lunes, 17 de noviembre de 2008

Elecciones en Venezuela: El inicio de la inconclusión


Por: Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - He advertido sobre lo que comporta votar en dictadura. Basta mirar y oír para percibir con exactitud lo que esto significa. Cuando se producen los resultados se producen las reacciones del gobierno, variadas y aceleradas, como las del dictador Marcos Pérez Jiménez después de las elecciones para Asamblea Constituyente en 1952. He por ello observado que las líneas estratégicas deben estar previamente definidas. Toda posibilidad debe ser analizada y toda respuesta prevista. No sé si he sido escuchado. Esta es una elección especialmente difícil y me refiero ahora a los resultados. Una conclusión previa incuestionable es que la disidencia al gobierno avanzará de manera notable. De allí en adelante es cuesta arriba hacer pronósticos. Hay variados elementos en juego, esto es, no podemos olvidar que estamos ante una elección regional y local donde afortunadamente –aunque de manera tardía- han aparecido en algunos lados las ofertas programáticas correctas, lo que puede inclinar a muchos electores. Por el otro lado, querámoslo o no, Chávez ha bajado a ser candidato múltiple incurriendo, por lo demás, en un abuso descarado sin antecedentes en buena parte del mundo y a un lenguaje amenazador que no encuentra antecedentes ni en las peores dictaduras africanas. No se trata de caer o no caer en ese juego, el juego cayó, así de simple, de manera que el señor Chávez debe saber que cada voto que no se emita por su PSUV es un voto de repudio a él en persona. Es él quien ha plebiscitado una elección regional y frente a eso se ha seguido la táctica correcta, es decir, contestar con las necesidades de la gente (seguridad, vivienda, basura, etc.), pero, aún así, el juego cayó y el señor Chávez deberá atenerse a las consecuencias de sus procederes. Parece innecesario ahora combatir la abstención. No encuentro a nadie que la proclame, como en los días del referéndum constitucional donde este columnista libró, junto a miles, la dura batalla por llevar la gente a votar. Hay una intención firme de cobrar en las urnas electorales la afrenta y de precisar una respuesta contundente frente a este ejercicio impúdico del poder. Habrá que hacer sacrificios extras frente a un proceso que desde ya se ve lento. Terminará tarde esta votación y aún más tarde veremos resultados. Para ello hay que estar preparado con la tranquilidad propia del hombre alerta y con la conciencia adecuada de quien sabe lo que hay que hacer si se producen patadas sobre la mesa. Este proceso electoral no concluye nada. Este proceso electoral es una estación en el camino. Ciertamente contribuirá a desmejorar al régimen en el control absoluto de los poderes locales y marca un hito en el desgaste sostenido del régimen, pero no es más que colocarse en un escalón superior para enfrentar la arremetida. Este hombre, cuyo único propósito y razón de ser, es mantenerse eternamente en el poder e impedir la entrada del siglo XXI como Juan Vicente Gómez impidió la del siglo XX durante 36 años, deberá seguir siendo combatido con inteligencia y diseños muy precisos. Los bastiones que se conquisten deberán ser eficientes en cuanto a lo administrativo y a la eficacia, pero más allá deberán ser manejados con criterios muy diferentes como han sido manejados los que hasta ahora estuvieron en manos de la oposición. Se mantendrán Zulia y Margarita, pero en estos años desde allí no salió planteamiento alguno de respuesta a los desafueros del poder. Zulia y Margarita se multiplicarán por más, pero debe establecerse un clima que impida la pregunta de por qué el control en esos sitios no sirvió de nada para enfrentar el totalitarismo. Si el mérito atribuible a Juan Vicente Gómez es del haber extirpado los alzamientos caudillistas, el mérito atribuible a Chávez fue poner una agenda social sobre la mesa, una que desperdigó, falsificó y desvirtuó, pero que puso. He repetido hasta la saciedad que aquí debemos partir del presente y no del pasado. Con detergente y esponja deberemos limpiar unos cuantos principios correctos que fueron enlodados. Esto deberán comenzar por entender los gobernantes locales nuevos –y los no tan nuevos y los viejos persistentes- que surjan de esta escaramuza electoral para la que nos preparamos. Hay que mirar hacia delante, no hacia atrás. Es el desafío de construir lo nuevo lo que debe presidirnos, no el de restaurar lo que atrás quedó. El ejercicio del poder local debe ser enseñamiento de nuevas maneras y anuncio del futuro. Hay que construir una democracia del siglo XXI,respetando de aquella del siglo XX –ya ida con la era industrial y con la modernidad- sus principios básicos como separación e independencia de poderes y vigencia plena del Estado de Derecho, sólo para mencionar dos, pero bajo la conciencia de la innovación desatada, de la imaginación floreciente que corresponde a la era post industrial y aeste desafío indefinido que se llama pos modernidad. No es este el momento para teorizar sobre esta democracia del siglo XXI, trabajo que cumplo a diario, pues estamos en una disyuntiva llena de peligros. Es sólo una consideración y una advertencia que exige prácticas democráticas distintas a quienes salgan electos y quieran hacer el porvenir. En el 2009 tendremos –si así se nos permite- otra elección crucial sobre la cual habrá que alertar a la gente con debido tiempo, pues Concejos Municipales y Juntas Comunales deberán merecer nuestra atención en grado sumo, dado que se trata del poder abajo, el más inmediato con la gente a la que hay que sacar del marasmo para señalarle un camino. Si bien las lecciones en el camino a este proceso electoral se han quedado cortas, las que se den desde los puestos de gobierno conquistados no podrán serlo. Si se fracasa no habrá alternativa, como hasta ahora no la ha habido. Si del ejercicio de los resultados no se muestra otra actitud y otra manera, seguiremos en el mismo hueco de la inexistencia de una propuesta de país que enfrentar al totalitarismo. Eso sería lo peor que pudiese suceder. Los venezolanos votaremos el 23 de noviembre. Yo lo haré en el municipio Sucre del estado Miranda y por supuesto que lo haré por Carlos Ocaríz para alcalde, por Henrique Capriles para gobernador y por Antonio Ledesma para Alcalde Mayor, como por los candidatos correspondientes al Consejo Legislativo y a los cargos de concejales mayores. Sin embargo, lo que sé es con que tarjetas lo haré. Mis compatriotas deben aprender que tienen otra arma y es la escogencia cuidadosa de la tarjeta con que votan. Aquí hay más de uno que merece un castigo, como hay otros que merecen un premio. De manera que insto a los electores a votar, pero con el cuidado de saber hacerlo con las tarjetas de partidos o grupos independientes que se lo merezcan. Estamos ya frente a este proceso comicial que es un ítem de mucha importancia, nadie lo puede poner en duda. Uno, no obstante, que es el inicio de una inconclusión. El proceso histórico que atravesamos no tiene un desenlace cercano, por el contrario, entra en una nueva etapa de graves riesgos y de sinuosos peligros. Más allá de los resultados y del comportamiento que tengan los electos, más allá de las marramuncias del régimen, y más allá de cómo enfrentaremos los posibles tsunamis de la coyuntura, lo que a mí me preocupa in extremises la creación de un nuevo espíritu, la posibilidad de asumir –al fin- estrategias claras que nos lleven a un salto hacia delante, las posibilidades de abrir las compuertas de la imaginación creadora hacia una democracia del siglo XXI, la posibilidad de la emoción inteligente planteándole desafíos inimaginables al país, la conformación de un clima de avance que nos permita llegar a una conclusión que no es otra que la superación de lo presente partiendo desde él. El pasado no se construye, es historia. El desafío a los pueblos es a avanzar. Preparemos el futuro con determinación y con una imaginación creadora desbocada. Así llegaremos a la conclusión, para inmediatamente someterla a escrutinio, pues la democracia es un eterno peregrinar en el conocimiento para la equidad, en la acción transformadora que no se anquilosa, en un cambio permanente e interminable por hacer justicia al hombre.

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