viernes, 5 de septiembre de 2008

La Oscuridad en Venezuela


Por: José Tomás Angola - Nuevamente el país se oscurece. Ya no extrañan los apagones. Es como si esta revolución desgraciada quisiera simbólicamente llevarnos a las sombras. Durante diez años terroríficos hemos transitado los senderos de la penumbra. No entiendo cómo todavía alguien puede confiar en Chávez o en la partida de mediocres que le acompañan. Venezuela lleva viviendo una década de castigo. Algo muy malo debimos hacer para merecernos un fulano tan infame como el líder máximo. Todo se desnaturalizó. Las leyes, el sistema de justicia, el rol del gobierno, los partidos, los medios de comunicación, el ejército. Este no fue el país en el que crecí. Yo, que no conocí dictadura alguna, que aparecí en el planeta fuera de los momentos del autoritarismo latinoamericano, no cuento con las herramientas para comprender la realidad quenos toca. No es que durante los cuarenta años anteriores la cosa fuera maravillosa. Pero existía una rresto de democracia, de respeto por la institucionalidad que ahora se perdió irremediablemente. En Chávez habita el demonio que se lo terminará engullendo. En nuestra existencia nacional cada cierto tiempo aparece un egomaníaco con ganas de cargarse a medio mundo como nuestro actual mandamás. No sé porqué pero parece que esa es una tara de nuestra política que estamos obligados a repetir hasta la saciedad. Monagas, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Gómez, Pérez Jiménez, Carlos Andrés. Cada cierto tiempo aparece un salvador, un bicho raro que viene a torcer el rumbo del país y lo hace justamente para el lado equivocado. Lo cierto es que Chávez se lleva el premio de los excéntricos. Y es que todo está inundado de su personalidad, Uno prende la radio y allí hay centenares de emisoras financiadas por el estado y encadenadas en una suerte de loa eterna y patética al comandante. Enciende el televisor y lo único que ve es su fisonomía hinchada y antipática. Las calles, las conversaciones de los cafetines, los periódicos, los cumpleaños de la abuela, todo gira sobre lo que hace o hizo o hará. Chávez es el comandante de la opinión y la existencia de los venezolanos. Ya el sólo título de comandante, como si habláramos de un héroe epónimo de alguna gesta, revela el nivel de ridiculez que ahoga al país. Chávez no ha ganado ninguna guerra, no peleó en ninguna cruzada magna, salvo los delirios mesiánicos que no lo dejan dormir. Él es apenas un hablador de pistoladas que ha sabido administrar su labia y que ha tenido la fortaleza de ser tesonero en lo que se ha propuesto. Casi uno podría asegurar que nuestro presidente es la viva representación de la sociedad democrática que inventaron personas como Betancourt, Caldera, Villalba, Leoni, Uslar Pietri, Medina Angarita y hasta López Contreras. En él se reúnen todas las características del cuarto republicanismo. Una persona humilde, educada gracias a los oficios del estado, que ascendió socialmente por haber sido militar, formado al calor de valores democráticos y que tuvo la posibilidad de conocer, aprender y palpar otras realidades gracias a que la democracia le dio la oportunidad. No sé en qué momento lo intoxicaron con la sarta de bolserías que ahora nos vomita. No sé quién le metió entre pecho y espalda las necedades fracasadas del comunismo y el marxismo, tesis que sólo habitan en las mentes de los idiotas que no quieren crecer. Porque la historia se ha encargado de demostrar que Don Carlos estaba pelado de punta a punta cuando se le ocurrió la brillantez esa de inventarse una teoría para entender al hombre. Ahora todo está en penumbras. Me gusta el símbolo. Venezuela está en un apagón moral. Vivimos de alguna manera como cómplices de las estupideces presidenciales. Varias veces hemos votado por la verborrea hueca y altisonante del señor. Todavía hay gente que defiende las necedades que dice. Quizá nos merecíamos el castigo. Quizá Chávez es el fondo que teníamos que tocar en medio de nuestra insuficiencia ética. Nunca los niveles de corrupción fueron tan escandalosos y nunca las caras de los funcionarios públicos fueron tan patéticas. A veces me maravillo de la expresión que ponen sujetos como Russián o los magistrados del Tribunal Supremo. Es un híbrido entre “Me gustan los reales” y “¡Auxilio! Estoy condenado a ser un miserable”. Así es la vida. Si la historia de Venezuela fuese un ser vivo, con sus miedos y sus angustias, con sus realidades, sus odios y sus amores, Chávez y la revolución serían el cáncer maldito que en mala hora nos cayó encima. Por lo pronto no hay quimioterapia posible. La nación está convaleciente, enferma, agoniza y no hay arrestos morales, al menos no se ven, que la puedan salvar. Yo no sé si la república se vaya a morir. Por lo que veo a mi alrededor, está muy mal y al borde del funeral. Se le oye gemir estertorosa. Sólo nos queda un consuelo: Se fue la luz y no tenemos forma de ver cómo el país terminará de estirar la pata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario