hacer sacrificios, ir a la fuerza, dar la vida. El hombre se atreve a determinar la cualidad del valor del ser concreto; ordena su mundo de bienes según puntos de vista subordinados a su libertad y razón. Lo que es congruente y absurdo, verdadero y falso, bueno y malo, no son adquisiciones de la evolución natural del hombre, más bien es la constitución ontológica de un espíritu sin más, de un espíritu que sólo aparece en el hombre. Por su indefinibilidad y porque los valores siempre tienen una relación con el hombre, jamás agotaremos el problema de los valores. Pero –como no lo capta el chavismo- es esencial la reflexión racional en la aprehensión de los valores; es decisiva para el conocimiento y el uso de los valores; requiere de análisis lógicamente construido, el contexto total de la realidad y su aprehensión por el espíritu humano. Porque la razón de los hombres ha reconocido que ninguna verdad está aislada, ya que está ligada a otras verdades por las relaciones de causa y efecto. La aprehensión subjetiva del valor incapacita al chavismo para reconocer lo objetivamente valioso porque no habilita la ayuda de la razón. No quieren ni sacan conclusiones prácticas, se dejan determinar por una inmanencia inconsciente, por errores, y la pereza los lleva a tomar el camino del menor esfuerzo, se cansan y entregan al ídolo del autoreconocimiento, sin reconocer lo mejor, siguiendo lo peor. Es posible favorecer y facilitar el uso objetivo de la razón, aunque con privaciones y desilusiones, porque la vida humana es rica por todos lados. Debemos dar respuestas de valor correctas, con aprehensión y ejecución objetiva de los valores (excluyendo meras apreciaciones) . Para la convivencia nacional e internacional, donde el hombre individual y el estado singular se equivocan más, dejándose determinar por ídolos más que por su mayoría, hay que reconocer más valores comunes, buscar y encontrar un equilibrio material. Es la filosofía del pluralismo; organizar el orden de los valores de la sociedad humana según la experiencia general y basar en hechos empíricos las apreciaciones valorativas de la sociedad.

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