jueves, 18 de diciembre de 2008

La Corona de Adviento - Celebración

La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar al fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas. Partían de sus costumbres para enseñarles la fe católica. La corona está formada por una gran variedad de símbolos: La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar. Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida, y Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre. Las cuatro velas: Nos hace pensar en la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas de la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia. Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal. El listón rojo: representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve. Cada domingo se reúne la familia sola o con algunos amigos, en torno de la corona. Antes de comenzar se designa quienes participarán como guía, lectores o encendiendo las velas. La celebración se inicia haciendo una breve oración al Espíritu Santo pidiendo su presencia y su ayuda. Se encienden las velas de acuerdo al domingo que corresponda y se da lectura a las Sagradas Escrituras ( se puede leer algún fragmento de las profecías de Isaías o el Evangelio de dicho Domingo). Después de guardar silencio por uno o dos minutos cada uno de los participantes podrá aportar sus comentarios. A continuación el guía hace una invitación a hacer un propósito personal a los asistentes. Cuando los niños son pequeños, conviene que el propósito sea muy sencillo y sea familiar, Cuando los niños son más grandes, es conveniente respetar su intimidad y no obligarlos a decir su propósito si no quieren. Los propósitos no deben de ser ideales inalcanzables, sino las pequeñas cosas que por prisa o flojera o hacemos, aunque sabemos que nos ayudarían a vivir mejor. Toda la familia se beneficia cuando sus miembros se deciden a ser más puntuales , más generosos, mas ordenados. Esto se traducir en acciones que el niño puede comprender fácilmente (por ejemplo el orden como "no dejar las cosas tiradas"). El cuarto domingo se prende la vela blanca y se reflexiona sobre si se cumplieron los propósitos o no y por qué. Para finalizar, algún miembro de la familia hace una pequeña oración. Después aprovechando que la familia está reunida, se puede cantar villancicos, platicar o jugar.

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