jueves, 7 de febrero de 2008

Con la soga a rastras


Por: Petit Da Costa
Su Majestad Imperial, dueño y señor de Venezuela, anda con la soga a rastras. La soga se la puso Antonini, con un nudo, no de marinero sino de maletín. El nudo es corredizo. Se va ajustando a cada paso de la investigación en Miami. Ya está claro que los 800 mil dólares no eran de Antonini. Provenían de los fondos públicos de Venezuela. Esto está probado con la declaración de culpabilidad del imputado que tenía el encargo de comprar el silencio de Antonini. ¿Quién le dio el encargo al imputado? El gobierno de Venezuela. El imputado lo ha confesado. ¿Cuál funcionario? Todavía no lo han dicho, pero Su Majestad Imperial lo sabe, puesto que no ha ordenado investigar quién hizo el encargo y porqué. Él que tanto habla, ha callado el nombre del que mandó al imputado a comprar el silencio de Antonini. Antonini declaró que el maletín no era suyo. Se lo dio otro de los viajeros en el avión privado para que lo pasara por la Aduana. No ha dicho públicamente quién fue, pero sin duda lo identificará cuando declare como testigo. Lo que hasta ahora sabemos concuerda con versiones que recordamos. La prensa argentina informó en aquellos días que hubo un viajero que nunca pudo ser identificado. Era uno más que no aparecía en la lista, cuyo nombre y rostro se desconocía. Indagué entre mis amigos y me confirmaron lo que se decía dentro de los cuarteles: que el desconocido era un militar adscrito a la Guardia Presidencial. Este era, según esta versión, el sujeto del maletín. Recordé esto cuando saltó la liebre en forma de un militar que viajó a Miami a hablar con Antonini sobre el tema. Dicen que este militar presta sus servicios en un cuerpo de seguridad. Ya es sospechoso. Todo militar que sirve en un cuerpo de seguridad es una ficha de confianza extrema del gobierno. Pero la pregunta clave es porqué fue escogido este militar precisamente, y no otro? Uno tiene derecho a presumir que se lo escogió porque fue el militar que le entregó el maletín a Antonini para que lo pasara por Aduana. Era el indicado para comprar el silencio de Antonini: primero, porque sus superiores lo habrían presionado por su falla en el transporte del maletín; y segundo, porque ya era conocido por Antonini. Al estallar el escándalo este militar se convirtió en el eslabón para llegar en la investigación a la cumbre del poder. Si cae en manos de la justicia estadounidense, canta y delata a los de arriba. Por ello lo han escondido. Lo mantienen oculto. No se sabe dónde está. El gobierno no lo muestra, ni informa sobre su paradero. No lo presentan en público. Lo tienen encochado. No sabe este militar que su vida está en peligro por ser la pieza floja de la maquinación. Ha aparecido otra persona en escena. Se trata de la que fue esposa del uruguayo preso. Ha descubierto el FBI que fue ella la que comunicó a su antiguo cónyuge que el militar viajaba a Miami, cuál misión llevaba, con qué seudónimo se identificaba y en qué vuelo llegaba. Y, sobre todo, lo describió para su identificación en el aeropuerto: estatura, cabellos, ojos, color. Desde luego, esta señora trabaja para el alto gobierno. De otro modo, no podría saber todo cuanto sabía ni estar en la combinación. Posiblemente fue ella misma quien recomendó a su exmarido para el trabajo. ¿Dónde está esta señora, porqué no la identifican y la muestran a la prensa para que diga porqué sabía todo lo que sabía y se prestó a involucrarse en la movida?. Su Majestad Imperial sabe quién es el militar. Si no lo supiera ya lo hubiese investigado. Su Majestad Imperial sabe quién es la señora. Si no lo supiera ya lo hubiese investigado. Su Majestad Imperial lo sabe todo. Y no hace nada. El mismo se está incriminando.

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