lunes, 25 de febrero de 2008

Un mensaje tardío a Italo Luongo


Por: Gonzalo HIMIOB - Sábado, 23 de feb de 2008 - Venezolanos en linea - “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… ¡Yo no sé!” César Vallejo Los Heraldos Negros. De nosotros se puede decir que no fuimos tan cercanos o que sé poco de tu vida personal. Que alguna o muchas veces compartimos palestra, que no vivencias, o que nuestras vivencias comunes se limitaron, a veces, a compartir palestras. Pero también deberá decirse que en muchas de las luchas, a veces tras el humo de las bombas de la indignidad, o en esas que se libran desde la voz y desde la palabra, te supe cercano a mi y a muchos como yo. Algunos de los que supimos, y agradecimos, sin decírtelo, tu apoyo, aún respiramos. Otros no. Hoy les acompañas. Se puede decir, si se es aún peor intencionado, que las más de las veces te acompañé sólo en tus espacios de difusión de las ideas, para hablar de mis ideas. Pero al final tendrán que aceptar que eran las mismas que las tuyas, aunque alguna vez no estuviera de acuerdo contigo, aunque te lo dijera, y lo hubieras aceptado como se acepta el reclamo de las personas cercanas. Muchos podrán entonces señalar que no fuimos “amigos”. Y por ello muchos no se explicarán estas líneas y pregonarán que soy falso o morboso. Quizás tengan razón. No lo sé. Tampoco me interesa mucho. Quien así ve las cosas no puede entonces explicar la tristeza que sentimos muchos que estamos hoy, como yo, tratando de entender, de aceptar. Afanados en negar este portazo (así lo llamó alguna vez el tocayo Rojas) o el hachazo invisible y homicida (en las palabras de Hernández) que nos ha negado la presencia de Italo Luongo. Y es que hay muchos tipos de amistad. Lo he comprobado. Me he encontrado a veces con personas a las que nunca había visto personalmente a las que, por haber conocido de sus hechos y palabras, he sentido inmediatamente próximas. Pasa entre los poetas, los locos, y también entre quienes se reconocen como demócratas en la oscuridad de los totalitarismos y de la irracionalidad. Son éstas amistades que se nutren de lucha y de fe. De oír la idea propia en las bocas de otros, de entender que no se está solo, y que en el país existen personas que, como uno, con sus virtudes y defectos, con aciertos y desaciertos, están dispuestos a luchar por la libertad de todos. Te fuiste en vuelo, como en vuelo hacia la luz de una mejor Venezuela iban tus ideas, tus esfuerzos y tu verbo. Queden en paz tu y los que contigo se fueron. Tu legado permanecerá. Y en algún momento distinto al de estas oscuridades que te atormentaban, y que nos atormentan, quienes sigamos aquí sabremos, y se dirá, que lo logrado se debe en parte a tu fuerza. Y habrá un espacio en nuestras memorias para ti. La verdadera muerte es el olvido. Y a ti, nadie que ame a nuestra tierra podrá olvidarte, amigo.

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