lunes, 22 de diciembre de 2008

Meditación ante unas Tarjetas de Navidad



Hace poco tiempo le escuché a un sacerdote explicar como a través del arte y la música también se puede predicar, por ejemplo Miguel Angel predicó sobre el “Juicio Final” que está pintado en la Capilla Sixtina y además sobre la Santísima Virgen María en su papel de Madre del Redentor con su escultura “La Piedad” que se encuentra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Igual hizo Velázquez, quien predicó extraordinariamente bien la Pasión y muerte de Jesucristo con su genial pintura “Cristo Crucificado” que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid. Es de notar como Velázquez le tapó buena parte de la cara con un mechón, en lo particular este detalle me hizo reflexionar que es como muy difícil imaginar la muerte del Rey de reyes y Señor de señores como lo es Jesucristo y que quizá era mejor poner como algo de pudor tapándole algo de la cara.

Algo parecido hizo Salvador Dalí con su maravillosa pintura “Cristo de San Juan de la Cruz”. Dalí se inspiró en un dibujo de San Juan de la Cruz que se conserva en el monasterio de la Encarnación de Ávila. El cuadro está genialmente pintado desde el punto de vista de la perspectiva. Podemos ver que “en la parte inferior del cuadro es un paisaje apacible, formado por un lago rodeado de montañas. En un pequeño puerto, se afanan dos pescadores… Entre el crucificado y el lago se interponen unas nubes de tonos místicos y misteriosos, iluminadas por el resplandor que emana de la cruz y de Cristo. La obra simboliza al Cristo Redentor. (Wikipedia, la enciclopedia libre). Este detalle me hizo reflexionar que la muerte de Jesucristo fue para salvarnos a todos sin excepción y que toda persona por más cosas malas que haga siempre tendrá algo de redimible porque Jesucristo dio su vida en la Cruz por amor a él o ella.

Por otra parte Hace como 11 años leí un extraordinario y maravillo libro de Henri J. M. Nouwen llamado “el regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt”. Henri J. M. Nouwen (1932-1996) era sacerdote católico holandés, psicólogo, profesor y autor de más de 20 libros.

En base al cuadro de Rembrandt el sacerdote Nouwen hace unas valiosísimas meditaciones en torno al perdón, la reconciliació n y la misericordia infinita de Dios, no perdamos de vista que en el cuadro de Rembrandt magistralmente se ve pintado el retorno del arrepentido hijo pródigo a la casa del Padre.

A la luz de las meditaciones en base al artista predicador hace pocos días me tropecé por Internet con otro artista español y quien también me impactara profundamente; se trata de Juan Ferrándiz, quien involuntariamente me trajera una nueva meditación sobre el nacimiento de Jesucristo. No olvidemos que la Navidad no es otra cosa que la conmemoración del Nacimiento de Jesucristo. Brevemente diremos que Juan Ferrándiz fue un excelente y creativo “ilustrador español, especializado en cuentos infantiles y postales navideñas, escultor y escritor de poemas y cuentos para niños. Nació en Barcelona (España) en el año 1918 y falleció en agosto de 1997 a la edad de 79 años” (Wikipedia, la enciclopedia libre).
Quisiera resaltar que al igual que muchos la imagen que desde pequeño tenía del niño Jesús era esta:
Sin embargo al ver las bellísimas y por lo menos para mí nuevas postales de Juan Ferrándiz me puse a meditar en base a sus postales de Navidad, en efecto acudí a la Biblia y me puse a volver a leer los Evangelios en lo relativo al nacimiento de Jesús y entre muchos textos me volví a encontrar con lo siguiente: «Fueron (los pastores) a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. (Después) los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho» (Lc. 2, 16. 20). “Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.” (Lucas 2:21). «Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su Hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2, 6-7)
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: “Desde Egipto llamé a mi hijo”.

Literalmente hablando en las postales de Juan Ferrándiz no estaban “la madre y el niño” sino mas bien “la madre y el bebé”, sin embargo Jesús no nació como niño; primero fue bebé, luego creció para llegar a niño y finalmente murió y resucitó como hombre. El que primero Jesús fuera bebé y posteriormente niño está implícito en el Evangelio ya que por ejemplo y de acuerdo a los versículos antes citados a quienes envuelven en pañales es a los bebés, no a los niños; lo mismo pasa con quienes acuestan en un pesebre: un niño no cabe en un pesebre, tiene que ser un bebé, y a quien llevaron a circuncidar cumplidos los ocho días no podía ser el niño Jesús sino el bebé Jesús. Además a quien protege San José con el episodio de la huida a Egipto es a un bebé, no a un niño; si hubiera sido un niño “no lo toma” tal como se hace con los bebés sino que más bien le hubiera dicho “hijo, vámonos ya para Egipto antes que llegue la policía de Herodes y te mate”, etc. Además el crecimiento de Jesús de bebé a niño lo dicen también explícitamente los Evangelios: “Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” (Lucas 2,-40). “Je­sús volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndolos en todo. Su madre guardaba todo esto en el corazón. Y Jesús seguía creciendo en cuer­po y mente, y gozaba del favor de Dios y de los hombres” (Lucas, 2-51)

En este caso crecer significaría pasar de cero a uno, luego a dos, después a tres y así sucesivamente: el ser humano primero es bebé, luego niño y luego hombre. Dice Santo Tomás de Aquino que Jesucristo murió a la edad de los 33 años, la edad de la plenitud de la vida; pero para llegar a esta edad tuvo que primero haber sido bebé a partir de la edad de cero años y hasta treinta y tres: es el nacimiento del bebé Dios lo que conmemoramos el 25 de diciembre de todos los años.
Por otra parte se pudiera poner el siguiente ejemplo: Jesús primero tuvo que haber aprendido a gatear como todos los bebés, luego como niño fue que aprendió a caminar, y entre otras cosas es como niño que aparece en el famoso episodio del “niño de perdido y hallado en el templo”: 2:41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;2:42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 2:43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 2:44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; 2:45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 2:46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 2:47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 2:48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 2:49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? 2:50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. 2:51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 2:52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2,-41-52). Y así sucesivamente hasta llegar a hombre.

Es de notar que la expresión “bebé Jesús” no se la he escuchado nunca a nadie salvo a una señora venezolana que estando en Estados Unidos dijo” “the baby Jesus” pero creo que lo dijo así porque le sonaba mejor que traducir “the boy Jesus”. Visto lo antes dicho comencé a preguntarme por qué en los Evangelios no se habla del “bebé” Jesús sino del “niño” Jesús, o del niño Jesús que primero fue bebé Jesús. No soy un exegeta bíblico para responder a esta pregunta, el Espíritu Santo que directamente le inspiró los sagrados Evangelios a los cuatro evangelistas San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan sabrá el por qué; o quizás un culto exegeta que sepa lo que humildemente tengo que decir que no sé. Sin embargo tampoco en los Evangelios ni en ninguna otra parte de la Biblia se prohibe llamarlo “el bebé Jesús” o el bebé Dios.
Jesucristo, nada más y nada menos que “el Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin” (Credo Niceno – Constantinopolitano). Es de notar que en el día 25 de diciembre es cuando conmemoramos que se haya hecho hombre y la parte esencial de esta meditación es que si bien se hizo hombre primero fue bebé y luego niño.

Por otra parte y como detalle anecdótico vemos que: «Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos» (Mt. 2, 16). Con el debido respeto y acatamiento a los santos y sagrados evangelios soy de la opinión que los seres humanos de dos años para abajo difícilmente serían catalogados como niños, mas bien serían bebés, en consecuencia Herodes asesinó bebés inocentes (la celebración litúrgica de los santos mártires inocentes la celebramos el 28 de diciembre).

Luego de toda esta meditación teológica y que me dejó bastante cansado voy a permitirme una breve disertación sobre “el bebé Jesús”: No creo que haya ser humano alguno que no se conmueva frente a un bebé. Ahorita recuerdo el grupo venezolano de salsa llamado “Salserín”, tengo tiempo que no lo escucho, no sé si todavía existe, recuerdo que entre sus fundadores estaban Servando y Florentino Primera, pero lo que mas recuerdo era “el bebé Salsero”. Recuerdo también un libro de estimulación para bebés llamado “Hola Bebé”, la autora es la famosa psicóloga Dra Beatriz Manrique, este libro me conmovió y no tanto por las modernas teorías psicológicas de estimulación sino porque se trataba de bebés. Hace poco fui a una oficina donde en un determinado momento había mucho stress, pues bien dos trabajadoras que estaban en su reposo post-natal fueron a que sus compañeros y compañeras de trabajo conocieran a sus bebés, y de repente a aquellos trabajadores en aquella oficina “les salió el sol” y por lo menos por unos inolvidables momentos se olvidaron de la ansiedad y la tensión debido a la angustia por la actual tensa situación venezolana que se refleja en los ambientes de trabajo.

Si unos bebés son capaces de iluminarnos en nuestros problemas y nos pueden ayudar a hacernos la vida bastantes mas felices, ¿qué no podrá hacer por nosotros el bebé Dios que por amor a nosotros se hizo semejantes a nosotros en todo menos en el pecado? Así como en la Semana Santa nos acordamos de Jesús crucificado, muerto y luego felizmente resucitado creo que sería muy bueno que en esta navidad meditáramos en Jesús bebé, en el bebé Dios.

Jesús como bebé Jesús supo lo que era el frío, también supo lo que era no tener un lugar para nacer tranquilamente: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lucas, 2:7).

Pero también compartió con nosotros sus buenos momentos ya que por ejemplo fue adorado: «Al ver la estrella, (los magos) se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mt. 2, 10-11). Es de notar que los magos con el oro le adoraron en su realeza, con la mirra en su humanidad y con el incienso en su divinidad.

El bebé Dios- el bebé Jesús, no trajo sino cosas buenas, tales como el alejarnos el miedo y a la vez traernos la paz y la buena voluntad que tanto necesitamos en estos momentos, sobre todo en la hoy en día convulsionada, atribulada y dividida Venezuela: “2:8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 2:9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 2:10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 2:12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 2:13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2-8-14)


Para finalizar diré que Dios tenga en su gloria a Juan Ferrándiz, quien con su arte supo predicar muy bien el Evangelio y enseñarnos el bellísimo pensamiento de un Dios que por amor a nosotros se encarnó como bebé y al que llamamos Jesucristo, y que luego creció como niño y que como hombre murió y al tercer día resucitó, para que con su nacimiento, muerte y resurrección tuviéramos vida eterna.























Por: Luis Machado Sanz -

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