jueves, 11 de septiembre de 2008

Al pasado, con justicia


Por: Alberto Rodríguez Barrera - No volver al pasado es una afirmación en negativo que se ha vuelto una estrategia, cual cliché tipo pasaporte, para quienes aspiran adquirir brillantez de plata inmediata y refulgencias doradas en el porvenir, resumiéndose y evitándose así lo que tal sofisma implica para la real iluminación de su contenido, como quien salta sobre un charco opaco para dejar en la incógnita los excesos desastrosos que nos acogotan. El chavismo la utiliza como estribillo de fe en su trácala sistemática, integrando la totalidad anterior como calamitosa justificación y escondite de su inmensamente superior devastación. Los que quieren acaparar el futuro la utilizan como herramienta de link instantáneo con los espacios del mañana, de mínimo esfuerzo explicatorio y obviación de intromisiones inconvenientes. Los partidos la utilizan menos creyendo en la trascendencia del avestruz y en el paso de los agachados, olvidados de la mina de oro y del futuro. Y las mayorías teóricas –esas apabulladas en su protesta por el abuso oficialista y aquellas armadas con la tristeza de una sumisión silente y abstracta- siguen la moda de repetir el cliché, a conciencia de que lo que vivimos no es ni de vainita mejor que todo lo pasado junto. Porque este caos desaforado, que tanto atrofia el presente, no tiene igual. Pero hay cifras que iluminan cuando se toman en cuenta los estudios serios, que tan poca figuración reciben en este carnaval de relumbrones que ha hecho de la política un juego de tirapiedras donde los egos se masajean en trivialidades muy carentes de profundidad. Ya para el año de 2003, por ejemplo, el daño causado al patrimonio público, a sólo 5 años de chavismo, había ascendido en 3.075 por ciento. Y la corrupción administrativa había aumentado en 83 por ciento, cuando en los 10 años de Caldera y CAP ésta calamidad no llegó a más del 16 por ciento. La frasesita de "No volverán" evidencia que la paca de ladrones se asentó como nunca antes y con la misma efectividad de otro lema efectivo: "Just do it." Cuando la política se hace concurso de slogans publicitarios, prolifera la venta de estúpidos. ¡Y hay que ver lo horrible que puede ser el pasado, Santa María de Ipire! No tenemos duda de que la mayor parte de la humanidad estaría de acuerdo en que todo lo deleznable y recriminatorio que el pasado pudiese tener, al igual que el presente, merece todas las piras y descargas que se quieran hacer, ya que constituye un deber humano sano y halagador para la supervivencia de la decencia. Y eso incluye lo pertinente a la montaña de falsedades presentes que se manipulan con suma insubstancialidad para encubrir el saqueo monumental que está en marcha, que se efectúa a conveniencias diversificadas dentro de sus ilimitadas talanqueras de degradación, donde se daña a la diabla, integral e injustamente, a todo el sistema democrático, dejando funcionar a su antojo a los verdaderos indignos y repugnantes protagonistas –de antes y de ahora- que merecen los más calientes efluvios del averno. Aquí debemos coger aire y volver al digno equilibrio de la coherencia. En el pasado democrático, jamás se robó a las instituciones públicas como se las están robando ahora, cuando están por reventar las puertas que le quedan a la convivencia venezolana. Ya no hay Contraloría que exponga la cancerígena metástasis corruptiva. Aquí no hay Fiscalía que acuse y le ponga coto al insaciable peculado presidencial. Ahora las grandes e innegables fallas se tapan con un dedo imperial que acorrala a la libertad y habilita las condiciones de justicia bajo la obligatoriedad de la sumisión, obligándonos hacia un Estado de Sitio a la cubana que en la Asamblea y en los Tribunales glorifican lo que no es venezolano. El presente de Venezuela no puede constituirse de forma totalitaria e impregnándose con los ejemplares más despreciables y los aspectos más desvirtuados que degeneraron el pasado y que ahora aspiran a toda la degeneración del futuro. Los juicios deben volver a Venezuela antes de radicarse en el exterior. Plastas hemos tenido siempre, ¡y ahora cómo, y con cuánta abundancia! Pero si bien nuestra democracia no era todo lo formal que debe ser, sobre todo respecto a una óptima justicia y división de los poderes, tampoco llegó a éste descaro donde ningún poder vigila al otro, sino que se encubren cual cómplices del delito, llegando hasta el colmo de una pretensión monárquica, absolutista, entreguista, borracha y antidemocrática, donde todo el Poder de la Sociedad y del Estado, hasta en sus mínimas posesiones y ambiciones, sean colocadas en las manos de un solo hombre, de una sola voz y de una sola visión, contradiciendo de tal manera todas las razones y los valores históricos que han determinado los más brillantes avances colectivos en la evolución de la humanidad. Jamás se obtiene el desarrollo bajo la férula de un solo ser, porque se requieren de muchos talentos, funcionando en la más libre creatividad, para que el progreso sea real, universal, integral. La bota dictatorial sólo da paso al fracaso irracional. Es del pasado que nos llegan los mejores recuerdos de que una democracia es más que hablar pendejadas, votar y decidir quién gobierna y cómo. En democracia, lo más importante es la realización de los derechos fundamentales del ser humano. El sistema democrático no subsiste con la falta de independencia judicial, porque significa inseguridad jurídica para toda la ciudadanía. Si bien en el pasado pudo haber "tribus" innobles, para nada se justifica que las del presente sobrevivan escondiéndose y que pretendan coronarse ad infinitum a precio de rameras de un solo cliente, que las nombra y las quita a como le dé la gana, inclusive desapareciéndolas cuando las máquinas de contar dinero funcionan a su libre albedrío. Para los camaradas, este es un extraño tipo de ahogue. Tampoco hay deslinde coherente en cuanto a la inseguridad social. Se han batido todos los récords de pobreza del pasado, lo cual se traduce como un éxito oficial en cuanto a su estrategia de incrementar el número de marginales todo dependientes del gobierno, lo cual garantizaría su supervivencia; teoría ésta que en la realidad actual evidencia que no tiene garantía. Fue también en el pasado cuando la pobreza era menor, cuando se luchaba contra ella mejor, aunque -por supuesto- tampoco óptimamente. Sin embargo, no fue entonces cuando la inseguridad ciudadana se promovió como estrategia oficialista, elevando la indolencia y la delincuencia como caldo de cultivo de la pobreza, y haciendo de fiscales, defensores y contralores un haber de jalabolas, donde las armas tienen la curiosa tendencia a pasar por bola y terminar como ajuste de cuentas entre bandas de reserva o de milicia, quizás en competencia con el ejemplo de las más exquisitas bandas de los poderes secuestrados, donde enjuician o no enjuician al gusto, y no pasa nada, evitándose así los salpiques de estilo miamero que estila el imperialismo ajeno. Elemental, querido Watson. Obvio, querido Frankestein. De cómo el bueno del fiscal general pasó a ser el pendejo de un amor con conuco de techo gallinero, podría ser una buena historia sobre malos aterrizajes. Así se pierden ciertos hombres en ciertas roboluciones. Y en su tragicomedia tienen escritorios con gavetas hidrocómicas para guardar miles y miles de hechos que constituyen presunciones de corrupción, los cuales tratan como siembras de orquídeas de uva o cultivos de tortugas perdidas que no encuentran sus playas de origen, con lo cual, además de insultos del cliente único, evitan compromisos de responsabilidad penal, acciones sobre desvíos billonarios, daños patrimoniales y cualquiera de las otras cosas que en el pasado a veces permitía meterse entre sábanas presidenciales. Agréguesele al presente terrorífico el nubarrón antediluviano que se cierne sobre los venezolanos con las leyes del Gacetazo, donde lo que más claro está es que en Venezuela debe haber sólo un hombre con bolas, pero -eso sí- con una estela larga y tendida de jalabolas, quienes actualmente hacen la diligencia para figurar en la Sección Especial de Curiosidades de Ahora, del Libro de los Récords Guiness, donde ubicarán un texto de la Ley Anticorrupció n del pasado olvidado, que dice así: "Los fiscales o representantes del Ministerio Público que dolosamente no interpongan los recursos legales, no ejerza las acciones penales o civiles, o no promueva las diligencias conducentes al esclarecimiento de la verdad, a la rectitud de los procedimientos, al cumplimiento de los lapsos procesales y de la debida protección al procesado, serán penados con prisión de dos a cuatro años". En fin… La cosa es simple: no es posible volver al pasado porque no existen las máquinas del tiempo. Y en cuanto a volver al futuro: habrá que limpiar bastante el presente para salir de las lacras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario