lunes, 8 de septiembre de 2008

El Canto del Ruiseñor


Un ruiseñor vivía en el jardín de una casa. Todas las mañanas una ventana se abría y un joven comía su pan mientras miraba la belleza del jardín. Siempre caían migajas de pan en el antepecho de la ventana. El ruiseñor comía las migajas creyendo que el joven las dejaba a propósito para él. Así, creció un gran afecto por aquel que se preocupaba en alimentarlo... aunque sea con migajas. Un día el joven se enamoró pero al declararse, su amada impuso una condición para retribuir su amor: Que a la mañana siguiente él le trajese la más linda rosa roja. El joven recorrió todas las florerías de la ciudad, pero su búsqueda fue en vano. Ninguna rosa, mucho menos roja. Triste, desolado, fue a pedir ayuda al jardinero de su casa. El jardinero declaró que él podría obsequiarla con petunias, violetas, claveles. Ellas estaban fuera de temporada; era imposible conseguirlas en aquella estación. Cualquier flor menos rosas. El ruiseñor habiendo escuchado la conversación quedó con pena por la desolación del joven. Tenía que hacer algo para ayudar a su amigo a conseguir la flor. Entonces el ave buscó al Dios de los pájaros, quien le dijo: -“Tú puedes conseguir una rosa roja para tu amigo... pero el sacrificio es grande y podría costarte la vida!”. -No importa, respondió el ave. ¿Qué debo hacer? - Bien, tendrás que encaramarte en un rosal y allí cantar la noche entera, sin parar. - Así lo haré, respondió el ave. Es para la felicidad de un amigo! El esfuerzo es muy grande; tu pecho puede no aguantar. Cuando oscureció, el ruiseñor se encaramó en medio de un rosal que quedaba enfrente de la ventana del joven. Allí se puso a cantar su canto más alegre, pues precisaba esmerarse en la formación de la flor. Una gran espina comenzó a entrar en el pecho del ruiseñor y cuanto más cantaba, más entraba la espina en su pecho. Continuó su canto, por la felicidad de un amigo. Pero el ruiseñor no paró. Un canto que simbolizaba gratitud, amistad. Un canto de donación hasta de su propia vida. Por la mañana, al abrir su ventana, el joven se detuvo delante de la más linda rosa roja, formada por la sangre del ruiseñor. Ni cuestionó el milagro, enseguida recogió la rosa. Al ver el cuerpo inerte de la pobre ave, el joven dijo: Por lo menos ahora dormiré mejor, sin tener que escuchar su tonto canto. -Que estúpida ave! Teniendo tantos árboles para cantar, vino a posarse justamente en medio del rosal que tiene espinas.

Cada uno da lo que tiene en el corazón...

y cada quien recibe con el corazón que tiene...

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