martes, 19 de febrero de 2008

El asesino de Bolívar

Por Petit Da Costa - En uno de sus últimos actos de delirante insensatez Chávez ha ordenado investigar la causa de la muerte de Bolívar dando por supuesto que fue víctima de un asesinato, por lo cual los investigadores, apartados de sus deberes oficiales, tienen el encargo de averiguar, setenta y ocho años después, quien fue el asesino. Consecuente con su iniciativa, y siguiéndole la corriente, debemos hacer público el resultado de una investigación más reciente. La que concluimos hace pocos días, habiéndola iniciado en 1999 cuando Juan Liscano afirmó haber asistido a una cena, invitado por Chávez, en la cual había una silla intocable reservada al Libertador, que se supone estaba allí en espíritu. No sabemos si era en plan de espíritu burlón o molesto por haberle interrumpido el descanso eterno. Nadie lo vio, salvo el anfitrión porque según era sólo para él la visión. Desde entonces quedamos maliciosos y decidimos seguirle el rastro al espíritu y al vidente. Con el primero buscamos comunicarnos, pero nos dimos cuenta que el vidente lo tenía secuestrado. Y sin derecho a rescate. Quisimos ir al lugar de su cautiverio, pero nunca pudimos dar con las coordenadas. Entonces se nos ocurrió llamar al espíritu del Negro Primero y pedirle por caridad ayuda para la liberación de aquella alma oprimida. Fue, pues, el Negro Primero a hacernos la diligencia. Pasó una alcabala, de esas que han puesto dondequiera para obligar a la gente a bajarse de la mula. Lo dejaron pasar sin pagar nada porque para los chavistas, que son racistas, todo negro es pendejo y por ello “chavista” pobre. Preguntó qué sabían de Bolívar y los demás espíritus le contestaron: lo mató Chávez. Lo mató primero políticamente llamando bolivariano a un vulgar movimiento de arribistas y corruptos, para remate castro-comunistas. En el futuro al que le digan bolivariano gritará “zape” y mostrará la contra de la mabita. Lo remató acabando con la empatía del pueblo con su nombre, que antes atesoraba como símbolo de riqueza representado en la moneda con su efigie, de la cual ahora la gente se desprende presurosa como si estuviese empavada. La gasta o la convierte en dólares. Conmovido por la noticia que Bolívar había muerto por segunda vez, quedóse el Negro para indagar los pormenores. Entonces supo que el espíritu de Bolívar había caído en desgracia desde el momento en que reclamó que a un movimiento castro-comunista lo llamaran bolivariano. Esto no lo podía aceptar porque él era un escuálido de toda la vida, pero no cualquier escuálido sino nada menos que un oligarca. Además liberal, de los que profesaban el liberalismo económico. Nada de meterse con la propiedad privada, ya que el mayor propietario de haciendas y esclavos era su familia. Nada de nacionalizar las minas, porque había heredado la de Aroa. A otro perro con este hueso, exclamó. Pero lo que más le molestó fue constatar que los tales bolivarianos no eran más que una banda de corruptos, asaltantes de camino, trasegadores de maletines, que vinieron con hambre atrasada y como el barbarazo estaban acabando con todo. Si él estuviera al mando, gritaba, los habría fusilado sin misericordia, comenzando por el cabecilla, que ya lo tenía hasta aquí porque, para mayor desprecio, se enjuagaba ruidosamente la boca con su nombre. Pero no era nada para lo que vino después. Le contaron que ya Bolívar se ahogaba por la indignación que le causaba el abuso de su nombre, cuando se presentó Páez, que se la tiene jurada a Chávez diciendo dondequiera: “ese es maluco porque es uno de los llaneros de Boves que ha reencarnado”. Y para aumentar la arrechera de Bolívar le mostró lo que le había pasado a la moneda con su efigie. Le mostró este cuadrito: Depreciación del bolívar durante los 9 años de Chávez Base: Bs. 564,50 x US$ 1 en 1998. 1999: 648,25. 2000: 699,75. 2001: 763,00. 2002: 1.401,25. 2003: 1.600, oo. 2004: 1.920, oo. 2005: 2.665, oo. 2006: 3.305, oo. 2007: 6.500, oo. Depreciación total durante el período: 1.051%. Entonces Bolívar explotó. La mentada de madre se oyó en los confines del más allá. No lo quería creer. Iracundo se levantó exclamando: coño, búsquenme al carajete ese para fusilarlo. No recordaba que estaba rodeado de “bolivarianos”, los que, como adulantes que son, llevaron el chisme. Entonces Chávez decidió enterrarlo sin responso ni velorio, para que nadie se entere. Cuidado, pues, si la venganza de Bolívar será peor que la venganza de la momia.

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