lunes, 29 de diciembre de 2008

El problema de no enfrentar las cosas


Por: Autor Walter Riso - Psicólogo - Cuando tenía 10 años, salí a caminar por el barrio con una vecinita a la cual consideraba mi amiga. Al llegar a una esquina donde solían reunirse una serie de muchachos mayorcitos, uno de ellos levantó la falda de mi amiguita y le acarició la nalga. Al ver el tamaño de mi oponente y el festejo de sus acompañantes ante la hazaña, sólo opté por agachar la cabeza y seguir caminado con ella como si nada hubiese pasado. Al llegar a casa mi padre me vio evidentemente preocupado y me preguntó qué había ocurrido. Cuando le expliqué lo sucedido, entre lamentos y autorreproches, me miró fijamente a los ojos y me dijo. "Mira hijo, lo que te acaba de pasar es sumamente incómodo. A mí también me ocurrió algo similar alguna vez. Si dejas que el miedo te venza, te cogerá ventaja" . Luego de meditar unos segundos, agradecí el consejo y me levanté rumbo al televisor. Mi padre me tomó del brazo y me dijo con voz firme: "No me has entendido. Tienes dos opciones. O sales a enfrentar a esos idiotas o te las ves conmigo". Realmente no dudé mucho de la elección. Mi padre era un napolitano inmigrante de la Segunda Guerra Mundial que
cuando se ofuscaba pegaba duro. Opté entonces por la salida más digna, aunque obligada, de salvar el honor. De más está decir que la hinchazón y el morado de los ojos duró más de una semana. Pero valió la pena. Mi amiguita descubrió en mí a un verdadero amigo, levanté prestigio frente a mis amigos y otras niñas comenzaron a mostrarse interesadas. Sin embargo, lo más importante fue la enseñanza que me dejó la experiencia en el aspecto psicológico. Luego de la pelea mi padre me estaba esperando con hielo, aspirinas y cierto aire de orgullo. "Muy bien.---me dijo---es preferible tener un ojo hinchado y no la dignidad maltratada". Esa noche dormí como nunca lo había hecho antes. Maquiavelo dice: "Los fantasmas asustan más de lejos que de cerca". Eso es verdad. La única manera de vencer el miedo es enfrentarlo. De igual modo, no hay otra forma de solucionar un problema que haciéndole frente. No obstante las ventajas del método, los humanos nos resistimos a pagar el costo de la superación. Optamos por el camino más fácil: el alivio que nos produce el evitar y el postergar. El no encarar las cosas impide que el organismo tenga el tiempo suficiente para vencer el miedo o solucionar el problema de que se trate. Enfrentarse a cosas desagradables es incómodo, pero es el precio para modificarlas y vencerlas.

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