Por Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - De inconclusión hablé antes de las elecciones regionales y de inconclusión se trata. En términos de proceso histórico no ha sucedido nada, pero sí en término de coyunturas. La oposición ha mejorado sus bases de batalla. La victoria en la gran Caracas y en Miranda, incluido el emblemático Municipio Sucre (una de las más grandes barriadas pobres de América Latina) son un golpe fuerte para el gobierno de Hugo Chávez. A ello, claro está, hay que sumarle el mantenimiento del control en dos estados o provincias, entre las cuales el petrolero Zulia, y el anexo del estado de Carabobo –centro industrial de Venezuela- y del estado Táchira, fronterizo con Colombia. Tal como estaba previsto la oposición se asienta en nuevas conquistas y gobernará al 45 por ciento de la población de Venezuela. Un resultado nada despreciable, pero un resultado que marca el inicio de una nueva etapa de graves confrontaciones. La población urbana rechaza al gobierno de Chávez. La llamada “revolución” se convierte en una “revolución rural”. Las principales ciudades del país, en su gran mayoría, pasan a control de la oposición. Esto es, los sectores más comunicados –y uso la expresión para diferenciarla de la expresión sectores más informados- no están con el autodenominado “proceso”. Este cambio es sustantivo y merecerá análisis en profundidad. La oposición ha pagado caro su ceguera frente a la llamada disidencia del gobierno. El caso emblemático es el del estado Barinas, feudo familiar Chávez, que perdió el disidente Julio César Reyes porque la oposición formal no entendió el valor simbólico que allí se acumulaba. Hay un sector extremista en la oposición que no quiere saber nada de los disidentes del oficialismo, estigmatizándolos con epítetos grotescos, sin entender que sin la disidencia no se puede constituir una nueva mayoría. La mayor ceguera la mostró la oposición en el caso del estado de Bolívar, donde el obrero metalúrgico Andrés Velásquez perdió porque la oposición no entendió que era él el candidato. Velásquez, quien en el pasado estuvo a punto de ganar la presidencia de la República, ha podido alzarse con la victoria si algunos partidos de la oposición no se hubiesen auto engañado con encuestas evidentemente falsificadas. Una victoria que merece un párrafo es la de Antonio Ledezma para la Alcaldía Mayor de Caracas. Fue, sin lugar a dudas, el mejor candidato de entre ambos sectores, por su seriedad, constancia y anuncios programáticos. Seguramente sea Ledezma el mejor ejemplo de una elección consciente. Un luchador no populista ni demagogo que gana por su mensaje debe ser mencionado como un ejemplo de madurez ciudadana. Ledezma la verá fea: previendo una victoria de la oposición esa insigne posición de gobierno de la capital de la República fue despojada de la Policía Metropolitana y de los hospitales. Allí campea la ruina, con pasivos laborales, desorden y corrupción. Los problemas que el flamante Alcalde Mayor deberá enfrentar son de tal magnitud que en este momento sólo vemos como signo de auspicio, amén de la capacidad de liderazgo del electo, el hecho de que de los cinco alcaldes de la gran Caracas cuatro le acompañarán en el intento por hacer una gran gestión. Hay que reconocer a Carlos Ocariz como un insigne luchador. Ganó Petare (Municipio Sucre) una zona de extremada violencia donde los partidarios del gobierno disparaban al aire en la madrugada en que se anunció la victoria oposicionista. Es un joven ingeniero con una increíble vocación de servicio. Será un excelente alcalde. Y la victoria de Henrique Capriles en el populoso estado de Miranda, que es como decir el vecindario de Caracas. Así mismo un reconocimiento para César Pérez Vivas, quien después de ser echado de la Secretaría General de su partido socialcristiano obtiene una celebrada victoria en los Andes (Táchira) dejando con un pulmón al hoy denominado “Partido Popular”. La reacción del gobierno ante los resultados ha sido de mesura, pero sabemos bien que la mesura le dura horas y vuelve a la agresión, al insulto y a la ignominia. Veremos cual es la actitud oficialista frente a los espacios conquistados por la oposición. Recursos y colaboración están en entredicho. No podemos olvidar el abuso de los medios de comunicación oficialistas, las amenazas de Chávez de sacar tanques y soldados y de meter preso a dirigentes oposicionistas, así como de negarles el agua y el pan a las regiones donde perdiese. Se hizo uso indiscriminando del dinero del erario público y de un lenguaje que, dije en mi anterior artículo, no se había visto ni en las peores dictaduras africanas. Todo el peso del Estado estuvo volcado a hacer ganar a los candidatos del PSUV. La tarea es muy difícil, no sólo desde este punto de vista, sino desde el de concretar una acción de gobierno eficaz que ataque los problemas emblemáticos que sufren los venezolanos. Hay que demostrar que existe una manera eficiente de gobernar. Diría que debe demostrarse tal compenetración con la gente que uno pudiera considerar que se ha iniciado la posibilidad de decir que comienza a construirse un proyecto de país que enfrentar al de Chávez. Esto último es un desafío ingente que impide que los vencedores se vayan a celebrar con güisqui y con el plato tradicional navideño venezolano, las hallacas. Tres líderes fundamentales del oficialismo fueron derrotados. Diosdado Cabello, Jesse Chacón y Aristóbulo Istúriz. Veremos que hace Chávez con ellos, si los vuelve a llevar al gabinete o los deja de lado. Son caras gastadas y ya dieron al “supremo comandante” la oportunidad de olvidarlos. El oficialista PSUV recuperó – según los primeros números que pueden variar- al menos un tercio de los tres millones de electores que se le esfumaron el pasado 2 de diciembre de 2007 en el referéndum constitucional. Sigue siendo el primer partido nacional. Sin embargo, la cifra oficialista está muy lejos de las palabras pronunciadas previamente a las elecciones por el general Müller Rojas (aquí abundan los generales, los coroneles y todo tipo de militares), vicepresidente del partido de gobierno, quien aseguró que para ellos una victoria con menos de algo más de siete millones de votos sería una derrota. Pues bien, de esa cifra estuvieron muy, pero muy lejos. Por lo demás, habrá que ver cual es ahora el principal partido de la oposición. El PSUV y su voz única Chávez afinarán ahora la estrategia para tratar de conseguir el único anhelo que los mueve: convertir al teniente coronel en presidente ad eternum. Esa es la gran batalla que los demócratas tenemos delante. Todo está inconcluso en este proceso histórico, la coyuntura simplemente ha sido urbanamente bienaventurada.
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