viernes, 12 de septiembre de 2008

Golpe amellado


EL NACIONAL - Ahora resulta que el Gobierno anuncia los golpes militares a través de un programa de televisión que, para colmo, sólo sintonizan algunos de sus militantes. El resto del país, chavista o de oposición, estuvo ese día deleitándose en la noche con la final del Miss Venezuela, quizás una de los pocas oportunidades felices que hemos disfrutado en los últimos días. Pero mientras duró la elección de Miss Venezuela hubo una persona que no lo disfrutó: el Presidente de la República, porque se mordía las uñas para que el programa terminara de una vez y así poder lanzar su "bomba noticiosa": un nuevo magnicidio, el número 230, de los tantos atentados invisibles que ha anunciado hasta hoy. Si en verdad la noticia era tan espectacular y los servicios secretos hubieran detectado un complot para matar al Presidente y derrumbar el Gobierno, entonces habría sido un imperativo que se cortara la trasmisión del Miss Venezuela, se le diera la palabra al primer mandatario y se declarara un alerta general. Pero, en vista de que todo iba a aparecer como "un show" que competía con otro show mejor montado, más agradable y que llega al corazón de todos los venezolanos, entonces la gran revelación tuvo que ser dada en exclusiva a VTV, muy tarde en la noche. En suma, se montó la noticia a esa hora para luego poder acusar a los periódicos, las radios y los canales de televisión privados de estar en la jugada del golpe y el magnicidio, por no haberse hecho eco de "tremendo notición". Pero lo cierto es que las noticias no pueden inventarse a medianoche, y mucho menos para tratar de reducir la importancia del juicio que se lleva a cabo en Miami, donde aparecen señalados, por uno de los testigos principales, el jefe del Estado y el presidente de Pdvsa. Ese estilo militar de manipular a los medios de comunicación con anuncios de última hora en Venezolana de Televisión es un recurso muy gastado, que en nada dignifica al periodismo nacional. Al contrario, nos da una idea de lo que el Presidente de la República piensa que debe ser un periodista. Como megalómano, necesita a un entrevistador solícito que esté a la espera siempre de una llamada de Miraflores para lanzar "su noticia", sin comprobarla, sin chequear sus fuentes y sin poner en duda las palabras de su interlocutor presidencial, cuya imagen e intereses políticos y económicos están enfangados en el juicio de la valija en Miami. Su nombre y el de sus colaboradores más inmediatos están en tela de juicio, y los jueces estadounidenses (como bien lo supo el tramposo de Richard Nixon por el Watergate) sólo buscan la verdad. En vista de ello, el presidente Chávez trae dos aviones rusos desarmados, deporta a tres narcotraficantes que llevaban años cobijados en el país sin que nadie los molestara, y reinventa la ridícula tesis del golpe de Estado y el magnicidio.

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