jueves, 20 de noviembre de 2008

El Pueblo Armado


Por: Rafael Gallegos - En todas las revoluciones socialistas los intereses del líder y de la burocracia civil y militar, han estado por encima del bienestar de sus pueblos. Los líderes piensan: primero yo, segundo yo, tercero yo. Creen que la primera necesidad de sus revoluciones es mantenerlos en el poder. Todos se creen providenciales. Stalin, Mao, Fidel, Ceusescu, el Khmer Rojo, se casaron con el poder… hasta que la muerte los separe. En todos los comunismos o en los socialismos admiradores de la Unión Soviética, de China o de Camboya, el pueblo termina siendo un ahuecado colchón de resortes salidos que sostiene a los líderes en el poder. Y queda para sombra de tamaños egos. Las purgas de Siberia, los asesinatos de Tianamen, los fusilamientos en la naciente revolución cubana, la sangrientas invasiones a Hungría y Checoslovaquia, los incontables presos y torturados y paremos de contar, así lo demuestran. Como al Cristo de Dostoievski, las revoluciones socialistas les dicen a su pueblo: mire Jesús, es mejor que se calle porque de lo contrario tendré que matar a Cristo en el nombre de Cristo. Todas las revoluciones son en el nombre del pueblo. De ese conglomerado de personas reprimidas y pobres que de paso, no soportan a sus líderes. Ahora resulta que esta "revolución", además de trasnochada, está armada. Presta a reprimir al pueblo en el nombre del pueblo. ¿O es que los opositores no somos pueblo? Hablemos claro, el presidente amenaza al pueblo con eso de que están armados porque si decide, como en todas las democracias del mundo menos en la cubana, que hay que cambiar las autoridades mediante legítimos comicios, entonces o no le enviará dinero a las nuevas autoridades, como si la plata fuera de él; o sacará los tanques. Claro, para eso ha empleado diez años convirtiéndose en el dueño de la pelota, de los guantes, del terreno, compadre del árbitro y novio de la madrina. Mi dinero, mis tanques, mi Constitución, mi avión, mi palacio. O sea… Venezuela mía.

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