sábado, 11 de abril de 2009

¿Será cansancio?


Por: Manuel Barreto Hernaiz - "Venezuela, agitada cada día por un escándalo nuevo, un nuevo insulto, por una nueva provocación, por un nuevo tipo de asesinato, político o de los otros, sufre un inmenso cansancio termidoriano. .." Lucy Gómez De acuerdo al diccionario, "cansancio" tiene dos acepciones: 1) falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado; 2) hastío, tedio, fastidio. Según una definición médica, el cansancio es una sensación subjetiva de falta de energía física o intelectual, o de ambas. Otras versiones médicas del cansancio, son: agotamiento, letargo, astenia. La mayoría de los venezolanos sienten cansancio, y no precisamente de las largas colas de la Semana Santa, como tampoco de todas esas peripecias que tanto fatigan por conseguir los anhelados dólares. Digamos que lo que se aprecia en buena parte de los compatriotas es simplemente cansancio político. Hasta algo tan grave para el porvenir de la democracia, como ha sido la sentencia contra los Oficiales de la Policía Metropolitana, despertó las expectativas que se esperaban. Como tampoco la persecución despiadada contra Rosales y menos aún el encarcelamiento de Baduel: noticias que produjeron hastío y tedio. Tal vez el cansancio ha neutralizado -además de la brutal actuación de Guardias Nacionales y PM- a cientos de miles de ciudadanos que recientemente votaron por Ledezma, a acompañarle a hacer escuchar su voz en la Asamblea Nacional... Y las sempiternas explicaciones, para muchos, se tornan fastidiosas. Así están las cosas. Esta sensación subjetiva de falta de energía física o intelectual, o de ambas, se convierte en apatía, en esas letales expresiones: "eso no es conmigo", "qué me importa", "se lo buscaron" y la más común: "de la política estoy cansado". Y estas posturas resultan dramáticas para el porvenir del país. Apartarse de cualquier asunto que se refiera a la política, implica dejar en manos de un régimen autoritario y despilfarrador el futuro de todos. Pero también ciertos sectores de la oposición contribuyen al cansancio generalizado. Aceptan las reglas de juego que impone el régimen. Se diría que le facilitan el juego. ¿Por qué lo hacen? No se sabe. Puede que sea por cansancio de tanta lucha sin éxitos relevantes -hemos ganado y no nos hemos percatado- o por impotencia o incompetencia. La desidia es completa. La ignominia también. Vivimos en un país donde el "Patria, Socialismo o Muerte" ya pasó de fachada cuartelaria a acción totalitaria; desplegando una iniquidad propia de los estados policiales más feroces; en un país en el cual se habla de la productividad de la tierra y veamos hacia los puertos, en el cual se habla de libertad y vemos llenarse las celdas paulatinamente, en un país en donde tan sólo podemos podemos sentir el cansancio de la sociedad como respuesta coherente a tanto egoísmo interesado e incoherente. Vivimos en un país que no mira en su conjunto al futuro sino que vive sepultado en las miserias del pasado, un país donde no hay justicia para todos sino para quienes detentan los mismos ideales del régimen. Vivimos normalizados en una anormalidad que se torna norma, hábito y destino. Cuando una sociedad espera que le digan sólo lo que quiere oír, o cuando se niega a mirar de frente lo que está ocurriendo, ha entrado en una espiral de decadencia, al menos cívica, que permite conjeturar un futuro en el que las libertades efectivas vayan reduciéndose progresivamente aún sin que la sociedad se dé cuenta. Esperar la recapacitació n de los demás, es de algún modo permanecer en ese aletargado cansancio que nos debilita, nosotros somos "los demás" para los otros, acaso no es válido entonces preguntarnos ¿cuál es nuestra parte en esta sempiterna lucha? ¿en qué podemos contribuir para mejorar estas condiciones del país que nos ha correspondido vivir? Pues comprendiendo que no hay tiempo para descansar, y no es momento para ser pusilánimes. Algún día, algún hecho insólito, no previsto, hará que la gente despierte del letargo. Quizá la pérdida de nuestra esencia se deba a ese factor humanizante que escasea en nuestra sociedad y del que sólo nos acordamos cuando vemos que la juventud se va de las manos, hablamos de la educación. Aquella cuya brillantez académica y formativa queda opacada por la desidia y el cansancio político que sólo espera voces de protesta para poder recién escuchar a quienes en algún momento nos reemplazarán, tomando las riendas de nuestro futuro. En algún momento, un imponderable disipará el cansancio y otro país será posible. ¿Cuánto tiempo falta para que eso suceda...?

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