viernes, 5 de junio de 2009

Girando sobre sí mismo


Por: Luis Barragán - Todos los viajes presidenciales cuentan con una trascendencia que tan solo los malos venezolanos no aceptamos, pues el "austero y diligencte" presidente de la República sufre las incomodidades y riesgos de los largos viajes en el “Espíritu de San Luis” y agota las horas del día en el estudio de las más diversas y disímiles materias que lo llevan al acto heroico de convenir con otros jefes de Estado o de quienes – simplemente – éstos designen para su más cuidadosa atención. La noticia misma es la de un Comandante-Presiden te capaz de vestirse civilmente, declarando pertinaz y prolijamente, distanciado de la geografía nacional para que sean sentenciados con absoluta independencia otros ciudadanos que equivocaron el camino. Precisamente, observamos a Chávez Frías disertar sobre los más variados aspectos económicos y hasta técnicos de las materias tratadas, manejando cifras y datos que impresionan doblemente, por sus destrezas personales y los adelantos casi imperceptibles que ha procurado, en medio de la incomprensión y maledicencia de los muy pocos que acá lo adversan. Ya no se trata de las consignas proferidas, de las citas históricas oportunas, de las luminosas instrucciones emanadas o de los versos y estrofas que acuden en un momento de súbita inspiración, sino de los más que menos exactos datos de una incansable gestión en el campo petrolero, gasífero, medioambientalista, turístico o geopolítico que tan justamente impactan al lector, oyente o vidente venezolano y quizá mundial. Nada nuevo reporta la práctica, cuando de efectismo se trata al girar – en propiedad – sobre sí mismo. Al respecto, hay sobrados precedentes que muy bien puede el amable lector confiarse a las páginas de Ian Kershaw para internarse en una dinámica y un estilo de cuño totalitario que, bajo cualquier bandera, parece repetirse hasta el cansancio. El problema reside en la imposibilidad inmediata de debatir sobre los específicos asuntos que ocupan al jefe de Estado en sus incursiones extranjeras, pues la vocería más o menos especializada no encuentra cupo en un parlamento cauteloso y desinteresado en tocarlos, a menos que arriesgue matices y diferencias que atenten contra la curul tan fatigosamente conquistada, ni suficiente espacio en una opinión pública impactada, fustigada y fatigada por la soporífera propaganda y publicidad oficialista. De modo que, valga la constatación, una tendencia característica del régimen es la de defenestrar, neutralizar o dificultad la legítima presencia de los expertos que puedan ayudar o complementar la discusión pública sobre los asuntos irrebatiblemente públicos, como – mal que bien – ocurría hasta hace pocos años.

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